¿Una Catalunya independiente fuera del euro?

El economista Antoni Soy analiza en un ensayo la prisión en la que se ha convertido la zona euro

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El movimiento independentista juguetea con la salida del euro, con la posibilidad de crear un estado propio que no esté sometido a los dictados de Alemania, porque esa es la reflexión: Alemania ha convertido la zona euro en una especie de prisión para los países de la periferia, como España, y, por tanto, también para Catalunya.

El economista Antoni Soy, profesor de Economía Aplicada de la UB, ex secretario de Industria i Empresa en el último Govern tripartito, lo tiene claro. Acaba de publicar Sortir de l’euro per sortir de la crisi? (Viena, 2013), un ensayo en el que analiza la evolución del sistema de libre mercado, que ha derivado, y de ahí los problemas, en una excesiva dependencia del poder financiero.

Pero, respecto a Catalunya, y después de un exhaustivo análisis sobre la zona euro, ofrece una salida: “Se debe abandonar el europeísmo naïf que ha dominado en Catalunya hasta ahora. Hace falta un estado propio que forme parte de la Unión Europea (donde cada vez más mandan los estados), pero que no forme parte del euro, lo que no quiere decir que ésto esté exento de problemas importantes”. En el horizonte Soy se fija en dos estados: Suecia y Dinamarca, que han sorteado la crisis, en gran medida porque son responsables de su propia política monetaria.

Economía muy interrelacionada

Ese punto y final de Soy es discutible, y, en la propia presentación del libro, en el Col·legi d’Economistes, lo rebatió el también economista Miquel Puig. La idea de Puig es que Catalunya está muy integrada en las relaciones económicas con los países de la zona euro, de tal manera que resultaría un auténtico terremoto que afectaría a todo el tejido económico e industrial catalán.

Pero, para llegar aquí, Soy parte de una premisa que no admite muchas discusiones, y que se basa en los principios de un gran economista estadounidense, Hyman Minsky, considerado como poskeynesiano (1919-1996). La idea principal es que las economías se han “financiarizado” en exceso, para escapar de bajos crecimientos de la economía real. Es decir, que los países modernos occidentales siguen un camino permanente hacia la inestabilidad estructural. Ese llamado capitalismo financiero, que sería el último estadio del capitalismo, siguiendo a los clásicos, provoca de forma cíclica el estallido de burbujas de todo tipo, la última provocada por el sector inmobiliario.

Dependencia del BCE

Esa crisis financiera se convierte en crisis de los sistemas financieros implicados, crisis de la deuda y endeudamiento excesivo del sector privado, que se traslada al sector público, y a la economía real, con lo que disminuye el crecimiento económico y aumenta dramáticamente el paro. Ese es el esquema que han sufrido países como España.

Pero si, además, no se dispone de una política monetaria propia, y un país, –sigamos con España– sigue en la zona euro, entonces el problema es mayor. Es lo que plantea Soy, con convicción, y después de reflexionar durante meses sobre las posibles salidas.

El economista, que formó parte del equipo del conseller Josep Huguet en el tripartito, deja claro que el euro “es una trampa para las economías más débiles y menos competitivas, la de los países periféricos”, porque acaban dependiendo del Banco Central Europeo, que tiene unas directrices muy concretas, y de los mercados financieros privados. Éstos últimos, además, son los que acaban decidiendo a qué estados y agentes económicos ofrecen crédito en función del riesgo que consideren que comporta.

¿Existe una moneda sin un estado detrás?

Y el problema mayor es que esa zona euro se hizo sin los instrumentos políticos necesarios. La pregunta que deja sin respuesta Soy, para provocar todavía más la reflexión, es si alguien ha visto alguna vez una moneda sin un estado detrás. Efectivamente, no existe. O sí, porque el euro es la moneda de Alemania. ¿Pero y el resto de países?

Miquel Puig asegura que para entender lo que sucede hay que pensar en la zona euro como una especie de “tecnoestructura”, que domina Alemania. Como país industrial, de los pocos que quedan en Europa, ha ido abriendo mercados, especializando a cada país según sus intereses industriales. Y está dejando al sur de Europa como la mano de obra barata para los productos que, después, acabará exportando Alemania al resto del mundo.

Volver a la industria

Ante esa situación Soy plantea una especie de revuelta, a favor de la industria, de las localizaciones, de los clústers especializados, trazando una gran complicidad entre la empresa y el mundo institucional. Y, aunque matiza los extremos con escenarios intermedios, Soy plantea dos grandes ocpiones: o la salida del euro, para recuperar soberanía, y, por tanto, –en el caso de que Catalunya sea independiente–, optar directamente por esa opción, o caminar sin fisuras hacia una unión política y fiscal europea. “La crisis del euro puede acelerar esa unión política, es lo que se podría esperar”, aseguró Soy en el Col·legi d’Economistes, no muy convencido de que suceda.

¿Pero cómo se consigue una Catalunya independiente con moneda propia? Eso en otro ensayo. El movimiento soberanista lo espera.

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