Valls, enrocado con el establishment

Los iconos de la Cámara, Foment, Fira y Turismo de Barcelona cierran filas en torno al presidente de la institución

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La Cámara de Comercio de Barcelona cerró filas ayer con su presidente Miquel Valls, en una votación (40 a 17) a favor del establishment.

El comité ejecutivo de la corporación está integrado por un mix de Cámara, Fomento del Trabajo y Fira Barcelona, que ayer cumplió la misión de salvar la gestión frente a las críticas vertidas por Ramón Masiá, uno de sus miembros, en un documento conocido de antemano.

Los hombres de Valls, como Enrique Lacalle (Fira) y José Luis Basáñez (vicepresidente de Fomento y ex consejero de Economía de la Generalitat) y Joan Gaspart (Gremio de Hoteleros, Turismo de Barcelona). El documento de Masiá fue rebatido por Miquel Valls en una intervención muy extensa, mientras que el primero solo tuvo la palabra durante tres minutos.

Al ser apercibido por el secretario de la corporación sobre la duración excesiva de su mensaje, Masiá abandonó la sala con estrepito, atravesó el patio interior del Consulat del Mar (sede histórica de la institución) y alcanzó la calle sin dar explicaciones.

El hombre de los entresijos

Masiá entró en la Cámara de Comercio de Barcelona hace más de un década, bajo la presidencia de Antoni Negre; son conocidos los lazos familiares que les unen. Tras la retirada de Negre, Masiá pasó a formar parte del círculo íntimo de Miquel Valls, a quien había ayudado de forma decisiva a llegar a la presidencia.

Es el  hombre que mejor conoce los llamados epígrafes camerales (los ramos de la industria y los servicios que están presentes en la corporación) y por lo tanto domina la naturaleza del voto censitario, no democrático ni sufragista, que existe en este tipo de instituciones.

Sin embargo, el tiempo y los desacuerdos han deteriorado la relación Valls-Masiá. Contando también con otro elemento: la presencia del hotelero Joan Gaspart, que, aplicando la democracia futbolística, ha sido monaguillo antes que fraile en la Cámara de Barcelona. Navega con facilidad  sin desdoro en la institución que ya encumbró a Joan Gaspart padre, cabeza visible del emblemático Palace de Gran Vía durante los «años de penitencia». Al consolidarse la relación entre Valls y Gaspart, puede decirse que Masiá sobraba. 

La cuestión soberanista

El plenario de la Cámara Barcelona tenía ayer en su orden del día un segundo punto de cariz político y no menos polémico. Ramon Carbonell el presidente de FemCat, increpó a Valls por la no participación de la Cámara en la reunión de organizaciones empresariales realizada semanas antes de las últimas elecciones junto a la figura del president,  Artur Mas.

Aquella reunión a la que Mas confundió como todo el empresariado catalán, se convirtió en una proclama a favor del soberanismo. Femcat es una fundación cuyo patronato filoconvergente está compuesto por empresarios que simpatizan con el proceso soberanista.

En nombre de la ejecutiva cameral y en el suyo propio, Valls respondió a Carbonell que la Cámara no participó en aquel aquel acontecimiento para no comprometer la imagen política de la entidad. «La Cámara debe ser escrupulosamente neutral», dijo Valls. Y eso sí provocó unanimidades de un plenario que ha perdido potencia, pero no presencia ni influencia.

Sin bajar los brazos

Cuando las cuotas eran obligatorias y perseguibles por la Agencia Tributaria (las empresas pagaban una especie de impuesto revolucionario), el presupuesto cameral recordaba la Junta de Comercio del Carlos III, el Rey reformador. Replicaba los mejores tiempos del desarrollismo en los que las antiguas cámaras de comercio e industria se fusionaron (1966), poniendo punto y final al enfrentamiento secular entre librecambistas y proteccionistas.

La Cámara es la casa de la economía; de la economía con más vitalidad exportadora del Estado. Sus trifulcas encienden el panorama civil catalán en el Salón de Cónsules o en el antiguo parqué de los cambistas, bajo las bóvedas del mejor Gótico catalán. A pesar de que el despotismo de Zapatero y Rajoy impuso la Cámara de Comercio de España (presidida por el catalán José Luis Bonet), la corporación barcelonesa no quiere bajar los brazos.

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