El drama soberanista de Mas: el cazador, cazado

El President no sabe qué hacer, porque el movimiento independentista no le quiere y le reprocha su estrategia para salvarse, al margen de la hoja de ruta

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Primera advertencia, como en los prospectos de los medicamentos: esto es un análisis para los que quieren entender algo sobre los mecanismos internos del independentismo catalán. Es decir, sobre la táctica de los principales actores. Pese a todo, claro, afecta y de qué manera al conjunto de la sociedad catalana, e implica, también, al conjunto de España.

En el centro se sitúa Artur Mas. ¿Precedentes? Protagonizó un acuerdo con el ex jefe del Ejecutivo español, José Luis Rodríguez Zapatero, en un viaje privado a la Moncloa. Pactó el Estatut, de espaldas a su propio socio, Josep Antoni Duran Lleida. Dejó en la estacada al PSC, aunque a algunos sectores del partido les iba bien, bloqueó al President Maragall, y descolocó a Esquerra Republicana, hasta tal punto que los hacedores del Estatut –léase Joan Ridao—se acabaron descolgando, y pidiendo el ‘no’ en el referéndum.

Roto el acuerdo con ERC

Fase actual. Mas rompe un acuerdo con Oriol Junqueras, de enero de 2015, por el que se fijó que las elecciones autonómicas se anticiparían, pero sin poder consensuar una candidatura única. El 20 de junio de 2015, Mas, en Molins de Rei, pide a las entidades soberanistas que elaboren una candidatura, que no necesariamente fuera encabezada por él, pero sí con su presencia. La ANC y Òmnium Cultural se descolocan, aunque no todos. ¿Por qué?

Pieza necesaria. Jordi Sànchez, un dirigente independentista de toda la vida, vinculado a movimientos de izquierda, pero bien conectado con pro hombres siempre cercanos a Artur Mas, como David Madí, es el elegido para dirigir la ANC. Existe un cierta complicidad para que se elabore esa lista que pide Mas, y se llega, incluso, según diversas fuentes nacionalistas, a incluir en puestos concretos al propio President y a Oriol Junqueras: «Figuraban como número cuatro y quinto, respectivamente, con miembros de la sociedad civil en los tres primeros puestos».

Los republicanos no son mancos

El ofendido. Esquerra reacciona. El partido no entiende nada. Y Oriol Junqueras, con el asesoramiento pertinente, propone el 1 de julio que se dé esa lista, pero sin políticos. Sabe que –todos defienden sus propios intereses políticos, faltaría más—con esa lista, el gran ganador sería Mas y no él.

La entidad se revuelve. Esquerra mueve sus hilos, y la ANC se moviliza. El 4 de julio se convoca una asamblea, y el 96% de los asociados secundan la propuesta de Mas para trabajar en esa lista unitaria. Sin embargo, ¿quién interpreta ese apoyo?

La reconducción. Los miembros de la ANC que se inclinan por Esquerra reaccionan. Y, tras una reunión del secretariado de la ANC, que finaliza de madrugada –el 8 de julio—Sànchez recoge el guante: lista unitaria sin políticos en activo, que podría incluir a Mas, porque el President constató que no quería seguir si lograba poner en marcha la hoja de ruta soberanista.

Los antisistema lo bordan

El abismo. La CUP toma el mando. Y lanza otra propuesta, que haya una lista unitaria sin políticos, y que, a continuación –si gana las elecciones—se convoquen unas elecciones ya de carácter constituyente. Esquerra la secunda.

En todas esas semanas la conclusión es clara. Los dirigentes consultados, de los distintos partidos soberanistas, ofrecen una visión que se traduce en la imagen del cazador cazado. A Mas no le quieren para formar parte de una lista unitaria al 27S, al entender, ya sin subterfugios, que «resta más que suma para lograr una victoria del independentismo, que necesita apoyos de diferentes sectores sociales, de la izquierda, la derecha y de los antisistema».

Convergència presiona. Aunque parezca contradictorio, el partido de Mas prefiere suicidarse. Y la cúpula, con Josep Rull a la cabeza, acepta esa lista unitaria, pero trata a la desesperada de que se incluya a Mas. Y este mismo sábado, la vicepresidenta del Govern, Neus Munté, ofrecía una supuesta encuesta en la que dos millones de catalanes apoyarían esa lista, el 55%, si la participación fuera algo superior al 70%. Si quedara algo por debajo, tendría el 51% de apoyo. Es decir, que depende todo de muy poco.

Ni amor, ni sexo, ni nada

Pero ni Esquerra ni la CUP quieren apoyar la idea de Mas. Consideran que el 27S no puede convertirse en un plebiscito sobre el propio President.

La salida. Los dirigentes consultados trazan dos salidas: no habrá acuerdo, y al 27S se presentarán tres listas soberanistas –la de Mas, y restos de CDC; la de Junqueras y ERC, y la de la CUP–, «y que salga el sol por Antequera», o no habrá elecciones.

Mas debe decidir en las próximas dos semanas. Pero ya sabe lo que opinan de él sus supuestos compañeros de viaje. Quiso colocar –de nuevo—una trampa, y, en cambio, lo han atrapado a él.

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