Grecia accede a reformar ya las pensiones a cambio de un tercer rescate

El país heleno solicita 50.000 millones de euros para evitar la bancarrota y encarrilar una situación que ejemplifica la "impotencia colectiva de la UE" para resolver las crisis de la deuda, según Alexis Tsipras

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Grecia ha solicitado este mediodía el tercer programa de ayuda financiera al mecanismo europeo de rescate (Mede). Un torrente de liquidez de 50.000 millones de euros, que evitaría la bancarrota del país y su consiguiente salida de la moneda única. A cambio, el Gobierno heleno se comprometería a reformar ya mismo las pensiones, algo que en la última propuesta del 30 de junio, proponía posponerlo hasta octubre. 

Además, entre las reformas que contempla este nuevo plan está una nueva legislación fiscal que permita aumentar la recaudación de las arcas públicas de Grecia. En la carta enviada al Mede, firmada por Euclids Tsakalotos, recién nombrado ministro de Finanzas, también se cita la cuestión de la reestructuración de la deuda, pero de una manera genérica: Atenas «da la bienvenida a la oportunidad de explorar potenciales medidas que puedan ser tomadas para que la deuda de su sector público sea sostenible y viable a largo plazo». 

El rescate solicitado, más que un préstamo, se trataría de un programa completo de ayuda financiera sujeto a revisión y exámenes continuos.

Intervención en el Parlamento

Casi al mismo tiempo, Alexis Tsipras comparecía en el Parlamento Europeo, tres días después del referéndum que ha sacudido el continente y a pocas horas de que los líderes de la zona euro presentasen el primer ultimátum a Atenas: el domingo se acaba el plazo para el acuerdo.

Durante su intervención en la eurocámara, Tsipras ha analizado que «la crisis griega representa la impotencia colectiva de Europa a la hora de encontrar una solución a la crisis de la deuda». Ante un parlamento que lo ha recibido con una mezcla de aplausos y abucheos procedentes de la bancada conservadora, el primer ministro heleno ha destacado que en los últimos meses la delegación griega ha buscado «un acuerdo viable desde el punto de vista social y económico», que permita la salida de Grecia de la recesión, algo visto como una quimera hasta el momento.

Entre los asistentes en el hemiciclo estaban varios de los líderes continentales presentes en la reunión de este martes, como el presidente de Consejo, Donald Tusk, y el de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que dedicaron palabras muy duras y definitivas («el tiempo se termina esta semana, dijeron) a Tsipras tras la reunión. Antes de su entrada a la cámara varios diputados (entre ellos el español Pablo Iglesias) le han dado la bienvenida en la puerta del edificio.

Extrema derecha

Entre los apoyos recibidos por el gobierno griego, además de la izquierda europea, han estado los de la extrema derecha euroescéptica del Frente Nacional francés y el UKIP británico. Marine Le Pen ha declarado: «Ya es hora de disolver el euro. (…) El euro y la austeridad son siameses». Tsipras se ha mostrado visiblemente incómodo en su escaño ante estas palabras.

Por su parte, los socialdemócratas, quienes mostraron una posición intransigente en los días previos al referéndum, en boca de italiano Gianni Pitella, han utilizado un tono conciliador («Nunca aceptaremos la salida del euro [de Grecia]», ha declarado) pero con reproches a la gestión del Gobierno griego.

Tsipras ha negado que desde Atenas se viertan todas las culpas de la crisis hacia el extranjero. Y ha hablado de la responsabilidad de «los gobiernos anteriores» en la creación de un «estado clientelar» y corrupto.

Presión desde Alemania

Mientras tanto, en Alemania, la opinión pública sigue bajo una presión mediática continuada en contra de cualquier ayuda suplementaria a Grecia. Este martes, a través de su editorial, el diario Bild pedía a la canciller Angela Merkel que mostrase sus «virtudes prusianas». «Hoy necesitamos a la canciller de hierro», titulaba en su portada.

Otra de las cabeceras de referencia, Süddeutsche Zeitung, aseguraba que «Grecia tiene que dejar el euro» , ya que el país heleno supone «una cargada pesada» para el resto de socios de la eurozona

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