Bar Mut, genuino y caro

C/ Pau Claris, 192 www.barmut.com 93-217-43-38

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Entre los méritos del Bar Mut, el más destacable es su personalidad. No es frecuente encontrar locales tan genuinos en Barcelona, ni en cualquier otra ciudad. El propietario ha sabido mantener su carácter peculiar, incluso acentuarlo con el paso de los años. No es de extrañar que Robert de Niro se enamorara de él y le propusiera a su dueño, Kim Díez, importar una franquicia para sus negocios de restauración, sobre todo después de ver lo que cuesta una comida. Porque, efectivamente, es caro.

La decoración del establecimiento recuerda sus orígenes de 1934, que evocan unos años de la belle epoque con apoyabrazos y reposapies dorados en la barra principal, un piano en un rincón, cuyo atril sirve ahora de mesa para comensales y techo alto y maderas.

Informalidad

Todo ello combinado con un aire de informalidad algo estirado. Los rincones de las barras y las mesas están plagados de falsos cartelitos de reserva que sirven para ahuyentar a quienes pretenden hacer un simple aperitivo en horas de comida, lo que genera no pocos mosqueos entre algunos clientes potenciales. El espacio del Mut está cotizadísimo.
Entre la clientela, bastantes extranjeros con posibles, gentes de empresa con afición a la buena mesa y unos cuantos solitarios. Es un local de esos donde se te ve, muy frecuentado por la Barcelona que sale de copas. Hace años que está de moda.


 

Las noches de jueves, viernes y sábado se abre el comedor del primer piso. Es más cómodo y con los mismos precios que la planta baja, con aforo restringido solo para invitados. A partir de las doce se convierte en bar de copas –Mutis- con música en directo. En el 2012 le dieron el premio a la mejor coctelería europea.

Minizurito

Lo primero que hacen cuando te colocas en el taburete del bar para comer es servirte un minizurito cortesía de la casa –o eso piensas–, pero que luego tienen el mal gusto de cobrartelo junto al servicio de pan (2,75). Dispone de tres tiradores de Damm: Estrella, Voll y Free que saben utilizar. Y la carta está a la vista en las pizarras distribuidas por las alturas y en la vitrina donde se exponen los mariscos.

Aunque el camarero advierta de que las raciones son pequeñas, no hay que hacerle mucho caso. Son platos bien cumplidos. Hay oferta de algunas cosas para picar como las croquetas o el jamón con pan con tomate, y después los platos del día, los pescados, los clásicos y las sugerencias.

Es un totum revolutum culinario sin una orientación clara, más allá de la calidad del producto. Puedes encontrar en una pizarra unos dados de ternera con foie (26,40), un chuletón de buey (52,80) y un steak tartar (19,90). Y en otra, sin precios, un salteado de habas con butifarras, cigalas, espardeñas, almejas y demás delicias marineras.

Qué arroz

Me incliné por la sugerencia de la tortilla de chanquete (14,50), bien cuajada y redonda, que me sirvieron doblada como una calzone; y, como decía, abundante. Después quise probar el arroz del Mut (23,10), decepcionante incluso para una arrocera empedernida como yo. Las gambas congeladas y los mejillones absolutamente insípidos. El sabor –y el picante– del plato procedía del pimiento choricero que habían distribuido generosamente en el sofrito.

Vinos a copas

La carta de vinos es muy original. Las botellas están expuestas en las estanterías con una etiqueta que lleva el precio. Tienen buenos vinos de una gama amplia de precios; y no cargan exceso cuando pides la botella, otra cosa son las copas. Como una vinatería.

Un Ossian del 2007 cuesta 36 euros, muy por debajo del doble de su precio en bodega.

Bastantes blancos abiertos, refrescados en cubitera con hielo, lo que les da una temperatura ideal. Groc, un rueda blanco, a cinco euros la copa, cuando la botella en bodega cuesta 8; Tricó, albariño, a seis euros, frente a los 22 euros de los tres cuartos de litro. Y luego algunos lujos también abiertos, como el Dalmau del 2007, a 13 euros, o el Baton 2002, a 11 euros. Bebí dos copas del albariño, muy agradable. Y rematé con un café solo Tupinamba a temperatura adecuada, como la medida. Pagué 57 euros, lo que resulta bastante caro, sobre todo teniendo en cuenta la incomodidad.

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