El truco de Rajoy: menos paro… y menos gente trabajando

Hay 100.000 personas fuera del mercado laboral respecto al inicio de la legislatura, jóvenes que se van al extranjero y 'desanimados' que ya no buscan empleo

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A veces se producen situaciones en el mundo que hacen pensar en el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Así ocurrió, por ejemplo, en los años finales de la etapa anterior de nuestra historia económica. Hasta 2007, en efecto, podíamos con todo. Siempre había más riqueza, más empleo, más bienestar, más de todo… Pero ese verdadero milagro tenía trampa. Todo era a crédito.

Aunque algunos se empeñen en defender lo contrario, a crédito solo se deben hacer inversiones productivas, que aumentan el potencial de crecimiento. El resultado de aquella aceleración sin rumbo del vehículo de la economía española no podía ser otro que un solemne castañazo. Y así fue.

Las cifras en la campaña electoral

Ahora parecería que nos encontramos ante otro milagro, pero de orientación inversa. Viene esto a cuento porque en la pasada campaña electoral se ha hecho verdadera ostentación de las cifras del mercado laboral para explicarnos la presunta corrección de nuestros grandes desequilibrios macroeconómicos. Por lo visto, el Gobierno ha conseguido reducir el paro. Pero de una forma harto misteriosa. Ahora resulta que los panes y los peces ya no se multiplican, sino que desaparecen.

Me explico. Nos dice una alta –la más alta- autoridad del Gobierno que en el tercer trimestre de 2015 se crea empleo neto y que hay menos paro que cuando el Gobierno que presidía Zapatero dejó sus cargos. Eso fue a fines de diciembre del año 2011, o sea en el cuarto trimestre de aquel ejercicio. Las estadísticas confirman, en efecto, que el número de desempleados se ha reducido en más de 436.000 personas entre el tercer trimestre de 2015 y el cuarto de 2011.

Menos parados, ¿de verdad?

Al ver estos datos, uno siente cierto alivio. Pero la alegría dura muy poco en la casa del pobre. Todos esos parados, que ya no están sin empleo, deberían estar trabajando. Por lo tanto, el total de personas ocupadas tendría que haber aumentado en una cifra semejante. Pues no es así. Resulta que el total de ocupados del tercer trimestre de 2015 es también más bajo que el del último trimestre de la etapa Zapatero, en algo más de 100.000 personas.

Así que, cifras oficiales en mano, resulta que hay más de medio millón de personas que no están parados pero tampoco están ocupados. Finalmente, uno entiende la broma. Muy pesada, sin duda. Tiene que ser que el medio millón de personas que no trabajan ni buscan trabajo hayan pasado a las filas de los inactivos. Es lo que se llama normalmente los «desanimados», gente que no tiene trabajo pero que tampoco tiene esperanza alguna de encontrarlo y, por eso mismo, sale del mercado laboral.

Los desanimados, lo peor que puede pasar

Es la peor situación imaginable: ni hay trabajo, ni hay confianza en que pueda encontrarse alguno. Pero la sorpresa es todavía mayor. La Encuesta de Población Activa nos dice que entre el último trimestre de Rajoy y el primero de Zapatero los inactivos solo han crecido en apenas 150.000 personas.

¿Dónde estarán los 350.000 que nos faltan? No son trabajadores ocupados, ni desocupados. No son activos, pero tampoco inactivos. Simplemente, como en el milagro de los panes y los peces –pero ahora en sorda y muda evaporación-, esos 350.000 individuos no están. Han desaparecido.

Me dicen que se habrán jubilado. Pues no, porque entonces nos aparecerían como inactivos. El Instituto Nacional de Estadística nos proporciona datos fundamentales para encontrar a todos estos desparecidos. No se han ocultado en un armario. Simplemente, se han ido a buscar trabajo y medios de vida a otra parte. Han emigrado al extranjero. La España grande, que pretenden lucir los dirigentes de los partidos nacionales, se está haciendo cada vez más chica.

Los jóvenes que se van

No se trata solo, como dijo, con verdadera impudicia, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en el debate televisivo a cuatro de la campaña, de extranjeros que retornan a sus países de origen o que reemigran hacia otros destinos más prometedores. También son jóvenes españoles que huyen buscando unas oportunidades que su país les niega, sin rubor de sus gobernantes.

Los datos de la estadística de migraciones del Instituto Nacional de Estadística nos dicen que en el primer semestre del año el saldo migratorio exterior fue negativo en unas 125.000 personas. A ese ritmo, se perdería nada menos que un millón de personas cada tres años. Más o menos. Impresionante, ¿no?

Estar o no en el padrón

Pues hay indicios bastante claros de que el INE subestima las salidas de españoles, porque cuenta la emigración por las bajas del padrón. Pero, como es lógico, quien se marcha a buscar trabajo y mantiene su residencia de origen en el domicilio familiar, no se da de baja del padrón. Estadísticamente, es un «desaparecido». Ni está, ni deja de estar. Vean, ¡otro milagro!

El tema es bastante claro. Han desaparecido. No solo los panes y los peces. También los jóvenes. Todos tenemos familiares jóvenes y antiguos alumnos, muchos antiguos alumnos, que tratan de abrirse camino por otros derroteros. Literalmente, por tierra, mar y aire. A este paso, como puede imaginar el amable lector, no hay quien aguante nuestro sistema de pensiones.

Sin reformas, todo puede empeorar

Así se entiende bien la razón de que las autoridades tengan que meter la mano en la bolsa de la reserva de las pensiones. Pero no se preocupen, todo puede empeorar. Es más, sin reformas empeorará. Y las reformas que necesita este país, son difíciles, costosas y enormemente impopulares.

Sin gobernantes con apoyos fuertes y dispuestos a sacrificar su futuro político, las reformas no se harán. Yo –les confieso- no conozco ninguno capaz de cargar con el muerto. Pero de ésta –créanme- no se va a salir de ninguna otra manera.

Economía Digital

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