Rubalcaba y Navarro, el último puente de España

El PSOE y el PSC buscan cómo superar sus diferencias, para combatir juntos al PP y CiU

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“Nosotros no vamos a volar ese puente”. Nadie lo quiere, aunque ha estado a punto de saltar por los aires. Ahora es frágil, pero resiste los ataques, y las minas que colocan los propios soldados de los dos ejércitos. La frase entrecomillada es de Elena Valenciano, vicesecretaria general del PSOE, número dos del partido y estrecha colaboradora de Alfredo Pérez Rubalcaba. Y con esa aseveración dejaba claro esta semana, tras la votación en el Congreso, que el PSOE y el PSC van a mantener la relación.

Valenciano aseguraba que esa colaboración es de las pocas que quedan entre Catalunya y España, el último puente, y que, por parte del PSOE nadie está dispuesto a volarlo. Tampoco desde el PSC, aunque los socialistas catalanes sí han querido romper el gran tabú de la política catalana: el de no ser capaces nunca de votar diferente en el Congreso.

La resolución de la discordia

De acuerdo. Eso sí se ha producido. Los 14 diputados del PSC –hay que retener ese número y pensar que en las elecciones de 2008 llegó a tener 25 escaños en el Congreso, la máxima cifra, que igualó la de 1982— estaban conminados a votar a favor de una resolución de CiU e ICV. El texto pedía que el Gobierno catalán y el Gobierno central negociaran y trataran de llegar a un acuerdo para celebrar una consulta sobre el derecho a decidir en Catalunya. Había sido la ejecutiva del PSC, quien, por unanimidad, había decidido el sentido del voto.

Y la paradoja fue que ni Joan Reventós, ni Raimon Obiols, ni José Montilla –los tres, primeros secretarios del PSC— se desviaron nunca del protocolo de actuación entre el partido catalán y el PSOE, que siempre dejó claro que se respetaría la disciplina de voto. Ha sido Pere Navarro, discutido internamente por los sectores más catalanistas, quien ha dado ese paso, que podría ser trascendental.

El argumento de Chacón

Sin embargo, una diputada se negó a obedecer órdenes o a comulgar con un principio en el que no cree. Carme Chacón, a quien el PSC, de forma irreflexiva –muy poco habitual, porque nunca ha apostado por un solo candidato en un congreso—la apoyó sin fisuras en el congreso del PSOE que eligió secretario general a Rubalcaba, no defiende el derecho a decidir. Y, en tierra de nadie ni votó en contra de la resolución, como pedía la dirección del PSOE, ni a favor, como reclamaba el PSC.

Fuentes cercanas a Chacón insisten en que se trató de un convencimiento personal, de que no puede suscribir algo en lo que no cree, y que ya se había desmarcado durante la campaña electoral de ese principio que defendió Pere Navarro, con el que se presentó en las elecciones autonómicas del 25N.

Si fuera un cálculo personal para poder tener opciones en unas elecciones primarias del PSOE para la candidatura a la presidencia del Gobierno, Chacón debería tener en cuenta el peso del PSC. Y ahora, aunque tiene partidarios en el partido, el PSC no podrá apostar por ella como un solo hombre.

Las razones del derecho a decidir

¿Entonces, por una vez, habrá que analizar los principios? Sí, claro que sí. La diputada Rocío Martínez, ex responsable del área de Economía en el Parlament, con ascendente, más fuera del partido que en la dirección, fue de los dirigentes socialistas que más apostó por el derecho a decidir. ¿Por qué? Considera que el PSC no puede ir en contra de la mitad de la sociedad catalana. Y entiende, más por una cuestión de principios democráticos que identitarios, que Catalunya ha llegado a una situación en la que sus ciudadanos desean decidir qué relación quieren tener con el resto de España, y, si así lo entienden, buscar fórmulas de soberanía.

Rocío Martínez defiende una fórmula federal, pero cree que el derecho a decidir no se puede encerrar en un cajón. Ella insistió en ello, justo antes de la convocatoria electoral. Pero ese principio lo comparte la dirección del PSC. Son muchos los dirigentes y cuadros socialistas, con acentos diferentes, que aseguran que no pueden cerrar los ojos a esa realidad.

¿El juego de los nacionalistas?

¿Qué es un as en la manga que se sacó Francesc Homs, el conseller de Presidència del Govern de Artur Mas? El lo exhibió, pero una buena parte de la sociedad catalana lo defendía también.

Pere Navarro lo defiende. Y Miquel Iceta, y Antoni Balmón. Y los cinco diputados díscolos –entre ellos Rocío Martínez– que no votaron en contra de otra resolución de CiU, –como pedía Navarro– previa a la del Congreso, y secundada por Esquerra Republicana e ICV, que defendía el derecho a decidir. La declaración, además, proclamaba Catalunya como sujeto jurídico y político soberano.

Es esta resolución la que ha sido recurrida por el Gobierno central ante el Tribunal Constitucional porque sujeto jurídico y soberano, por ahora, sólo hay uno: el pueblo español en su conjunto.

Las tesis de Navarro

Ahora Navarro exhibe sus decisiones. “Lo que mal comienza, mal acaba”, aseguró, en relación a esa decisión del Gobierno de Mariano Rajoy. La tesis es clara. Catalunya deberá decidir, siempre de forma pactada con el Gobierno central, la mejor fórmula que crea conveniente en su relación con España. Otra cosa, como la declaración soberanista, está condenada al fracaso.
 
Pero delante, en esa cuestión, tendrá al PSOE. Por el momento, el PSC aceptó la dimisión, forzada, de José Zaragoza, como secretario general adjunto del grupo parlamentario del PSOE. Era lo lógico, porque había desobedecido las órdenes del PSOE. Zaragoza no podía negarse a una decisión orgánica de su partido, el PSC, después de ordenarlas él toda la vida, como dirigente del PSC.

El grupo de Madrid

Lo importante, sin embargo, es que más allá de esas indicaciones de la dirección, diputados como Isabel López Chamosa, siempre vinculada al mundo sindical, o Roman Ruiz, ex alcalde de Montmeló, andaluz de nacimiento, defendieron con convicción en la reunión del grupo el derecho a decidir.

Los contactos, sin embargo, lejos de languidecer, se han intensificado. Rubalcaba, Valenciano, y Oscar López –secretario de organización del PSOE— se reunieron en Madrid la pasada semana con Navarro y Balmón. Todos admiten que se deben reconducir las relaciones porque los dos partidos se necesitan y creen en los mismos principios.
 
El PP y CiU como adversarios

Y, además, quieren combatir a los mismos adversarios políticos. Lo explicaba con toda la crudeza el portavoz del PSC, Jaume Collboni en el Parlament: “Sin la unión del PSOE y el PSC, el PP y CiU, la derecha y el nacionalismo conservador, gobernarán durante años”.

Es hora de recordar aquel número de diputados. El PSOE no podrá acceder a la Moncloa sin un buen resultado en Catalunya. Cuando el PSC ha bajado de 20 escaños, nunca ha gobernado el PSOE. Obtuvo 14 en 2011; pero sólo 17 en 2000, la primera mayoría absoluta del PP, y 19 en 1996, cuando accedió por primera vez a la Moncloa José María Aznar.

La máxima: no olvidar el federalismo

Lo que algunos dirigentes del PSC sí desean recordar es una máxima que un ex conseller, del sector más catalanista del partido, repetía con frecuencia. Si deseas un plan determinado, debes tener otro plan, y ser consciente de que puedes acabar adoptando el segundo, aunque realmente no lo quieras. Sólo demostrando con creces que lo podrás hacer, lograrás el primero. O dicho de otra forma. El PSC quiere hacer ver al PSOE que está dispuesto a jugar la carta del derecho a decidir, para que el PSOE acepte, de una vez, que debe trabajar con intensidad para resolver el problema catalán con una reforma de la Constitución que transforme España en un estado federal.

Y, ciertamente, como recuerda un diputado del PSC en el Congreso, Rubalcaba ha demostrado en los últimos meses que está dispuesto a ello, y así lo constató en el debate del estado de la nación.

Lástima que Navarro, en su deseo de romper moldes, pidiera ese mismo día la abdicación del Rey.

El PSOE, aunque molesto por todo ello, quiere seguir adelante. El PSC también.

La incógnita es saber, nadie contesta, qué querrá hacer Carme Chacón, y con quién podrá contar, sea en el PSOE o en el PSC.

El puente, pese a todo, sigue en pie.

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