Pequeños cerveceros españoles hacen trampa con la gama artesanal

Al menos seis productores que promueven el producto artesano y "de la tierra" producen en plantas de República Checa, Bélgica y Alemania

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No toda la cerveza artesanal y de proximidad es lo que parece. La moda de la cerveza producida a pequeña escala y con métodos artesanos ha llevado a emprendedores y pequeñas cerveceras españolas a ofrecer productos en el límite del engaño.  

Al menos seis cervezas supuestamente «de la tierra» y fabricadas con métodos artesanales no resisten una mínima comprobación de etiquetado. La marca Brava, que ha querido ser la cerveza de la Costa que lleva su nombre, comenzó como una pequeña cervecería que produce con ingredientes naturales y que se vendía como un producto Premium y de calidad artesanal.  

Pero el aumento de la producción, catapultada por una campaña viral en redes sociales en la que se mofaban de los anuncios de Quim Gutiérrez con Estrella Damm, obligó a Brava a delegar su producción en la República Checa. La cerveza casi casera y de pueblo terminó convirtiéndose en una producción delegada en plantas de fabricación en Europa del Este.  

No es un caso único. La cerveza Estelada también nació como un producto que vendió desde sus inicios la proximidad como valor máximo. La bebida, lanzada por tres emprendedores catalanes, prometía –además– donar parte de los beneficios a la causa independentista. Pero la cerveza que hizo bandera de lo nacional terminó enviando su producción también a la República Checa.  

Mercado en crecimiento  

Balearis, otra cerveza creada como emblema de región, se fabrica en Alemania, mientras que Aora, una marca lanzada por emprendedores de El Bierzo (León) ha reconocido que, pese a vender la cualidad de producto local, la cerveza se fabrica en plantas belgas.   

«Los productores que venden cerveza tradicional que no lo es causan un grave perjuicio a todo el sector. El consumo de este tipo de cerveza es minoritario pero entiendo que puede generar preocupación entre los grandes fabricantes industriales porque cuando un consumidor prueba una cerveza artesanal, por lo general no regresa a la industrial», explica Manuel Busutil, propietario de la tienda La Buena Cerveza, en Madrid.  

Las ventas de cerveza artesana –o vendida como tal— ya supone nel 15% del total en Estados Unidos donde Mahou compró el 30% de la marca Founder, fundada por un grupo de emprendedores estadounidenses. «Me parece que el acercamiento de las grandes cerveceras a esta categoría es positivo para el mercado e inteligente para ellas», explica Jordi Luque, que escribe en el equipo de El Comidista, del diario El País. Luque revolucionó al mundo de la cerveza artesana con su artículo Contra los talibanes de la cerveza artesana en el que el autor cuestionaba el sabor de las cervezas lámbicas y reivindicaba que una caña no deja de ser eso: sólo una caña. 

La cerveza artesanal debe tener una base de malta (el productor realmente artesanal no añade maíz, arroz ni otros cereales con el propósito de abaratar costes) y también debe contar la supervisión del maestro cervecero en un proceso productivo no industrial. El consumidor entrenado suele captar de inmediato la preferencia. Pero no todos. Algunos asistentes al Barcelona Beer Festival confundieron una cerveza de marca blanca de Mercadona con una cerveza artesanal.

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