La unión monetaria alemana: las luces y las sombras de una decisión política controvertida

Hace ahora 25 años, los ciudadanos de Alemania del Este comenzaron a canjear, de un día para otro, su dinero por la divisa de la parte occidental del país, una medida polémica y que aceleró el declive económico de los estados orientales

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La acelerada unión monetaria en Alemania fue una controvertida decisión política por la que los ciudadanos de Alemania del Este canjearon, a partir del 1 de julio de 1990, el Ostmark por el D-Mark a un tipo de cambio de 1 a 1.

«Ese día comenzaban las vacaciones de verano en la República Democrática Alemana (RDA) y quise que los ciudadanos de la RDA tuvieran el D-Mark en la mano, cuando se fueran de vacaciones por primera vez a la Selva Negra, en Baviera o Italia», escribió el entonces canciller Helmut Kohl, según recoge en su libro de memorias de la caída del muro y la unificación.

En el Parlamento Europeo en marzo de 1991, el entonces presidente del Bundesbank, Karl Otto Pöhl, hizo unas declaraciones muy diferentes sobre la unión monetaria alemana: «Es un ejemplo de lo que no podemos hacer en Europa, sus efectos son catastróficos», sentenció.

La intención, «igualar las condiciones de vida»

«La unión monetaria alemana-alemana fue una decisión política, sobre todo, la relación del cambio del Ostmark respecto al D-Mark fue preparada y tomada por el Gobierno alemán occidental de aquel entonces», asegura la directora del Policy Center de la Universidad Goethe de Fráncfort am Main, Margit Vanberg.

Para esta experta la decisión se tomó en base al éxodo proveniente desde los estados alemanes orientales tras la caída del muro y tenía la intención «de igualar las condiciones de vida» en las dos partes de Alemania, ahora unidas. Hay que tener en cuenta que, según los cálculos de la Universidad Libre de Berlín, desde 1990 se han transferido a la parte este del país un total de dos billones de euros netos. 

Antes de la caída del muro, la extinta RDA estaba al borde del colapso político y financiero, con una productividad que representaba la tercera parte de la de Alemania del Oeste y un enorme sobreendeudamiento. Tras la conversión de la moneda, se calcula que el incremento de la masa monetaria en Alemania del Este fue del 15%, según se recoge en el boletín de octubre de 1995 del Bundesbank.

Una unión monetaria pionera

Para evitar que se disparara la inflación el banco central alemán subió entonces los tipos de interés y, dado que el D-Mark era la moneda de referencia, el resto de países europeos también incrementaron sus tasas para evitar que las divisas se depreciaran.

El actual presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, aseguró a principios de este año, en un acto de homenaje a Otto Pöhl tras su muerte, que el 1 de julio de 1990 se inició «el primer nivel de Unión Económica y Monetaria Europea. (…) Y al igual que en el gran proceso de integración europea, la unión monetaria se implementó en Alemania a ruegos políticos», declaró. 

En aquel momento, el predecesor de Weidmann, dimitido el 31 de julio de 1991, llegó a reclamar primero una cierta convergencia económica. Sin embargo, la realidad política se impuso sobre la lógica económica y la decisión se acabó tomando ante la ausencia de una alternativa real.

Los negativos efectos inmediatos

Diversos organismos e institutos económicos alemanes, incluida la Asociación de la Industria Alemana (BDI), coincidieron entonces que la rápida introducción de una moneda común no solucionaría los problemas económicos de la RDA. Algo que se acabaría confirmando poco tiempo después.

«El cambio de 2:1 para las deudas y de 1:1 para los salarios, alquileres, etc, fue una carga para las empresas con sede en los estados federados germano-orientales porque tenían una productividad notablemente más baja. Tras la unión monetaria se dispararon los costes salariales unitarios y muchas empresas tuvieron que cerrar», recuerda Vanberg. Además, los ahorros fueron canjeados a un tipo de cambio de 1 a 1 pero sólo hasta una cantidad determinada límite.

El reflejo, hoy en día

Los efectos de la reunificación política y económicas siguen siendo palpables en el país centrouropeo, que ha vivido un importante trasvase de población hacia la antigua Alemania occidental, dada la elevada pérdida de empleos en la parte oriental. Actualmente, la tasa de desempleo en la región de los estados federados germano-orientales es del 10 %, frente al 6 % de los occidentales.

Mientras que el producto interior bruto (PIB) real se ha duplicado en el Este desde 1991, éste todavía se sitúa en el 67 % del nivel del Oeste.

La economía de la parte oriental se caracteriza en la actualidad por la abundancia de pequeñas empresas. Son pocas las grandes marcas que han sobrevivido, entre ellas el vino espumoso Rotkäppchen (Caperucita Roja), la cerveza Padeberger y las cremas Florena, que fueron compradas posteriormente por empresas de Alemania del Oeste.

¿Pero por qué el canciller Kohl precipitó con tanta urgencia la unión monetaria? Algunos politólogos consideran que la presión de la población de la antigua RDA y el miedo a perder las elecciones en el Este, el 18 de marzo de 1990, llevó al canciller Kohl a apoyar una rápida unión monetaria, a la que inicialmente se oponía.

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