Los asesores deberán informar sobre las características ESG de los productos en cartera

Expertos en inversión sostenible analizaron las nuevas regulaciones que afectarán al sector en un encuentro multimedia organizado por INVERSIÓN

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El avance imparable de la inversión sostenible ha provocado que los reguladores en distintas partes del mundo desde Singapur hasta Bruselas hayan decidido dar el paso de diseñar un marco legal que sirva para homogeneizar criterios y ofrecer garantías a los inversores.

Europa es “líder” en este campo, gracias a los esfuerzos de la Comisión Europea, que esta primavera definió una taxonomía (una clasificación de las actividades consideradas sostenibles) y que prepara otros instrumentos para avanzar en este campo, según explicó Andrea González, subdirectora de Spainsif (el lobby que promueve la inversión sostenible en España), en un encuentro multimedia organizado este jueves por la revista INVERSIÓN.

Entre las herramientas que ultima Bruselas, destaca un “ecolabel” o etiqueta para productos sostenibles destinados al cliente particular, que obligará a que un 60 por ciento de las actividades del mismo estén en línea con las definidas por la taxonomía, según aseveró González en el mismo foro.

Asimismo, “se espera una revisión de Mifid II que obligará a los asesores a preguntar a sus clientes sobre sus preferencias sobre sostenibilidad y a informarles sobre las características de los productos que tengan contratados con respecto de los criterios ESG”, añadió durante la ponencia inaugural del evento, titulado “Social Money. Inversiones ESG en los mercados actuales”.

La industria, a favor de la homogeneización de criterios

Estos esfuerzos por parte de Bruselas han sido bien recibidos en la industria, según relataron los otros expertos presentes en el evento multimedia, representantes de tres gestoras internacionales con gran trayectoria en el ámbito de las finanzas sostenibles.

“Ya era hora de que el marco regulatorio evolucionase para poner un poco de orden, para regular y acompasar hacia dónde vamos todos. Para comparar peras con peras y manzanas con manzanas”, opinó Lorenzo González, director de ventas institucionales de Nordea AM.

“El homogeneizar la información es uno de los grandes talones de Aquiles que teníamos en la sostenibilidad. Y, ahora, con la taxonomía podemos sacar pecho. Todavía no está completa pero los europeos somos los primeros en hacerlo y podemos estar orgullosos. China se ha acercado a Europa para ir por esa misma vía”, añadió Beatriz Rodríguez Sanpedro, directora de ventas de Fidelity.

“Europa es claramente pionera”, corroboró por su parte Sébastien Senegas, responsable de Edmond de Rothschild para el sur de Europa.

La lucha contra el ‘green washing’

Este tipo de nuevas herramientas han surgido para luchar contra lo que en la industria se conoce como ‘green washing’ (o lavado de cara verde, en inglés).

El ‘green washing’ son las malas prácticas de empresas que describen los productos, bienes o servicios como sostenibles cuando realmente no lo son (un fenómeno que ha surgido en un contexto de mayor sensibilización de la sociedad hacia este tipo de temas).“Se entiende que es una práctica muy vinculada al marketing y a la comunicación no responsable”, según explicó Andrea González.

Pero, ¿cómo pueden los inversores distinguir los productos que son sostenibles de los que realmente no lo son?

Senegas relató que hay países que cuentan con sellos específicos sobre sostenibilidad pero, a falta de ellos en España, es preciso examinar con detalle la gestora en cuestión para ver si de verdad está comprometida con la inversión socialmente responsable (o ISR).

Un indicador en este sentido es el de contar con ratings propios de sostenibilidad y no depender exclusivamente de proveedores externos; así como disponer de un equipo propio de analistas dedicados exclusivamente a analizar las políticas de sostenibilidad de las empresas.

Equipos de analistas especializados

En precisamente el caso de las tres gestoras representadas en la mesa de debate: FidelityNordea AM y Edmond de Rothschild.

“Nosotros tenemos un equipo dedicado al cien por cien a estos temas. No tenerlo es como si los gestores gestionaran los fondos solo con los ratings de Moody’s o Standard and Poor’s”, afirmó Senegas.

Contar con un equipo y calificaciones propias también es importante para separarse del comportamiento de los índices y obtener una mejor rentabilidad, algo de lo que presume la inversión socialmente responsable.

“Al tener un análisis ESG consigues que, cuando analizas una compañía de renta variable, le metes una serie de componentes adicionales que, al final, te permiten calcular los flujos de caja con mayor exactitud. Al final, si entiendes la sostenibilidad como eficiencia de los recursos, significa que tienes una empresa que consume menos, que tiene menos costes, que se adapta mejor a los entornos cambiantes y que es capaz de capitalizar una tendencia”, apuntó Lorenzo González.

Y la pandemia de coronavirus ha evidenciado esta ventaja competitiva aún más, según apostilló Beatriz Rodríguez: “Lo que parecía al principio de la pandemia una venta indiscriminada, realmente sí ha discriminado por las compañías que integraban los criterios ESG en sus criterios de valoración”.

De este modo, las empresas que tenían mejores ratings ESG han superado en un 4 por ciento a sus índices de referencia; frente a las que tenían peores notas, que han quedado un 7 por ciento por debajo, según esta experta.

Economía Digital

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