Las grandes empresas se enrocan detrás de Rajoy por miedo a la balcanización de España

El mundo económico considera que el PP, Ciudadanos y el PSOE "están condenados a entenderse", y que unas nuevas elecciones sólo podrían beneficiar a Podemos

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El poder económico actual, fruto de la mayor concentración de capital de la última centuria, juega fuerte en su respaldo a Mariano Rajoy. Los grandes patronos de la industria y la banca y sus analistas implicados en el mundo académico o en los foros de opinión empujan a un acuerdo entre los dos grandes partidos, sobre la base de que al ganador del 20D le corresponde la presidencia.

Descartada la Gran Coalición, la alternativa del posible acuerdo de las izquierdas parece inviable porque supondría para el PSOE aceptar las condiciones de Podemos, brazo de la España plurinacional a través de sus segundas marcas territoriales y vehículo de alianzas en curso con el soberanismo catalán, el auténtico Armagedón de la España encastillada.

El mundo empresarial sabe que el PSOE no duraría ni tres meses gobernando con una alianza de cinco partidos -entre ellos Esquerra- mucho más cuando sus barones, Díaz y García-Page, abominan de Podemos, el partido disruptivo que busca la eficacia inmediata de la voluntad popular. En los cuarteles generales de las grandes corporaciones se trabaja con la hipótesis de que no se repetirán las elecciones bajo ningún concepto.

El riesgo de Podemos

Los centros de poder de la economía saben que la repetición les favorece sin rodeos: «de repetirse los comicios, el PP se haría con la mayoría, Ciudadanos se iría al garete, mientras que el PSOE sería alcanzado por Podemos, la nueva izquierda que, a campo abierto, se come a la socialdemocracia», explica un analista vinculado a uno de los think tanks más importantes.

Por reducción, «PP, PSOE y Ciudadanos están condenados entenderse», dice el mantra de la última reunión anual en la mayoría de los comités de dirección de los grandes grupos privados. Y no es casual que su portavoz, Albert Rivera, haya sido el primero en formular este acuerdo. La economía habla el lenguaje de sus élites. Estas últimas, diseminadas sobre la arquitectura laberíntica del Ibex 35, se manifiestan en instancias eficientes como el Consejo para la Competitividad (Telefónica, Repsol, Inditex, Endesa y la banca, todos ellos con el 70% de la capitalización de la Bolsa española) o en organizaciones graníticas, como la patronal CEOE, cuyo presidente, Juan Rosell, urgió al «equilibrio gubernamental en torno al ganador», en la ceremonia de los premios Ferrer-Salat, celebrada el pasado martes 22, en Barcelona.

Gobierna «el que ha ganado»

La CEOE utiliza su batería territorial (Fomento, Confebask y especialmente la Cierval valenciana) para celebrar anticipadamente la investidura de Rajoy, si esto sirve para dejar afuera a Podemos, «el auténtico peligro de la balcanización de España», según mensaje salido de su Junta Directiva.

Por su parte, los nidos analíticos financiados por empresas (Instituto de Estudios Económicos, Real Instituto Elcano o la Fundación Botín, entre los mejores think tanks ) adocenan su mirada cuando el patrocinador marca el camino. A su cabeza, José Luis Feito, azote del populismo económico, recuerda que las reformas estructurales solo seguirán «si gobierna el que ha ganado».

Este economista brillante, ex del Fondo Monetario y ex del Ministerio de Economía, es la cabeza pensante de la derecha económica y probablemente tiene reservado un sitió al lado de Rajoy, después de la investidura. Como economista del Estado, Feito es un engarce entre el mundo de la empresa privada y los altos funcionarios del Banco de España, reino de la ortodoxia, pero también feudo del entreguismo al Gobierno Rajoy practicado por el gobernador del organismo Supervisor, Luis Maria Linde.

La incertidumbre en los centros de investigación

En el paquete de los profesionales e investigadores que hoy participan activamente en el debate político a la sombra de los partidos, se encuentran los patronatos empresa-estudios superiores, los consejos sociales y fundaciones universitarias o los centros de transferencia de tecnología, con ejemplos como la Politécnica de Catalunya, los convenios público-privados del Centro Superior de Investigaciones Científicas, el Instituto de Investigación Biomédica así como otros núcleos de excelencia de sectores muy específicos como el que genera, por ejemplo, Farmaindustria.

Estos organismos intermedios viven ahora envueltos en incertidumbres. La probeta está siendo barrida por el análisis político en un país que curiosamente aprobó sus Presupuestos Generales en el avant match, pero que dejó sin resolver las partidas presupuestarias destinadas al i D i. Destacan también las cátedras con naming de las escuelas de negocio (IESE, Esade); los foros de opinión (Joly de Sevilla, Círculo de Empresarios de Madrid, Círculo de empresarios Vascos y Cercle d’Economia) y buen número de los economistas teóricos doctorados en Stanford, Minnesota, Boston, London, etc., que engrosan las aulas y los organismos reguladores.

En los tres círculos hermanados (Madrid, País Vasco, Catalunya) o en foro Joly de los Benjumea en horas bajas, los mejores directivos coinciden con los análisis más finos. En el universo selectivo de los Vega de Seoana, Piqué, Oliu, Costas, Imaz, Bergareche Busquet, Sendagorta, Barrenechea o Marco-Gardoqui, reina la inevitabilidad del acuerdo institucional, PP-Ciudadanos-PSOE.

Respeto por la independencia de los políticos

Por su parte, los grandes conglomerados han vuelto a disolverse en el silencio, pero con las ideas puestas en el mismo escenario por parte de los Alierta, Fainé, González, Brufau, y Ortega. La preocupación de las empresas de mayor capitalización ya no es la incertidumbre –nuevas elecciones o pacto bipartito- sino equilibrio institucional hacia fuera, ante la Comisión, el Eurogrupo y el BCE, y estabilidad regulatoria en las tarifas y los precios políticos que definen los márgenes y la futura inversión del modelo económico español.

La autonomía de lo político ha dejado de ser un dolor de muelas para convertirse en un cólico nefrítico. Los empresarios someten la eficacia de la cosa pública a la inmediatez. Lo políticamente correcto pasa por entender la representación como un gesto poco sincero. Quién disiente tiene razón, y de ahí que el mundo económico nunca pone buena nota a los políticos a los que en realidad se les deja solos ante papeletas irresolubles creadas por la ciudadanía.

Después del 20D, la escena política se encuentra asediada por dos formas de resistencia: en un lado, el bipartidismo, donde el PP y el PSOE se debaten en una batalla por el control institucional de los aparatos del Estado; y, en el otro lado, la emergencia de Podemos, que busca un nuevo sujeto cuando ya no le vale solo enardecer.

El PP se mantiene en pie

En el mundo bipartidista, la voluntad de la mayoría salida de las urnas es un premio a la mercadotecnia partidista. Para Podemos, en cambio, la mayoría significa un epígrafe de la multitud, el receptáculo de las nuevas hegemonías que se dirimen de abajo arriba. Sobre el mapa español de los sufragios, ha quedado claro el sorpasso del arco mediterráneo bajo el influjo de Podemos, pero también el sostén del PP.

Pese a su descalabro de 3,5 millones de votos perdidos, el partido conservador se mantiene en pie: domina en 40 de las 52 circunscripciones electorales del 20D. Las dos Españas siempre latentes se manifiestan entre el centro del país, -con islas como Lugo, Ourense y Cuenca, ejemplo de feudos mineralógicos del PP- y zonas metropolitanas en las que se amontona gran parte del voto juvenil descontento.

La responsabilidad se traslada a Pedro Sánchez

En estos ámbitos, triunfa lo que los politólogos llaman la «despolitización involuntaria», porque haber sido víctima del subempleo no es un salvoconducto para el éxito. La víctima no se convierte en héroe por generación espontánea, como saben bien los millones de ciudadanos prisioneros de contratos laborales en condiciones de extrema precariedad, lejos todavía del ansiado minijob a la alemana. La España económica ha trasladado la responsabilidad a Pedro Sánchez, el líder del segundo partido al que no le queda otra que envolver al PP, aunque de momento haga ejercicios de galería tratando de formar una alianza de izquierdas y encajes.

En la segunda vuelta de la investidura, se visibilizará el «pacto desencantado pero válido», a criterio del presidente de un gran banco. Rajoy esperará en la espesura a que transcurra el fin de semana navideño tras el cual el PSOE celebra su Comité Federal. Sánchez dice que en su partido manda la Secretaría Política, frente al criterio de Susana Díaz y Emiliano García-Page.

Podemos, con Piketty

El PSOE implosiona. Y Podemos argumenta que, si Sánchez no manda en su partido, «deberíamos buscar un independiente de prestigio» que garantice los derechos humanos y el cambio constitucional que demanda la sociedad en un cuatripartito imposible.

Para certificar que se postula como el referente de la izquierda, el líder de Podemos radicalizó esta postura con su propuesta «todos contra Rajoy» en un artículo publicado esta semana en el Huffington Post y titulado «A Pedro no le dejan». Thomas Piketty y la Escuela de París, con el Nobel Jean Tirole a la cabeza, son ahora los nuevos valedores indirectos de Podemos. El Podemos del euro acecha, y de ahí la prisa de los poderes fácticos por empezar la nueva legislatura con Rajoy en Moncloa.

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