La ‘biohacker’ con imanes en los dedos

Charlotte tiene imanes implantados en sus dedos, un 'biohackeo' que le proporciona nuevas capacidades y que "mejora su condición humana"

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Charlotte Dann se describe así misma como «tecnóloga creativa y ‘maker'». El movimiento ‘maker’ promueve la cultura DIY (do-it-yourself), el «hazlo tú mismo.» Esa combinación de intereses lleva a los ‘grinders’ (las personas que practican el ‘biohacking’ o hackeo biológico) a diseñar, fabricar e implantar en su cuerpo mejoras artificiales más o menos complejas, desde diminutos circuitos electrónicos como chips RFID a imanes.

Precisamente imanes es lo que Charlotte se ha implantado en dos de sus dedos con el propósito de «experimentar, explorar nuevas posibilidades y mejorar su condición humana.»

Vivir con dedos magnéticos

Charlotte explica en su página web Megnets Fingers (dedos magnéticos) cómo es vivir con imanes en los dedos, en dos de sus dedos, y los pormenores y detalles del proceso para implantárselos. Y el porqué.

La primera pregunta que uno se hace es precisamente esa: ¿por qué ponerse imanes en los dedos, bajo la piel?

«Más que nada para experimentar con los campos electromagnéticos», dice Charlotte. Es algo así como añadir un «sentido extra» que le permite detectar la corriente eléctrica que va por los cables, las microondas y otros campos magnéticos o comprobar si un metal es ferroso (si tiene propiedades magnética) o no. «Por no hablar de lo fácilmente que puedo recoger los alfileres que se me caen al suelo.»

Al estar implantados bajo la piel —tras una intervención quirúrgica «sencilla pero molesta»— la presencia de campos magnéticos hace que los imanes vibren bajo la piel causando «una sensación extraña» primero, que se «normaliza» transcurridos unos seis meses.

Pasado ese tiempo «se siente menos la vibración» y la sensación pasa a ser más cerebral, «más como un sentido adicional que avisa de que hay algún campo electromagnético cerca de la mano.»

Las nuevas habilidades de Charlotte

Las nuevas habilidades de Charlotte apenas justifican una decisión como esta, aunque no se puede negar que requiere al menos algo de valentía.

Además de coger alfileres del suelo —y detectar campos magnéticos— Charlotte tiene ahora la cuestionable capacidad de inutilizar tarjetas y llaves magnéticas como las de los hoteles, aunque en general «nunca he tenido problemas con móviles, tarjetas de crédito, discos duros o tarjetas SD porque los imanes son demasiado pequeños como para tener un efecto significativo en la electrónica,» asegura.

Aparte de eso puede «sorprender a sus amigos» levantando pequeños objetos de metal, como clips de papel o cucharillas de café.

Una práctica no está exenta de riesgos

Llevar implantes magnéticos no supone ningún problema para pasar por los arcos de seguridad —de los aeropuertos, por ejemplo— asegura Charlotte, pero sí son un problema en caso de someterse a un escáner o a una resonancia magnética, y además no están exentos de cierto riesgo.

Aparte del propio riesgo de infección u otra complicación asociada a cualquier intervención quirúrgica, el mayor problema potencial está en que se rompa el recubrimiento del imán y que el metal se filtre en la sangre. «Soy cautelosa ante cualquier cambio en la sensación de los imanes y no dudaré en quitármelos si me preocupa, aunque hay muy pocas posibilidades de que esto ocurra.»

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