Susana Díaz doblega a Pedro Sánchez en su propio terreno

Tras una agitada sesión del Comité Federal, el sector disidente impuso su voluntad pese a las maniobras de Sánchez para evitar la pérdida de poder

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Ha hecho falta mucho más que agua caliente para conseguir la dimisión del hasta ahora secretario general del PSOE. Los asistentes a la reunión del Comité Federal se desayunaron con un grupo de manifestantes, pancartas incluidas, que insultaban y trataron de zarandear a quienes no eran proclives a Pedro Sánchez.

Los insultos no eran suaves, desde «golpistas» a apreciaciones personales nada amables. Increíble ver a supuestos socialistas coaccionado la celebración del Comité Federal y llamado fascistas a dirigentes de su propio partido. El leit motiv era muy sencillo: quienes no estaban con Sánchez apoyaban a Mariano Rajoy.

A favor de los críticos el sentido común de no caer en la tentación de mandar autobuses a las puertas de Ferraz para contrarrestar a los hooligans concentrados.

Un asistente en las puertas de la sede socialista recordaba lo que le contestó el embajador británico al Ministro de la Gobernación cuando este le consultaba si quería que enviara más policías ante el número y agresividad de quienes se concentraban ante la Embajada del Reino Unido para protestar por Gibraltar: «no hace falta que envíe más policías, bastaría con que no mandara más manifestantes». Se refería, claro, a los llamamientos que se han hecho estos días desde las instancias de César Luena.

Un Comité Federal bochornoso

Fue el primer acto de una bochornosa jornada en donde Pedro Sánchez siguió retorciendo el reglamento para tratar de salvar su puesto. Hubo intentos de todo. Desde impedir que se reuniera el Comité de Ética y Garantías hasta rechazar las firmas reunidas para presentar una moción de censura y sacar una urna sin control para intentar una votación sin garantías.

Los críticos aparcaron sus principios que negaban legitimidad a lo que quedaba de la Comisión Ejecutiva y aceptaron el terreno de juego del propio Sánchez: votación de la propuesta presentada de celebrar un congreso instantáneo en los mismos términos en que los había presentado el propio Sánchez.

La desventaja de permitir votar a los miembros que quedaban de la Ejecutiva, a los que negaban legitimidad, y que no pudieran votar quienes dimitieron, no ha impedido el triunfo de una votación que ha perdido Sánchez. En una escueta intervención, ha dicho que ha sido un honor y ha dimitido.

El turno de la gestora

Habrá tiempo para un análisis pormenorizado de lo sucedido. Pero hay urgencias mayores.

El Comité Federal ha elegido una comisión gestora, presidida por el presidente de Asturias Javier Fernández, para que asuma los papeles asignados a la Comisión Ejecutiva y dirija el partido hasta la celebración de un congreso extraordinario. Probablemente sea una comisión efímera hasta el próximo Comité que se celebrará probablemente el próximo sábado. No ha habido una palabra sobre la posición que debe tener el PSOE en el tramo que falta para agotar el plazo que conduzca a nuevas elecciones.

La situación es extraordinariamente complicada.

Si la nueva dirección del PSOE decide abstenerse en el caso de otra sesión de investidura de Mariano Rajoy, los partidarios de Sánchez pretenderán que esa era la motivación y la intención oculta de quienes han ganado. Si aceptan el escenario de unas nuevas elecciones en Diciembre, es difícil imaginar un escenario peor para el partido socialista, destrozado por una fractura que tardará tiempo en ser reducida.

El horizonte que preparan los que han resultado ganadores se centrará en motivar un intenso debate en el partido sobre los retos del PSOE. Probablemente será un congreso extraordinario sin prisas, con una estrategia que priorice diseñar un proyecto político, y una renovación organizativa que homogenice a un partido que ha estado sin rumbo más allá del «no es no», convertido no sólo en eslogan por Pedro Sánchez sino en el exclusivo mensaje de quien no ha formulado proyectos más allá de esa posición sin salida y sin expectativas.

La trampa de reducir el debate a «Rajoy si o no» no ha funcionado. No se ha discutido tampoco de un gobierno alternativo, tantas veces esgrimido por Pedro Sánchez, y que era metafísicamente imposible, evidenciado hasta el extremo de que el propio calendario de Sánchez lo hacia imposible.

¿Qué hará Rajoy?

Es pronto para adivinar los próximos movimientos de Mariano Rajoy. Hasta ahora se ha limitado a dar instrucciones muy precisas para que todos los dirigentes del PP se abstuvieran de intervenir y se mostraran respetuosos con la crisis socialista.

La corrección del los resultados en las elecciones vascas, donde finalmente el PNV ha perdido un escaño a favor de Bildu, podría colaborar en un cambio de posición de este partido frente a la investidura de Rajoy. Es mucho aventurar, pero la necesidad de apoyos, no para la investidura de Iñigo Urkullu pero sí para la gobernabilidad del gobierno vasco, abriría paso a una negociación con el PNV. Aunque no sean suficientes esos votos si se reconducen a la abstención, algo es mejor que nada en la canastilla de Mariano Rajoy.

En Ferraz se ha hablado de las viejas crisis entre Indalecio Prieto y Largo Caballero. Paradójicamente, la posición de colaborar con la dictadura de Primo de Rivera de Francisco Largo Caballero, que era el radical y revolucionario, no encajaría en quien sería el avatar actual de Pedro Sánchez.

Llantos, sentimiento de bochorno y preocupación por el futuro era el estado de ánimo que ha envuelto el clima de crispación después de tantas horas de tensión.

La suerte está echada y ahora los ganadores piensan en pedir perdón a los votantes del PSOE por el penoso espectáculo de la calle de Ferraz, en donde en contra de su declaración dimisionaria, Pedro Sánchez no ha salido precisamente con honor.

 

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