Espai Kru, algo más que pescado y marisco

C/ Lleida, 7 www.espaikru.com/ 93-423-45-70

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La sociedad de los hermanos Adrià y los Iglesias ha dado lugar a varios productos, todos ellos de éxito. El caso que nos ocupa hoy es el altillo de la marisquería Rías de Galicia, transformado desde hace un par de años en un espacio dedicado sobre todo al pescado y al marisco crudos, o casi.

Pero Espai Kru va algo más allá de lo que se hace en la cocina tradicional española, que suele añadirle apenas un poco de limón si está vivo, unas bolas de pimienta y una hoja de laurel para hervirlo y, a veces, algo de mayonesa al servirlo.

Otras tradiciones

Incorpora las técnicas de otras tradiciones que en ocasiones cocinan al pescado, como ocurre con el cebiche, pero que en la mayoría de los casos solo lo aromatizan. Es un difícil equilibrio para quienes son amantes del producto al natural, un camino que está entre la culinaria japonesa y la de las costas latinoamericanas del Pacífico.

El día que lo visité para redactar estas líneas estaba prácticamente lleno, mientras que en la planta baja, en el Rías de Galicia, solo vi una mesa ocupada. Había dos comensales, uno de ellos Valentí Pich, uno de los economistas que más sabe de impuestos de España.

Buen servicio

Si tuviera que rastrear la huella de los Adrià en el Espai Kru, que no se hace presente en absoluto al primer golpe de vista, repararía en el servicio, que es excelente.

El local no tiene menú degustación, pero el camarero lo confecciona en función de los gustos del cliente. Y no se pone pesado si, por ejemplo, le pides unas otras sin ningún aditamento más que limón, como las comerías en casa; te las trae.

El restaurante tiene una carta de aperitivos/cócteles y otra de champagnes. La oferta de vinos figura al final de la tercera carta, la de los platos. Bebí una caña Damm que estaba riquísima; hacía meses que no probaba una cerveza tan buena.

La oferta está divida a partes iguales entre los productos que no pasan por el fuego y los que sí. Mi acompañante y yo nos dejamos llevar por el camarero, que nos adaptó la ración entera, la media ración y hasta el cuarto de ración –las tres medidas de los platos- dependiendo de si éramos muy partidarios o poco partidarios de lo que nos proponía.

El desfile

Croquetas de gambas y centolla, crujientes y de muy buen nivel. Las citadas ostras; espectaculares. Almejas con una salsa que contenía menta, acompañadas de un sorbete de apio y lima; sorprendentes. Y un tartar de bogavante con pescado blanco con lima de nuevo y unos barquillos planos especiados con algo que recuerda a la canela, pero que no lo es.

El cuarto de ración correspondió al calamar crudo porque no estábamos seguras de que nos fuera a gustar. Cortado como un shashimi sin ningún añadido tiene una textura y un sabor agradables que no recuerdan en absoluto a ninguna de las formas en que solemos comerlo.

La porción que probamos era tan pequeña que no podía provocar una digestión pesada, pero a la vista de su suavidad en crudo es muy probable que sea la cocción la que hace difícil el trasiego de este bicho por el estómago humano.

Luego nos sirvieron un dento macerado en leche de coco que comimos sobre patacones, como unas tortitas de plátano. Como dijo el camarero, una especie de Polinesia mediterránea, buena y sorprendente.

Al final, pusieron el plato más fuerte: la parpatana de atún pasada por la brasa y acompañada de unos pimientos confitados, como si fuera un filete de ternera. Excelente.

Vinos encarecidos

Bebimos un verdejo Menganito que me supo muy bien y que pagué a 19 euros, el triple que en bodega. Los márgenes que aplica la casa son de ese porte. El Perro Verde, que no llega a los 9 euros, el Espai Kru lo pone a 24. A quien le guste la cerveza, le recomiendo que acompañe el pescado con cañas, que no son nada baratas –tres euros-, pero que salen mucho mejor que el vino.

De postre, compartimos un coulant de caramelo más normalito que el resto de la comida, pero también muy rico. Y cerramos con un buen café Illy. Nos obsequiaron con unas copas de algo semejante al limonchelo y unos petits fours de chocolate. Unos 50 euros por persona, un precio que tal como está el mercado, la calidad de lo que comimos y el servicio que disfrutamos me pareció moderado.

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