Las aceleradoras de start up, el ‘todo en uno’ de los emprendedores

La iniciativa privada encabeza el apoyo a la emprendeduría en un entorno de recortes institucionales y falta de crédito

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Tener una idea. Pensarla. Parirla. Encontrar inversores y convencerles. Hacer de un sueño una empresa rentable y reportar beneficios a quiénes apostaron por ella. El número de nuevos emprendedores se ha multiplicado en los últimos años al calor de la crisis y, con él, el de las organizaciones destinadas a filtrarlos, ayudarlos e impulsarlos en su crecimiento. Términos como aceleradoras de start up, incubadoras de empresas o viveros de emprendedores florecen en un entorno nuevo en el que, cada vez más, hace acto de presencia el capital privado. Con el paro y la sequía crediticia como telón de fondo y varias generaciones dándole a la creatividad empresarial, nombres como Founder Institute, Inlea Foundation o SeedRocket peinan el mercado de proyectos a la caza del Larry Page o el Mark Zuckerberg de este lado del mapa.

El modelo es simple, aunque sujeto a variantes: las aceleradoras seleccionan el proyecto o empresa joven de entre las candidatas, le dan formación en su plan de negocio y facilitan su acceso a la inversión. Un todo en uno entre las escuelas de negocio, la financiación que otrora hacía la banca y el networking. En la especialización y medios disponibles para cada uno de estos pasos radica la diferencia. Modelos como los de la Inlea Foundation, SeedRocket o, sobre todo, el Founder Institute, se centran en dar consistencia a la idea mientras que incubadoras como Wayla (Telefónica) o BStartup (Banc Sabadell) se enfocan en empresas ya creadas a las que ofrecen espacio físico y orientan en la inversión.

Sectores tecnológicos

En un mundo de redes y contactos globalizados, los proyectos relacionados con las TIC ocupan el 99,9% de la atención de estas intermediarias entre la idea y el capital para hacerlas realidad. Incubadoras dependientes de grandes corporaciones como Wayra o grupo de inversores privados como Conector, la incubadora del televisivo Risto Mejide, tienen claro que el objetivo último de su actividad está en sectores como la web 2.0, el software, las aplicaciones móviles, los juegos o los servicios web en una dinámica que confirma que el futuro económico pasa por la innovación y la tecnología.

Apostar por el emprendedor o la idea

Los proyectos aterrizan en las aceleradoras de la mano de convocatorias como los campus de emprendedores (SeedRocket), a través del envío de un resumen ejecutivo (Conector, Lanzadera) o, incluso, por el perfil de sus creadores. Para Founder Institute, el interés está en el perfil emprendedor y no tanto en el proyecto, por lo que su primer filtro es un examen psicotécnico: “Hay muchas buenas ideas pero no personas capaces de llevarlas a cabo, que se crezcan en entornos creativos y de incertidumbre. La gente que emprende por obligación no es nuestro target”, puntualiza Urs Rothmayr, desde la sede de la firma en Barcelona.

El segundo filtro para esta aceleradora norteamericana es el dinero. Al contrario que otras fórmulas de acceso gratuito, participar en la formación presencial, nocturna e intensiva y acceder a la red de más de 1.300 mentores internacionales del Founder Institute cuesta 850 euros que se devuelven si el alumno no está convencido tras asistir a dos sesiones. El programa incluye formación práctica y contacto con altos perfiles internacionales con los que elabora el plan de empresa y se presenta a inversores. Estos primeros contactos, entre los que resuenan nombres como Rodolfo Carpintier (DAD) o Phil Libin (Evernote), son compatibles con la posterior entrada en incubadoras como Wayra a las que se accede, incluso, desde una posición de privilegio.

Apoyo a cambio de acciones

Como contraprestación, casi todas las aceleradoras de empresas piden una participación en la sociedad resultante cuya cuantía y condiciones difieren según el caso. Para Conector, la cifra va del cinco al 10% al que hay que sumar otro 5% para mentores y un porcentaje de descuento (entre el 25% y el 30%) en las acciones en la fase de inversión; en Wayra está entre el siete y el 10% mientras que en el Founder Institute el acuerdo es de un 3,5%, que se reparte entre el propio instituto, los mentores y una bonus poll formada por los participantes de esa edición para que todos sean accionistas del proyecto del resto. Sólo Lanzadera, la aceleradora de start up impulsada por Juan Roig (Mercadona), no entra directamente en el accionariado.

Empresas como Aomm, Habitissimo, Offerum, Biddus o Iberuss son ejemplos de la aceleración de estas organizaciones. Para muchos emprendedores, la única vía de salir adelante frente al recortado apoyo institucional y un entorno bancario paralizado por la crisis.

Economía Digital

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