El catalanismo moderado no quiere gobernar

Resulta sorprendente que no haya energía para una fuerza política que defienda un catalanismo integrador y dialogante

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No queremos gobernar

Hasta no hace mucho tiempo, existía la certeza de que el objetivo de una fuerza política es alcanzar el poder para transformar la realidad. Una sentencia que nuestro tiempo se está encargando de cuestionar, al aflorar una nueva praxis de política de partidos o movimientos políticos que rehúyen el poder como algo impuro. La idea es ganar fuerza en la oposición por la vía de una crítica sistemática que permita ganar la batalla para alcanzar legitimidad social. La izquierda radical ya ha vivido en sus carnes el alto precio de contradicciones que supone llegar al poder, como se puede observar en la izquierda griega de Syriza que ha pasado de denunciar al poder a gestionarlo sin lograr invertir ninguna de las grandes políticas que criticaba.

El nuevo dogma político es luchar por la hegemonía social y no dejarse engatusar por la gestión política del día a día. Un dogma que el catalanismo moderado parece querer emular pero con una diferencia sustancial y es que, mientras que la izquierda radical es el resultado de un análisis político de campos de fuerza en disputa, en el centro moderado catalanista es el resultado de la desgana y a la apatía.

En manos de la izquierda del cambio

En el caso catalán, lo que resulta sorprendente es la pérdida de energía para orientar una fuerza política capaz de dirigirse a los catalanes con una propuesta de catalanismo integrador, dialogante, favorable a un progreso social y no especulativo, con capacidad de oír su voz dentro y fuera de Cataluña. Es sorprendente que ninguna de las diversas plataformas del centro izquierda y derecha que se han ido creando advierta la urgencia de llegar a las próximas elecciones con un proyecto que sume a aquellos partidos políticos que pueda responder a los retos que Cataluña debe asumir

Retos que no se podrán afrontar si se dejan sólo en manos de la amplísima oferta electoral de la izquierda, que ha creado las condiciones políticas para llegar sola a las próximas elecciones.

No caer en esa provocación

En un muro de la ciudad mejicana de Oaxaca, podíamos leer la máxima de la izquierda radical: «nos quieren obligar a gobernar, no vamos a caer en esa provocación». Esta máxima ahora parece extenderse al catalanismo moderado. La pregunta que debemos hacernos es cuál debe ser el detonante para que esta actitud pasiva, contemplativa, deje paso a una acción decidida a dar impulso a un espacio político capaz de disputar la atención los electores

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