Saül Gordillo o si Carles Rahola, Gaziel y Eugeni Xammar levantaran la cabeza

Los acuerdos entre Convergència y Esquerra llevan al periodista Saül Gordillo a la dirección de Catalunya Ràdio

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O de cómo una generación de excelentes periodistas, como el mismo Saül Gordillo, se han pasado al subvencionismo sin fisuras y a los órganos de agitación y propaganda del Procés. Por mucha metáfora que se le ponga al asunto, los Kerenski, Molotov o Lunacharski no tienen nada que ver con la botiga confitera de Terribas y Saül, que nace de la consigna y vive del Aparato. Gordillo es el nuevo director de Catalunya Ràdio, tras los acuerdos en el seno de Junts pel Sí, entre Convergència y Esquerra.

El Procés no es precisamente una revolución social, sino un modelo patriótico basado en el resentimiento y el sectarismo. Desde luego no representa la legítima aspiración independentista de muchos ciudadanos inocentes. Dirán que la soledad alimenta el ego. Y será porque desconocen a Eugeni Xammar, el auténtico soldado de las letras, que debería ser el ejemplo histórico de la generación que atravesó la Guerra Civil, los Gaziel, Pla, D’ors y compañía, fueran autoexiliados del Eixample o provenientes de Burgos en la España Nacional.

El soberanismo exhibe sin vergüenza la perdigonada en un ala. Es el sí pero no. La barricada de fin de semana o el voy a la calle y vuelvo con el farcellet, que hoy tengo «els macarrons de la tieta». Saül será la voz de su amigo, el president Carles Puigdemont, ex camarada de armas en El Punt Diari. ¿Dónde metemos ahora el «soy falible pero insobornable» de Gaziel que festoneó Puigdemont en su primer discurso?

En la paz del cementerio marino, refunfuña Carles Rahola i Llorens, mártir y editor de El Autonomista, fusilado por Franco en 1939. Saül Gordillo conectó con el aparato de propaganda del Régimen en 2003, cuando Miquel Sellarés era el secretario de comunicación del Tripartito y le aplicó el primer grado de la catequesis indepe.

El trayecto Sellarés tiene miga: con Pujol había sido director general de Seguridad Ciudadana y responsable de la puesta en marcha de los Mossos; allí aprendió lo útil que puede ser la información a la hora de conocer las debilidades particulares de sus enemigos.

Saül ha tenido un maestro que ríete del sobrino de Rameau, de Cándido o del joven Törless. Empezó cuando el catalanismo de izquierdas rompía moldes con todas las reservas del propio Maragall («es la primera vez, en tiempos de paz, en la que la vindicación nacional se une a la social», dijo Pasqual entonces).

La independencia hace extraños compañeros de cama. Y es que al calor de la subvención el mundo mediático poco respondón es más fiable que la dichosa sociedad civil del Òmnium y la ANC. Desde luego, la de Jordi Sánchez, Forcadell, Muriel y compañía no es la sociedad civil de Gramsci; no va de abajo arriba, sino al revés. Saül lo sabe; se ha convertido en un experto de señalar para justificar, justo el camino contrario del que pregona el periodismo de investigación de raíz anglosajona. En Catalunya, si perteneces al Aparato, tienes las noticias prohibidas por el médico. El confort le gana la partida al riesgo.

Desde las fundaciones sellerísticas, Centro de Documentación Política, Opinió Catalana o Listerri, apenas se roza la sotana de algún cardenal. Cuando se trata de información pre-manufacturada nada mejor que los bufetes, como Uría Menéndez, que dan de comer a los endomingados levantadores de scoops madrileños.

Saül Gordillo ha sido colega de Puigdemont en Catalunya Today y administrador de Doble Utopía, nada que ver con la égloga pastoril de Tomas Moro ni con la aventura jesuítica de Juan Nepomuceno García Nieto. Saúl es un fundamentalista del continente, la patria; no del contenido, su gente. En los últimos años de su carrera ha desempeñado con éxito el cargo de jefe de contenidos digitales de El Periódico. Pero vuelve al redil, al zapato estrecho de puritano empeine.

Como máximo responsable de Catalunya Ràdio tendrá tiempo de medir y desbrozar, como hizo Gaziel en sus años de postguerra oscura, al frente de la Editorial Plus Ultra en Madrid, pero recreando siempre la Barcelona del Glaciar y la Puñalada. La caída galopante de nuestra economía es la antesala de la Barcelona de Virginia y sus señoritas de compañía.

Olvidado el Palau de Felix Millet, el Procés nos llevará en volandas camino de la Parrilla del Ritz, tabulario de espías, guateques y puestas de largo. Vienen tiempos oscuros.

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