L’Eggs, huevos y cocktails

Paseo de Gràcia, 116 www.leggs.es 93-238-48-46

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Una buena parte de las leyendas sobre el origen de la palabra cocktail la vinculan al mundo de las gallinas y de los gallos. Y quizá sea la idea base que ha dado lugar al restaurante que desde mediados de julio pasado se ha convertido en la gran novedad de Barcelona.

L’Eggs, como su nombre apunta, centra su oferta alrededor del mundo de los huevos, pero también de los cocktails. De ahí que la primera página de su carta esté dedicada, sorprendentemente, a los combinados. En el futuro, destinará el sótano, ahora cerrado, exclusivamente a estas bebidas.

La iniciativa

Antes de nada hay que quitarse el sombrero y saludar una iniciativa empresarial nueva, un riesgo, en estos tiempos de encogimiento en que vivimos. El chef de Miramar, Enoteca y Mirror, ha abierto este restaurante de gran capacidad de la mano de su socio en la hamburguesería La Royale, Albert Forment, en el enorme espacio del antiguo Fernández (Javier de las Muelas), en el último tramo de paseo de Gràcia antes de llegar a Gran de Gràcia.

Se trata de un local muy original, muy neoyorkino si se quiere, con una oferta novísima centrada en el huevo y sus derivados –no es una tortillería-, y con el objetivo de ofrecer la posibilidad de comer por un precio moderado a la carta de un señor que acumula cuatro estrellas Michelin.

La fórmula integra muchas mesas, una gran rotación –que de momento consigue-, un producto base que aún siendo de lo mejor de su categoría no es caro y un servicio de vinos que normaliza la copa frente a la botella.


Autenticidad

Todo ello con un aire como ecológico, de cierta trazabilidad. Los huevos están garantizados por el portal Genuinus y el pan por el prestigio de Tritikum. El agua puede ser de marca, pero la casa ofrece una del grifo convenientemente filtrada. No sé si Ángel Simón, el jefe de Agbar, habrá tenido algo que ver. De la combinación, y de unas raciones contenidas, resulta una cuenta que ronda los 40 euros, que no es barata, pero que logra el objetivo.

Paco Pérez está echando toda la carne en el asador para que el proyecto salga adelante. Vestido con zapatillas deportivas y camisa a cuadros por fuera de los pantalones, el cocinero recibía a sus clientes el día de mi visita haciendo el papel de relaciones públicas de la casa. Era la jornada de presentación oficial a la prensa especializada.

Gallinero impostado

El ambiente es ése. Los camareros tampoco llevan uniforme y las paredes y los techos están adornadas con maderas descapadas, frontales de cajones también de madera y en dos de ellas rejillas de gallinero, con su paja y sus cabezas de muñecos de gallina. Creo que es lo más flojo del L’Eggs. El diseño de la firma Azul Tierra me recuerda, por irreal, aquellos decorados de las series televisivas norteamericanas de hace unas décadas que –como en coña- emulaban en el estudio el ambiente granjero del Medio Oeste, entre sanote y cómico.

La comida es otra cosa. Es sólida. Son tan serios que aún no han incluido la tortilla de patatas en su oferta. Según han explicado a Cristina Jolonch, de La Vanguardia, están buscando una fórmula suficientemente buena como para que ningún cliente eche en falta aquel sabor o aquel aroma que recuerda de casa de su abuela o de su madre. Bien.


Buena cocina

No me voy a extender en la descripción de los platos, entre los que figuran algunos originales, como el huevo en escudella i carn d’olla o en salsa Pekín. También hay ofertas en las que el huevo no es protagonista, como el arroz con pollo y sepia –los arroces son el fuerte de Pérez- o el lomo de vaca gallega. Se puede comer perfectamente sin oler nada que tenga que ver con las gallinas.

Tanto en los platos principales como en los acompañamientos –zanahoria y berenjena (con miel) fritas- y en los postres –suflé de chocolate con helado de avellana- se notan las trazas no solo del cocinero de Llançà, sino del experimentado equipo que le rodea.

La fórmula para servir el vino es curiosa. Lo primero que presenta la carta es una serie de magnums de blancos y tintos que sirven en la propia botella o en jarras para cuatro, tres o dos personas. Así que puedes beber por copas e incluso probar blanco y tinto sin tener que pagar el descorche.

También ofrecen algunas botellas de tres cuartos enteras. Los precios del magnum cargan un ajustado 20% sobre la bodega, de donde se deduce que no quieren ganarse la vida con los vinos. Más bien parece que tratan de evitar que castiguen mucho la cuenta.

Tomé una caña Heineken fresca y bien servida de aperitivo. Y de café pusieron un Nespresso, que como casi siempre supera el aprobado.

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