La comida rápida financia su expansión en España con minisueldos

Los impagos de horas extras y los falsos contratos de formación se extienden para asumir los altos alquileres y royalties

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El negocio de las franquicias de comida rápida ha tenido que ajustar costes para garantizar su viabilidad. Y dado que los royalties y los alquileres no pueden sufrir más ajustes, los franquiciados han tenido que recurrir al eslabón más débil: el trabajador.

Los empleados de cadenas de comida rápida como Burger King, Mc Donald’s o 100 Montaditos trabajan entre cinco y siete euros la hora, menos de la mitad de lo que exigen los trabajadores del sector en Estados Unidos para poner fin a las protestas. Pero los empleados se quejan de que las condiciones cada día empeoran, trabajan más de lo que estipula el contrato y las horas extras se cobran con un mes de retraso.  

El ajuste salarial también se ha traducido en la no renovación del personal más experimentado y en la sustitución de trabajadores cada vez más jóvenes. Los empresarios sacan cada vez más provecho del contrato de formación, creado por el gobierno de Mariano Rajoy para sacar del paro a jóvenes con poca preparación. Pero la modalidad de contratación ha sido aprovechada por el sector para abaratar la mano de obra, ya que exime al patrono del pago de las cuotas de Seguridad Social durante tres años.

Las dudosas horas extras

«Las condiciones de trabajo son de las más duras del mercado. Hay que servir los montaditos lo más rápido posible y sin parar, hacer caja y limpiar los lavabos. Y lo peor es que no te puedes equivocar porque por cualquier motivo buscan la excusa para no pagarte las horas extras», explica un extrabajador de un 100 Montaditos en Sevilla.

Los trabajadores de las cadenas de comida rápida no corren a cargo de la marca sino del franquiciado. Por eso, la política laboral y salarial difiere en cada establecimiento. «Los trabajadores están muy quemados. Empecé el negocio con 20 trabajadores y a los tres años, habían pasado más de 70. Es una rotación altísima, casi escandalosa. El encargado ganaba 1.250 euros brutos al mes y tenía un contrato de 40 horas semanales pero podía trabajar perfectamente 50 y hasta 60 horas. Y para colmo, tenía una enorme responsabilidad», explica José Zamarro, un exfranquiciado de la hamburguesería Foster’s Hollywood que tuvo que cerrar porque ni con los bajos costes laborales pudo mantener el negocio por los altos cánones de la franquicia. 

Los sueldos paupérrimos son la base de un modelo de negocio expansivo que necesita instalarse en ubicaciones con gran afluencia de público y, por tanto, exige el pago de costosos alquileres. Además, los derechos de uso de marca encarecen la gestión diaria. «El negocio implica demasiado trabajo para lo que se gana. Y los trabajadores sufren lo mismo que nosotros. Al menos conmigo están agradecidos porque les pago las horas extras el mismo día. Eso casi nadie lo hace en este negocio. Eso sí: lo pago en negro», explica el franquiciado de una cadena de comida rápida española que pidió no ser identificado.

Los franquiciados aseguran que si los empleados cobrasen sueldos dignos, acordes con las horas de trabajo que realizan, las cuentas no saldrían. En el fondo –explican–, el modelo de negocio no se basa en la cerveza barata o en las hamburguesas de bajo coste sino la hora de trabajo: entre cinco y siete euros la hora. 

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