De indocumentado a rey de la arepa en España

llegó a España sin papeles, repartió flyers, pizzas y cargó sacos de arena. Ahora gestiona seis restaurantes de arepas, el fast food típico de Venezuela

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La de Edgar Rodríguez pudo haber sido la historia de un inmigrante más. Llegó a España como cualquiera: para buscar una mejor calidad de vida, huir de la delincuencia y la escasez de su Venezuela natal. Cuando se instaló en Madrid, no tenía permiso de trabajo y tuvo que repartir flyers de discotecas en la Puerta del Sol, entregar pizzas a domicilio y cargar sacos de arena en la construcción.

Pero su destino cambió el día en que decidió dejar de trabajar para otros y emprender su propio negocio. Lograr que un local de comida dé beneficios desde el primer día es una tarea casi imposible. Pero Rodríguez tuvo suerte de principiante. O más bien, su plan de negocio bien elaborado y su trabajo atrajo a la supuesta suerte del novato.

Hace cuatro años montó en un diminuto local en el madrileño barrio de Chueca. Una arepería, un restaurante que vende el plato más típico y conocido de Venezuela. Son tortillas de maíz redondas con rellenos de todo tipo: queso, carne guisada, pollo con aguacate y mayonesa. Son restaurantes de alta rotación, la arepa se sirve y se come rápidamente, incluso de pie. Con un presupuesto mínimo tenía que rendir al máximo: debía reembolsar los 16.000 euros que logró con un préstamos bancario.  

Y lo logró. Su mujer, Sonsoles García-Rendueles, concibió la marca, hizo el marketing y creó el nombre. Ella ha sido el pilar fundamental para la expansión de la red. Con estudios de publicidad y un MBA, García-Rendueles estaba convencida que si el kebab se había impuesto como plato rápido y sencillo, la arepa (mucho más sana, bajo su percepción) tenía un potencial enorme.

El rey de la arepa montó su primer local con un crédito de 16.000 euros. Ya tiene seis locales y un obrador que no da abasto

La arepa es el fast-food sano y tradicional de cualquier hogar venezolano. Era desconocida cuando Rodríguez llegó a España pero ha ganado popularidad entre los clientes locales. “Hasta ahora no he conocido a ningún español que no le guste una arepa”, asegura. Su primer local, Arepa Olé, dio paso a seis más, cuatro de ellos en modalidad de franquicia. Pero el éxito lo ha desbordado. Su obrador fue concebido para abastecer diez restaurantes.

Pero con seis locales abiertos ya desborda la capacidad. Ha tenido que desechar las ollas de 30 litros y ahora comienza a trabajar con ollas industriales de 150 litros para proveer los rellenos de las arepas a los cuatro locales de Madrid, los de Sevilla y Granada. Y ya se prepara para dar cobertura a las próximas tiendas: Barcelona, Valencia y Málaga.

“Estamos produciendo unas 500 arepas al día, que pueden llegar a 1.000 unidades los días de mayor consumo. Con el último local, en el centro comercial Sambil, desbordamos todas las previsiones. Tuvimos rotura de stock y trabajamos a marchas forzadas”, explica Rodríguez.

Buscavidas desde los 12 años

Comenzó su carrera de comerciante cuando apenas era un adolescente. Con 12 años vendía productos Herbalife y Amway a sus tías, su madrina y a las amigas de su madre. Con ese dinero compró su primer reloj, todo un lujo al que difícilmente tendría acceso con el único sueldo de la casa. Su madre hizo de padre y madre, como ocurre en muchas familias en Venezuela. Y por eso también creció con limitaciones, con el dinero justo, con la comida contada en la nevera.

A partir de los 18 años comenzó a trabajar en Yogen Fruz, una franquicia de yogurt helado, en Venezuela. Después le siguió un puesto de cajero en empresas de envíos de dinero y con 26 años montó su pequeño quiosco. Al llegar a España tuvo que acelerar su ritmo de trabajo. “Llegué a tener tres trabajos al mismo tiempo. En la mañana, vendía seguros en Helvetia, luego vendía publicidad en el diario gratuito Sí se puede y por las noches repartía flyers de discoteca”, explica Rodríguez que también fue peón en la construcción, un empleo que le ocasionó una hernia.

Tuvo que hacer cursos de estudiante para regularizar su situación, pero nunca dejó de trabajar. En la calle, en las plazas y en la obra fue descubriendo al país de acogida, la cultura y costumbres, y con ese conocimiento, ideó su negocio. “Aunque es un local de arepas, no lo concebí exclusivamente para el público venezolano. Quería un negocio donde los españoles descubrieran la arepa y hoy veo con satisfacción como los clientes de Madrid o de Málaga piden los rellenos con conocimiento: «dame una dominó» o una «reina pepeada», explica Rodríguez.

El éxito de la arepa ha llevado a Rodríguez a crear su propio foodtruck y también a importar utensilios para crear arepas caseras fácilmente. Y ha creado en China su propio aparato: el «arepa maker», que está agotado y pronto lanzará una nueva edición. En estos días, adelanta las obras de su negocio. Necesita expansión y mayor producción. El rey de la arepa nunca para. Siempre está en marcha como las planchas de su negocio que nunca se apagan y donde siempre se está tostando alguna arepa.

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