El ladrillo que sale, bien, y el que entra ¿qué?

Las entidades financieras no informan al respecto de la hemorragia que supone la entrada de más activos inmobiliarios

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La enorme sombra del agujero inmobiliario sigue enturbiando las cuentas de las entidades financieras españolas y, como consecuencia de su cobertura, los resultados al cierre del pasado ejercicio son los peores que se recuerdan.

Unos, como Santander, BBVA, Sabadell o CaixaBank, se mantienen en positivo pero con caídas más que notables de los beneficios, y otros que directamente, como el Popular, se apuntan pérdidas de casi 2.500 millones tras un cuarto trimestre en el que se superaron los 2.700 millones de números rojos por el aporte de provisiones. Y falta el remate. La madre de todos los resultados, los de Bankia tras su recapitalización, que hasta septiembre acumulaban ya más de 7.000 millones negativos.

Provisiones

Los argumentos aportados para este descalabro, los ya conocidos, esas decenas de miles de millones de provisiones aportados, motu proprio, ante el aumento de la morosidad de los créditos y, de manera obligada, para cumplir con las exigencias de los dos Reales Decretos del Gobierno tendentes a cubrir las eventuales pérdidas de la exposición inmobiliaria. Y, todos, aunando criterios sin fisuras, mirando al presente ejercicio como el del inicio de la recuperación.

Pero si se analizan en profundidad las cuentas se puede percibir un asunto que no controlan, que se les escapa de las manos, como es el del continuo aumento de los activos inmobiliarios adjudicados, salvo excepciones como la del Santander.

Entrada de pisos

Se explayan en ofrecer datos sobre los muchos inmuebles vendidos y lo obtenido por ellos, pero, en cambio, brillan por su ausencia los análisis relativos a ese hemorragia que supone la imparable entrada de pisos y más pisos, solares y otros inmuebles. Solo Santander, Sabadell y CaixaBank aseguran haber vendido 30.000 inmuebles por unos 6.500 millones.

Cojamos el caso de CaixaBank, la entidad presidida por Isidro Fainé. Si se incluye la aportación de Cívica, los 5.088 millones de euros netos de la cartera de activos inmobiliarios adjudicados suponen un 77,6% más que los existentes en diciembre de 2011.

El caso de CaixaBank

Pero, al margen de los 1.713 millones aportados en la integración, CaixaBank, por sí sola, ha visto cómo la entrada de nuevos inmuebles triplicaba el valor respecto a los de hace un año, de 1.140 a 3.375 millones, y eso que el porcentaje de cobertura aumentaba en casi diez puntos. El grueso de estos inmuebles proviene de las garantías de los créditos que los promotores no han podido afrontar, especialmente edificios terminados –viviendas en su mayoría– y suelos, en este caso más sin edificar que ya edificados.

Son variables sobre cuya evolución no se puede hacer previsión alguna, pues están sujetas a que los hipotecados, tanto promotores como particulares –la entrada de pisos procedentes de embargos se han quintuplicado, superando su valor los 1.000 millones– puedan afrontar los vencimientos. Y, en el caso de CaixaBank, sigue habiendo, con integración incluida, casi 27.000 millones prestados al promotor cuya devolución no resulta segura, especialmente esos 15.000 millones, el 44,22%, que ya han entrado en mora, y que en muchos casos sus garantías terminarán en el balance del banco.

Morosidad del crédito promotor

La gran incógnita a corto y medio plazo es comprobar la evolución de la morosidad del crédito promotor, pues de ello dependerá que sigan o no aumentando las provisiones. Y es que el riesgo es enorme, toda vez que estamos hablando, a pesar de la reducción practicada, de 280.000 millones de euros los que todavía tienen que devolver las empresas inmobiliarias al conjunto del sistema financiero. De momento, hasta noviembre, ya había 85.000 millones en riesgo de no ser devueltos, y nada hace pensar que esa cantidad no vaya a aumentar en los próximos meses. ¿Hasta dónde? No se sabe, pero margen hay.

Economía Digital

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