El soberanismo busca en la calle el norte perdido en las instituciones

El independentismo convierte el aniversario del 20-S en un ejercicio de catarsis en plena parálisis del Parlament y de la Generalitat

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Siendo el president tan aficionado a la hipérbole —esa figura de estilo clave para entender los resortes del procés—, cualquiera sabe si Quim Torra habría recurrido igualmente a una declaración institucional como la improvisada ayer.

De no haber sido ayer 20 de septiembre de 2018, aniversario de la insurrección en Cataluña, ¿también habría convocado a los medios a seguir una alocución, con pompa y sin preguntas, diseñada para condenar a los jueces antisoberanistas?

Pero el caso es que lo era. El caso es que hacía un año de aquella masiva y tensa concentración frente a la conselleria de Economía para boicotear el registro policial ordenado por un juez en el marco de la investigación de los preparativos del 1-O. Y que, tras Torra, Carles Puigdemont también caldeó la jornada. Y que el Pdecat, tan removido estos días, también se sumó al calentamiento global. 

Se entiende. El 20-S es, tras la Diada, el segundo jalón de ese largo otoño caliente diseñado para camuflar, tras la sucesión de catarsis multitudinarias a pie de calle, la desorientación y la parálisis en la que están instalados tanto el gobierno de Torra como la mayoría independentista en el Parlament.

No, esta vez no hay nadie subido en ningún coche policial

Y la parroquia responde, otra vez. Si la concentración de hace un año colapsó todo el cruce de la Gran Vía y la Rambla Catalunya de Barcelona, la de este, también. Eso sí, si aquella estuvo punteada de momentos de alta tensión, ahora, pese a la indignación exhibida por organizadores y asistentes, todo discurre en esa calma como de fiesta familiar.

No, esta vez no hay nadie subido en ningún coche policial. A cambio, un improvisado director de orquesta, encaramado sobre una caja eléctrica, dirige entusiasta la interpretación a capella que los congregados hacen de L’Estaca y Els segadors. Esta vez, si la atención se dirige a las puertas de la conselleria es solo porque se han convertido en un santuario independentista, a base de lazos amarillos, banderas, un par de lonas gigantes desplegadas en la fachada con el lema “¡Seguimos determinados, venceremos!” y un espacio reservado para que la gente pegue post-its con mensajes dirigidos a los presos.

Mensajes de los presos

Cinco de ellos están destacados en el centro del espacio, firmados de puño y letra por sendos encarcelados: el vicepresident Oriol Junqueras, los exconsellers Meritxell Serret y Quim Forn y «los Jordis», Sànchez y Cuixart, que fueron detenidos a raiz de su actuación el 20-S, así que es a ellos a quien está dedicado el acto.

“Defenderemos siempre y pacíficamente las instituciones del país y la democracia. ¡¡Lo conseguiremos!!”, dice el post-it del primero. “Luchar es lo que da sentido a nuestras vidas, lo que nos hace sentir alguna cosa que se parece a la idea absoluta de libertad. Serenidad y coraje, ¡siempre adelante”, reza el del presidente de Òmnium Cultural.

La mayoría de los mensajitos que rodean a los de los presos tienen un tono similar, entre la consigna política, la autoayuda y las tazas de Mr. Wonderful, aunque también hay alguno críptico, como uno que solo dice “Perdona, Jordi” y hace fantasear con una intrahistoria suculenta, o alguno más beligerante, como el “Ni olvido ni perdón” que acaba colgar una señora con muleta y chanclas bien entrada en los cincuenta y cuyo aspecto no podría ser más inofensivo.

Cuixart y Sánchez recuerdan en una carta que «el éxito del 1-O se empezó a forjar aquel día»

El mural se ha ido llenando de mensajes desde la mañana, pero al arrancar el acto, el interés de la multitud se desplaza al escenario, empequeñecido, pese a todo, por un gigantesco anuncio que cubre las obras en la fachada del edificio de detrás y que promociona Las chicas del cable, la primera serie española de Netflix. 

Hay un par de actuaciones musicales —una de ellas, la inevitable versión de Que tinguem sort, el tema de Lluís Llach erigido en uno de los hits de la banda sonora del procés—, una intervención final de Torra, un presentador motivado y, sobre todo, las palabras de Cuixart y Sánchez, tan jaleadas cuando aparecen en pantalla, en imágenes de archivo, como cuando la cocinera Ada Parellada y el exdiputado de la CUP David Fernández leen la carta escrita a cuatro manos por los dos homenajeados.

Jurado popular

Antes, se ha pasado otro vídeo en el que desfilan consellers, diputados e incluso el teniente de alcalde de Barcelona Jaume Asens defendiendo la inocencia de ambos, como si fueran una sucesión de testigos de la defensa.

Esto, al fin y al cabo, es un juicio del pueblo, que ya se sabe que en la era de las redes sociales, y pese a estar siempre amañados, los juicios del pueblo, y sus sentencias, empiezan a tener mucho más tirón que los juicios a secas. Y este multitudinario y uniforme jurado popular, indistinguiblemente amarillo, tiene decidido su veredicto desde siempre: aquí no hay más culpable que el Estado español.

La unidad le dura al independentismo lo que le duran sus catarsis a pie de calle

«Ahí estuvimos y ahí estaremos», reza el lema de la concentración. No se pone en duda. Pero, acabada la protesta del día, ahí siguen estando también, irresueltos, los desencuentros internos del Pdecat, y el estira y afloja por su integración en la Crida de Puigdemont, y las tensiones en la ANC, y la batalla por los diputados suspendidos en el Parlament, porque la unidad le dura al independentismo lo que le duran sus catarsis a pie de calle. Claro que la próxima, el 1-O está a la vuelta de la esquina.

Y si hay algún impaciente, siempre quedan entretenimientos para atemperar la espera. Este mismo viernes, un show callejero de Toni Albà, de nuevo contraprogramando el pregón de la Mercè, la fiesta mayor de Barcelona, que se ve que le ha pillado el gusto. Así lo avisan los carteles desplegados a lo largo y ancho de los árboles y farolas de la zona, repleta del público objetivo al que aspira el belicoso cómico independentista. A eso se le llama visión de negocio, a ver si solo iba a haber publicidad de ese Netflix made in Spain.

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