Joana Ortega, la dama deportista que se refugia en la Cerdanya

La ex vicepresidente del Govern, gran aficionada al deporte y la música, se escapa de la ciudad estos días para olvidar el mal trago de su comparecencia ante el juez

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«Ha sido una cuestión heredada, personalmente no va con ella, pero como las querellas son contra la persona, pues ha tenido que asumir la responsabilidad». Nos habla uno de los más estrechos colaboradores de Joana Ortega, ex vicepresidenta de la Generalitat, cargo que abandonó cuando Uniò rompió con Convergència. «Todo el proceso ha sido como un embarazo y la comparecencia como un parto», nos dicen.

Ortega decidió dejar la política tras ocupar uno de los cargos más importantes de la administración catalana. Y esta semana ha vuelto a la primera plana informativa por aquellos tiempos, por la consulta independentista del 9-N. Pese a no formar parte ya ni siquiera del Gobierno en funciones, Ortega ha tenido que declarar como imputada ante el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya.

«Puede parecer un tópico pero la verdad es que ha afrontado estos días muy entera y tranquila», comenta este colaborador, «hemos trabajado para prepararnos en cómo actuar y el único momento en el que casi se rompe fue a la llegada a las puertas del tribunal y ver a tanta gente apoyándola».

La terapia del deporte

Ortega, que pasó la semana anterior a su comparecencia algo nerviosa y tensa, según cuenta su colega, ha aguantado gracias a su enorme disciplina. Sí, el deporte intenso que practica, sobre todo desde que dejó la política, ha sido de gran ayuda.

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Con un círculo amplio de amigos, abierta y divertida, la ex vicepresidente del Govern ha estado arropada en todo momento, en especial por su pareja, el abogado Rafael Entrena, con quien sale desde hace un par de años. Tras separarse de su marido de toda la vida, con quien estuvo casada 20 años, Ortega empezó una relación con este letrado y directivo del Espanyol, con el que «todavía no convive».

Un amigo de ambos cuenta, siempre desde el anonimato, que Ortega se ha «escapado» este fin de semana, seguramente a La Cerdanya, donde le gusta disfrutar de su tiempo libre. Dice que «no lo ha pasado bien porque su comparecencia es una de las cuestiones» por las que dejó la política. Por eso y por su familia. «Quiere dedicarse a su pareja y, en especial, a su hija pequeña», relata este amigo a Economía Digital.

Tres hijos y madrugadora 

«Jana está en la típica edad en la que si no hay presencia de los padres, todo se puede torcer, y Joana está ‘enamorada’ de su niña». La familia de Ortega adoptó a Jana Wan, nacida en China, cuando la niña tenía cinco años, y ahora es ya una pre adolescente de la que hay que estar pendiente. Además del padre de su hija, Ortega cuenta con la ayuda de su pareja (también tiene tres hijos de un anterior matrimonio) y de sus otros hijos, Pol y Patrícia, ya universitarios.
Vive con ellos en un piso en la Nova Esquerra de l’Eixample, barrio en el que se crió y del que fue concejal durante dos décadas. Hasta ahora, la vice madrugaba para poder llevar a su hija al colegio, cerca de casa, y pasar un rato en su gimnasio, el Iradier, uno de los centro deportivos más caros de Barcelona.

Allí, muchas mujeres pasan las mañanas ociosas entre charlas, cafés y alguna clase de spinning. Discretas y divertidas, algunas socias dicen que a diferencia de la mayoría, «ella va al grano: llega, toma su clase, que parece que es kickboxing –le ayuda a descargar adrenalina-, hace lo que tiene que hacer y se va, no la verás charlando con nosotras o pasando la tarde». Hace un tiempo que no la ven por allí, en la zona alta de la ciudad, lugar al que se desplazaba en coche oficial. «Lo hacía porque tenía que ir con escolta a todas partes», contaba hace un tiempo Ortega a quien esto escribe, «son personas muy discretas pero es algo que te condiciona la vida, ¡ojalá pudiera ir a mi aire!».

Música y cocina

Ahora ya puede y desde que no ostenta un cargo público va sola, en bicicleta o a pie, a todas partes. Se plantea incluso volver a salir a correr, por la Diagonal, como solía antes de tener escolta. Lo que nunca ha dejado de practicar es la música. Le encanta probar cosas nuevas, y a la batería que toca desde hace unos años se le ha sumado la guitarra y la flauta, lo que se le da mejor. O al menos es lo que ella suele decir, porque sus hijos huyen en cuanto ven que la madre se dispone a tocar.

Inquieta y activa, Ortega no puede parar. Cocina (y eso que la dieta le impide comer todo lo que le gustaría), sobre todo por las noches, y su familia disfruta sus pasteles por la mañana. Luego pueden quemar las calorías siguiendo a la madre en bici. «Se ha aficionado últimamente y puede llegar a hacer tiradas largas de hasta 40 kilómetros o más», dice uno de sus amigos.

La batalla más difícil

Ortega ha pasado una semana complicada, sentada en el banquillo ante un juez por las decisiones tomadas cuando era vicepresidenta. Pero nada es comparable al diagnóstico de cáncer que sufrió y que le supuso dos intervenciones quirúrgicas. «Entonces sí que fue duro», comentan de su círculo íntimo, «y como ante todo, se encaró con fortaleza y… ¡deporte!». 

Así que nadie se extrañe ahora si ve pasar a la ex vice como un zumbido. Porque como civil tiene mucho tiempo y puede dedicarse a su bicicleta, a la moto, o incluso a montar a caballo (si el dolor de espalda se lo permite) con toda su fuerza, que es bastante. En la Diagonal, en Collserola, en el mar o en su amada Cerdanya. 

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