El ‘Mata Mua’ ya está en Madrid (y encabeza la reordenación de las colecciones Thyssen)

Cuestión central de las negociaciones entre el Gobierno y Carmen Thyssen por su colección, la firma del acuerdo permite ver de nuevo en Madrid el famoso cuadro de Gauguin ‘Mata Mua’

‘Mata Mua’, de vuelta en Madrid, centra la reordenación de la colección Carmen Thyssen.

Érase una vez. Es la traducción de Mata Mua, el nombre del cuadro de Gauguin convertido en símbolo de una de las negociaciones más tensas del sector cultural en España y que hoy ha escrito su penúltimo capítulo. Carmen Thyssen y el ministro de cultura, Miquel Iceta, han firmado, precisamente delante de esta obra, el acuerdo de alquiler de 330 obras de arte propiedad de la colección particular de la baronesa que le reportarán 6,5 millones de euros al año durante 15 años.

Han hecho falta diez años de negociaciones con 11 ministros diferentes, con avances y retrocesos, ventas de obras, inauguración de nuevos museos con fondos de la Colección Carmen Thyssen y la aprobación de un Real Decreto-Ley para llegar a buen puerto.

El Mata Mua, el cuadro más valioso de la colección -estimado en 250 millones de euros- y también uno de los preferidos de la baronesa (ha firmado el acuerdo con una mascarilla estampada con la obra), siempre estuvo en el centro.

El cuadro llegaba el pasado lunes a Madrid, procedente de Andorra, donde había permanecido en un búnker los dos últimos años, después de que Carmen Thyssen la sacase de España en pleno confinamiento. No era su primer gran viaje, aunque seguramente sí el que más expectación suscitaba.

‘Mata Mua’ de Paul Gauguin está de vuelta en el Thyssen dos años después. Foto: Juan Carlos Hidalgo | EFE.

Desde hoy ocupa un lugar destacado en las nuevas salas acondicionadas en el Museo Thyssen-Bornemisza para acoger la colección de la baronesa, ubicadas en la planta baja del Palacio de Villahermosa y con las que se culmina la reordenación de sus fondos. Y allí permanecerá, al menos, los próximos 15 años ya que, según el acuerdo, no podrá ser vendido mientras dure el arrendamiento.

Los viajes de ‘Mata Mua’

Sin quererlo, Paul Gauguin (1848-1903) y su cuadro Mata Mua se han convertido en los protagonistas involuntarios de este culebrón.

Una obra muy viajera, cuyo origen hay que buscarlo en Tahití, donde el pintor francés llegó en 1891 en busca de inspiración artística en los pueblos primitivos, la antigua civilización maorí, desarrollada al margen de la civilización occidental.

La firma del acuerdo de arrendamiento de la colección se ha hecho precisamente delante de ‘Mata Mua’, un cuadro que la baronesa no podrá vender en los próximos 15 años

No encontró lo que anhelaba, tan solo sus restos y por eso Mata Mua (1892) es un canto a la vida originaria y la edad de oro perdida. Pintada en vivos colores planos, al margen de cualquier pretensión naturalista, muestra un paisaje idílico cerrado por montañas donde varias mujeres adoran a Hina, deidad de la luna.

El acuerdo establece el alquier de 330 obras de Carmen Thyssen. Foto: Juan Carlos Hidalgo | EFE.

Ya en Europa, el cuadro, que resultó demasiado innovador para su época, fue subastado en 1895 (fue necesario incluso rebajar incluso el precio de quinientos francos fijado por el artista), ingresó en la colección de Gustave Fayet y pasó por distintas galerías y colecciones privadas.

Salió por última vez en subasta en Nueva York en 1984 y Heinrich Thyssen se hizo con él, también fruto de un acuerdo, en este caso con su amigo, el coleccionista boliviano Jaime Ortiz-Patino, con quien pactó una compra a medias para no inflar el precio. Pagaron 3,8 millones de dólares, un récord, y mantuvieron la propiedad conjunta durante 5 años (cada uno lo disfrutó durante un periodo de dos años y medio).

En 1989, al no llegar a un nuevo acuerdo, el Mata Mua volvió a salir a subasta y el barón lo adquirió por 24,2 millones de dólares, marcando un nuevo récord.

El barón Thyssen compró dos veces ‘Mata Mua’, en 1984 y en 1989

Aquel mismo año se exhibió por primera vez en el Museo Reina Sofía de Madrid, apenas unos cientos de metros del Thyssen, donde podrá verse de nuevo ahora tras el precipitado viaje a Andorra que puso en jaque la negociación.

La coleccion Carmen Thyssen se puede visitar ya en la planta baja del museo. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza.

La colección de la baronesa

“Es un día histórico, estoy muy emocionada” ha dicho la baronesa, con lágrimas en los ojos tras la firma. Su ilusión era que las dos colecciones (la suya y la de su marido) “estuvieran juntas”.

La Colección de Carmen Thyssen llegó al museo a principios de los 2000 con el objetivo de complementar a la de su marido, que es propiedad del Estado desde los noventa cuando fue comprada.

Ha estado cedida 21 años de manera gratuita, una situación que resuelve este acuerdo, que ha dado lugar a una reorganización total de la colección.

Desde mañana se abrirán al público las nuevas salas de la Colección Carmen Thyssen, que se encuentran en la planta baja, con acceso directo desde el hall principal y que albergan 170 de las 330 obras incluidas en el acuerdo (de las 800 que se contemplaban al principio, muchas se han enviado a otros museos, como los de Málaga y Andorra, y otras han sido vendidas, como La Esclusa de John Constable).

De estas 330, podrán salir del Museo Thyssen de Madrid 20 obras en préstamo a otras exposiciones y se podrá vender un máximo de tres obras, aunque ninguna de ellas podrá ser el Mata Mua, que hoy se estima en 250 millones de euros, lo que la convierte en la joya de la Colección de Carmen Thyssen, valorada en más de 1.700 millones.

Colección Carmen Thyssen. Foto: Museo Thyssen-Bornemisza.

Qué ver en la nueva instalación

El núcleo principal de la colección de Carmen Thyssen es la pintura holandesa del siglo XVII, el vedutismo del siglo XVIII, el paisajismo naturalista del XIX, el impresionismo, el postimpresionismo y las primeras vanguardias del siglo XX, con especial énfasis en el expresionismo alemán, sin olvidar la presencia de la pintura española del siglo XIX y comienzos del XX, con la que la baronesa ha enriquecido su colección en la última década.

Entre los nombres más destacados se encuentran Picasso, Van Gogh, Juan Gris, Matisse, O’Keeffe, Canaletto, Delaunay, Kandinsky, Gauguin, o Toulousse Lautrec. La muestra incluye tres esculturas de Rodin, que el abuelo del barón encargó al escultor, y tres cuadros de Borja Thyssen, también coleccionista: un Estes, un Picabia y un Julian Opie.

El discurso expositivo sigue el mismo criterio cronológico que marca el recorrido de la colección permanente y empieza por una sala dedicada a pintura antigua, principalmente de paisaje, con obras de Ruisdael, Van der Neer o Van Goyen que comparten espacio con piezas de Canaletto, Guardi y Vanvitelli.

‘Molino de agua en Gennep’, Van Gogh. Imagen: Colección Thyssen-Bornemisza.

A continuación, el recorrido se adentra en el paisajismo naturalista del siglo XIX con dos espacios diferenciados para presentar, por un lado, la obra de pintores europeos, entre los que destacan La Soledad de Corot y Molino de agua en Gennep, de la etapa holandesa de Vincent van Gogh y por otro, la escuela norteamericana, con referencias como los lienzos de Albert Bierstadt o Martin Johnson Heade.

Gauguin, protagonista

La siguiente sala muestra las grandes obras impresionistas de la colección, con dos secciones dedicadas al impresionismo francés y al norteamericano. Entre las obras se ven óleos de Pissarro, Sisley, Monet o Renoir pero también de Childe Hassam, Merrit Chase, Frieseke o Twachtman.

Con un total de 8 pinturas, un dibujo y una escultura, Paul Gauguin es el protagonista principal del siguiente espacio, en el que se dedica un lugar central a la mencionada Mata Mua. Además, Idas y venidas, Martinica, otra pieza clave en la trayectoria artística del pintor.

‘Idas y venidas, Martinica’, Paul Gauguin. Colección Thyssen-Bornemisza.

El siguiente espacio está dedicado al neoimpresionismo, con cuadros de Paul Signac, Maximilian Luce, Henri-Edmond Cross o Théo Van Rysselberghe. A continuación, el recorrido se adentra en las primeras vanguardias europeas, principalmente en el fauvismo (Derain, Vlaminck, Matisse, Manguin o Dufy, pero la etapa fauve de pintores como George Braque o Edvard Munch pueden verse aquí) y el expresionismo alemán.

Este último es uno de los capítulos más nutridos y que mejor evidencia la herencia del gusto artístico del barón en la colección Carmen Thyssen, se presentan piezas destacadas de Kirchner, Pechstein, Heckel o Nolde a las que acompañan algunos ejemplos de otras vanguardias europeas, como Portuguesa de Delaunay, Los segadores de Picasso o Pesca de Natalia Goncharova.

Este paseo por el arte del siglo XX continúa en las salas siguientes con obras de Joan Miró (Pintura), Juan Gris (Mujer sentada), Paul Delvaux (El viaducto), Frantiseck Kupka (Acompañamiento sincopado), Max Beckmann (Despedida) o Victor Vasarely (Feny), entre los artistas europeos, y de Charles Bell (Thunder Smash) o Richard Estes (Nedick’s y People’s Flowers), entre los norteamericanos.

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