Batista: «Otegi vuelve a la política en una Euskadi muy española»

La irrupción de Podemos en el espacio natural de Bildu refleja la caída de la izquierda abertzale cuyos cimientos se recogen en la biografía 'Otegi, la força de la pau', obra de Antoni Batista

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El desafío identitario ha dado la vuelta como un calcetín: Catalunya está marcada por el independentismo, mientras que Euskadi quiere conservar a toda costa su statu quo foral dentro de España. Arnaldo Otegi, indiscutible líder abertzale, saldrá de la cárcel en pocos días para incorporarse a la vida en libertad.

La lucha vasca no languidece, pero cambia de formato. Se impone la vía Urkullu, conservar el cupo, recaudar impuestos y ofrecer al mundo económico una fiscalidad a la carta capaz de disminuir o aumentar la presión tributaria en función de los ciclos económicos.

La rendición del PNV por la vía económica choca ahora con la entrada en escena de Podemos, el partido ganador del 20D en el País Vasco. Iglesias se come el espacio de Bildu, o dicho de otro modo: la lucha de clases se zampa a la bandera. 

¿El Gerry Adams de Euskadi?

Antoni Batista, autor de la biografía Otegui, la força de la pau (La Campana), tiene claro el cambio de escenario: «el País Vasco de 2016 es otro. Arnaldo Otegui tiene posibilidades de ser lendakari en algún momento. Pero, de momento, vuelve a la política en una Euskadi muy española».

El líder batasuno se ganó el apelativo del ‘Gerry Adams vasco’ en 1998, cuando la paz de Lizarra se edificó en una entidad bautizada como el Fórum de Irlanda, responsable del Good Friday Agreement, que puso fin al Sinn Féin. 

La importancia del Pacto de Lizarra 

Batista recuerda una tarde de otoño en que empezó su serie de entrevistas con el político vasco, interrumpida por un AthleticRosenborg de Champions. La afición al futbol de Otegi no desvió su atención, pero acentuó su deseo de crear una selección vasca basada en el precedente de la Sudáfrica de rugby de Mandela, que rompió el apartheid.

Para entonces todos reconocían –también los diplomáticos de Aznar, autores del taimado bautizo de ETA como Ejército Vasco de Liberación- el mérito de Juan Mari Ollora.

«La llamada vía Ollora fue la confluencia entre HB y PNV que alcanzó el acuerdo Lizarra-Garazi», rememora Batista. «Si el ultraconservador Ian Paysley y Martin Mc Guinness bebían juntos después de dar órdenes de matarse, cómo no se iban a unir dos amigos como Ollora y Otegui».

El Pacto de Lizarra, a pesar de su dramática interrupción, «fue la vía para convertir lo probable en posible». En Lizarra, Estella en castellano, se concentra la historia vasca: la anexión de Navarra por el Duque de Alba, las rebeliones carlistas, el primer Estatuto de Autonomía y el golpe de Mola en el 36. 

La opción de volver a la política

En estos momentos, Otegui está inhabilitado por el Supremo para ocupar un cargo público hasta 2021. Pero los suyos le esperan el mismo día en que recupere la libertad. Gran debate judicial a la vista. Como el diputado de Bildu, Iker Casanova, que también estuvo inhabilitado y hoy tiene escaño, Otegui puede pedir amparo a la cámara vasca y el mismo Constitucional le podría autorizar volver a la política.

Antoni Batista, periodista, músico y profesor universitario, ha levantado una investigación rigurosa como experto en el conflicto vasco, al que ha dedicado ocho libros. El autor enciende los faros del pasado reciente cuando define a Otegi como un hombre de paz: «Arnaldo pertenece a esta generación de los Urkullu, Ollora o Joseba Egibar, sean PNV o Bildu, que entendieron el desiderátum independentista aparcando para más adelante el debate político entre izquierdas y derechas».

Entendimiento con en PNV 

Xabier Arzalluz y Jon Idígoras (El General) están detrás de aquella educación sentimental de combatiente. Otegui (el Gordo) tuvo que pelear mucho para borrar ante sus camaradas el estigma fariseo del nacionalismo reformista: «él supo en todo momento entenderse con la derecha democristiana vasca del PNV, al que llamaba de forma ocurrente el Partido de los Negocios Vascos».

2005 fue un año importante en el recuento de Otegi. Al inicio del verano, sobre el lago Lemans con el Mont Blanc al fondo, Jesús Eguiguren y Josu Ternera se citaron en un almuerzo que sellaría el pacto Zapatero-ETA. La distensión parecía un hecho; era un sí pero no completo, como en todo proceso de deshielo.

Para Otegi empezaba el tiempo de silencio, pasando por varios calabozos por pertenencia a banda armada. Detrás estaban Mayor Oreja y el juez Fernando Grande Marlaska: «ya lo dice el pueblo: Marlaska es grande, pero Oreja es Mayor».

Paradojas de Otegui

Poco después llegó el momento Otegi en Barcelona: su encuentro con Maragall de enriquecimiento mutuo. Batista lo resume así: «la vía de los pactos con España estaba acabada. Zapatero consiguió enfrentar a Mas con Duran, a Carod con Puigcercós y a Maragall con Montilla. Divide et impera

En Otegi se funde la mayor paradoja de la historia de la lucha vasca: fue condenado a prisión «por enaltecimiento del terrorismo en el famoso mitin de Anoeta, curiosamente su primer gran paso público hacia la paz», remarca Batista.

Ha cumplido seis años de condena por el caso Bateragune sin reducción de pena. En su memoria se funden imágenes de 1978, año constitucional, que vivió en el Santuario francés. Entraba y salía de Francia como le recordó tantas veces Javier Rupérez, el diplomático demócrata cristiano secuestrado por la banda y miembro activo de las sucesivas negociaciones entre el Estado y ETA. Hoy, muy lejos de los años del miedo, Bildu espera su liderazgo en los comicios de otoño.

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