Javier de las Muelas: «No soy el rey de la noche»

Su marca, Dry Martini, está inspirada en su bar, considerado uno de los mejores del mundo

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«Recuerdo el tintineo del hielo, el vino en barricas, el olor y el ruido del café, que se molía en los bares. Son los murmullos de mi niñez, de Sant Andreu, mi barrio, los llevo dentro y es un mundo muy mágico, especial». Una de las cosas que más emocionan a Javier de las Muelas sonlas memorias. El mejor coctelero del mundo disfruta de lo pequeño, de esos recuerdos del pasado que le empujan a mejorar el futuro. Instantes de felicidad.

Pero ojo, no nos pongamos cursis. Que encima hemos dicho coctelero: «Es una palabra que me suena horrorosa, no sé, prefiero coctelman, empresario…». Pongámonos nostálgicos.

Le habrá sucedido a más de uno al entrar en el Dry Martini, uno de los mejores bares del mundo según la revista International Drinks. La cortina de terciopelo verde en la entrada, la barra de madera, las fotografías en las paredes, esas mesas bajas y la música swinguera de fondo. Podríamos imaginarnos a Sinatra sentado al fondo con sus amigos del Rat Pack. Y eso es lo que inspira, a veces, a De las Muelas. «La figura del cine en blanco y negro era la cultura del speak easy, de las volutas de humos, de las mujeres elegantes, con sombreros… Es una imagen brutal».

A este artículo podríamos ponerle banda sonora y deberían sonar Bing Crosby y Sinatra (otra vez, es inevitable).

«Bueno», comenta De las Muelas, «la palabra cóctel es muy americana, quienes dieron fuerza a los cócteles fueron ellos, y con la ley seca, muchos emigraron a Europa y trajeron consigo la cultura y el mundo del cóctel». 

Charlar con De las Muelas es hacerlo de todo, no solo de cócteles, y acaso es aquí donde reside su secreto. Nacido en Barcelona en 1955, estudió Medicina y se decidió por ser empresario, ha logrado que su nombre y el de su marca, Dry Martini, estén en medio mundo y siempre como sinónimo de calidad. Desde Singapur a Londres y Madrid, desde Tailandia a Río de Janeiro a Berlín. Trabaja con las cadenas Meliá, Four Seasons, Starwood y Eurostar, con las que ha abierto locales en decenas de ciudades, bares en los que se respira su marca.

«Soy de la idea que el cóctel y los bares forman parte de las personas. Las historias de amor empiezan en los bares. Cuando alguien te dice de ir a tomar algo tienes que escoger muy bien el lugar. Creo que es un signo de identidad de cada uno: los bares a los que has ido dicen mucho de ti. Son puntos de encuentro, de reunión, de conversación, de pensamiento. Los bares son iglesias y los barmans son los sacerdotes que ofician».

Es la filosofía de este empresario enamorado de la cultura japonesa, algo por lo que dice sentir auténtica pasión: «Mi corazón es muy japonés, donde la vida está representada por los pequeños grandes detalles, las cosas sutiles, las que dan un valor diferencial».

De las Muelas es un asiduo de la prensa, donde ha escrito artículos en varios medios, pero lo que pocos saben es que es un auténtico deportista. Es un corredor de fondo que ha tenido que abandonar su afición por una dolencia en la rodilla. «Yo corría maratones antes de que se pusiera de moda», dice con orgullo. «Me inspiro en el deporte. Me gusta más el sol que la luna, de siempre. Antes de que se pusiera de moda hice fondo, maratones, pero por problemas de rodilla no puedo y ahora me inspiro cuando estoy en el gimnasio. O en el cine, aunque voy poco porque el cine que se hace ahora no me interesa mucho. Las series de televisión son magníficas, los mejores guionistas están ahora en las series».

También el arte y la música le tocan el duende, el que usa para escribir. Va por su segundo libro y está encantado. Lo hace por las noches, agazapado en la privacidad de casa, o cuando sale el sol. «Me gusta ver amanecer, el contacto con la naturaleza, el campo, el olor de las mañanas… Por la noche estoy fundido, me gusta quedarme en la cama leyendo… No soy el rey de la noche». Se ríe porque su negocio se nutre de la noche y de los bebedores, aunque defiende la moderación, sobre todo porque el cóctel que da nombre a su empresa es muy alcohólico.

«Dorothy Parker decía que en una fiesta, con el tercer Dry Martini ya estaba debajo de la mesa y que con el cuarto, debajo del anfitrión», dice entre risas para marcar su frontera: «Uno es el límite, el punto en el que parar. Y es muy difícil».

Cuentan que los corredores de fondo tienen personalidades tenaces, capaces de concentrarse en sus objetivos con paciencia. Hace falta mucha paciencia, no sólo piernas y horas, para correr a lo largo de 42 kilómetros. Javier de las Muelas lo sabe bien. Llegó incluso a ir al Marathon de Sables, en el desierto del Sáhara. «Cierro los ojos y es como si estuviera allí, bajo las estrellas». Vuelven entonces esos recuerdos, los que le inspiran, ese pasado que nos convierte en quienes somos y nos empuja a mejorar.

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