«Artur (Carulla) siempre ha sido Arturo, que conste»

Gran aficionado al golf, juega en el Club del Prat, donde se relaciona poco: "Le vemos por allí pero habla con muy poca gente, tiene fama de antipático"

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Cada año, la revista Forbes publica la lista de hombres más acaudalados del mundo. Y en 2014 público la de España, en la que aparece Artur Carulla Font (67 años), presidente del gigante de la alimentación Agrolimen. Pero a diferencia del resto, en el apartado de este magnate no se publica ni un dato personal, ni siquiera una fotografía. «Austeridad y desapego a la vanidad».

Es como han definido a este empresario en tantas ocasiones en los medios. Sin embargo, no hay que confundir austeridad con discreción, porque los Carulla viven en consonancia con su patrimonio, valorado en 1.959 millones de euros.

No es de extrañar, pues, que sus gestos políticos tengan un peso considerable. Naturales de l’Espluga de Francolí, los Carulla son una de las piezas clave del procés, y su apoyo a la independencia (con especial querencia por Artur Mas) han servido de argumento a los partidarios de la secesión.

Su último golpe de timón lo dio en el Circulo de Economía la semana pasada, donde presionó para que el comunicado de los empresarios rebajará su dureza. «Tuvimos que reescribir la carta para que Mas no saliera tan mal parado, Carulla hizo lo posible y lo consiguió».

Habla un miembro del Círculo que no quiere dar su nombre y que describe a Carulla: «es un hombre distante y esquivo, te diría que hasta huraño con quienes no conoce», dice, algo que admite un periodista económico que escribe sobre esta familia desde hace más de una década.

Pocos amigos

«¿Sabes una cosa? En los más de diez años que llevo tratando a las empresas de Carulla, nunca jamás he conseguido tenerlo delante». Ese hermetismo es algo que en el Círculo de Economía se sabe también, tal y como insiste el socio que prefiere no dar su nombre.

«Yo soy miembro de la entidad desde que tengo uso de razón y nunca hemos pasado del saludo. Tiene un círculo de amistades muy cerrado y no sale de allí. No frecuenta los típicos sitios donde nos solemos encontrar todos, ni lo ves en la Costa Brava, ni en la Cerdanya ni en Baqueira».

La mansión familiar, la de todos los hermanos Carulla, está en Premiá de Dalt. Artur Carulla, como su hermana Mariona, tiene casa en Menorca, pero no suele habitarla. Se ha relacionado con alguna que otra familia de la burguesía de Barcelona, como los Puig, pero poco más.

Sobre todo ahora, que sus hijos ya son mayores y puede volar sin preocuparse de los ‘niños’. Así que aprovecha para navegar, viajar, correr y practicar golf, sus grandes aficiones (su hermano Lluís es también un golfista empedernido, deporte que practica en La Cerdanya).

«Siempre había sido Arturo, que conste»

Artur, no obstante, practica esta disciplina en el Real Club de Golf de El Prat, ahora en Terrassa, del que llegó a ser miembro de la junta directiva y donde participa puntual en los campeonatos. Algunos socios del club comentan a Economía Digital lo mismo que el resto.

«Lo vemos por allí pero nunca hemos intercambiado una palabra, ni un saludo, la verdad es que lo conoce muy poca gente. No digas que has hablado conmigo pero la verdad es que tiene fama de ser muy antipático, no se relaciona… Su ex, Montse Mas, en cambio, es un encanto, cariñosa y súper simpática. Ah, por cierto, Artur Carulla siempre había sido Arturo, que quede constancia».

Casado dos veces, Artur tiene cuatro hijos: Artur, Josep, Ernest y Cristina. Los hermanos Carulla Mas participan como apoderados solidarios junto a su padre en una empresa (Minar) dedicada a la gestión inmobiliaria con un capital social de casi 11 millones de euros.

Con todo, cada uno tiene su propia carrera profesional. Josep es ingeniero químico (se licenció en el IQS de Sarrià) y se dedica a gestionar empresas, como la gasolinera Balmes y una empresa textil dedicada a comercializar lana. De los cuatro, es el más activo empresarialmente.

Artur hace lo propio con empresas familiares, pero siempre con un perfil más discreto. Ernest, mientras, trabaja en Vueling, compañía que absorbió a Clickair, en su día de la familia. Pero lo que le gusta a Ernest es pasar los veranos en Formentera. Otra de sus aficiones es correr, algo que seguramente ha heredado de su padre, un estupendo deportista que se mantiene muy en forma.

Ernest, el chico más joven de los cuatro, suele aunar su querencia por las Pitiusas con su amor al deporte, porque es en esta isla donde ha participado en la mayor parte de sus carreras. Y no lo hace mal. En la última que se organizó de Sant Ferran a La Savina, de ocho kilómetros por la montaña, logró un tiempo de una hora y media. A Ernest también le pirra el motor y tiene algún coche antiguo que conduce con mimo.

Una hija «espabilada»

Quien más se ha apartado del lado empresarial familiar es Cristina, quien se licenció en periodismo en la Ramón Llull y llegó a trabajar como becaria en La Vanguardia. Allí estuvo en la sección de política y quienes la recuerdan dicen de ella que «era una chica muy espabilada, con las ideas muy claras, sabías que iba a conseguir lo que se propusiera». Y su meta no estaba en la redacción de un periódico.

La más joven de los Carulla se marchó en 2010 a México DF, donde colaboró un tiempo en la sección de decoración de la revista Elle. Es su pasión, algo que ya destacaba de su personalidad cuando quería decorar las casas de sus amigos y coleccionaba objetos que adquiría en mercadillos de alrededor del mundo. Así que en 2012 se instaló en Nueva York para estudiar en la prestigiosa escuela Parsons y trabajó como becaria en el estudio DeLaCruz Designs.

En la ciudad de los sueños llevó a cabo dos proyectos de diseño en el Upper East Side (la zona más pija de Nueva York, por lo que podríamos decir que es la más pija del mundo). Ahora, Cristina ha vuelto a casa y trabaja en el estudio de Lázaro Violán Rosa, uno de los más solicitados en la ciudad, autor de los interiores de numerosos restaurantes, como El Nacional, el lugar de moda en Barcelona.

La hija de Artur Carulla, Cristina, con un amigo (fotografía pública de Facebook)

Castellano, el ‘idioma vehicular’

Los hermanos Carulla Mas hablan entre ellos en catalán, aunque suelen hacerlo en castellano con sus amigos, entre los que se cuentan apellidos como Costafreda, Cuatrecases y Puig. Cristina, por ejemplo, hace muy buenas migas con Julia y Andrea Puig, de la saga perfumera, y entre ellas hablan castellano. No es extraño, a pesar de que los hijos de Artur Carulla estudiaron en un colegio de fuertes raíces catalanistas.

Pero que nadie se engañe: el castellano sigue siendo el ‘idioma vehicular’ de la burguesía catalana. Hay cosas que no cambian. «¡Evidente! Está claro que la mayoría de empresarios de este país está en contra de la independencia. Menos los que reciben subvenciones, como los Carulla por el periódico Ara«, comenta el miembro ‘anónimo’ del Círculo de Economía. «Ni siquiera yo lo diré en voz alta, pero la independencia nos provoca urticaria».

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