Ángel Martín: neocuerdo o exloco

El cómico, guionista, actor, músico y streamer nos habla de 'Por si las voces vuelven', un libro que afronta su locura sin eufemismos y con el ánimo de romper con el estigma de las enfermedades mentales

El libro de Ángel Martín va por la décima edición. Foto: Jotxo Contumaz Studio.

Que un ingeniero diga hoy que está trabajando en el diseño de un coche volador a nadie le sorprende. Que lo dijera hace cincuenta años seguramente se le hubiera dicho que estaba chalado. A la locura le pasa un poco como al humor, es cuestión de tiempo y suelen ser los demás los que deciden si uno está loco o no, también si es gracioso o no.

Ángel Martín escribe en su libro Por si las voces vuelven, publicado por Planeta, que decidimos que fulanito o menganito está muy loco simplemente porque ha llevado nuestro horizonte de la lógica o cordura medio paso más allá de donde nosotros somos capaces de llegar.

Un libro que le hubiera gustado encontrar y leer mientras estuvo loco. Mientras interpretaba señales en función de unas reglas configuradas en su cabeza. Una cabeza en la que en su interior Mozart tocó en directo para él. Un concierto similar, creo que era de Beethoven, le hizo la estancia en prisión menos traumática a Andrew Dufresne, personaje interpretado por Tim Robbins en la película Cadena perpetua. La locura es una enfermedad incomprendida y, a veces, un poco de luz.

Ángel Martín. Foto: Jotxo Contumaz Studio.

Ángel Martín a toda velocidad

La entrevista tiene lugar en una pequeña sala tomada por libros en la que hay una mesa circular y cuatro sillas, en la quinta planta del edificio que ocupa la catalana editorial Planeta en Madrid, pegado a la A-2, autovía que comunica esta ciudad con Barcelona, donde nació Ángel Martín.

Un exloco o un neocuerdo que parece que acude a la cita recién salido del plató en el que graba y emite Informativo matinal para ahorrar tiempo. El jersey azul de cuello vuelto que lleva es igual al que le he visto en su aceleradísimo noticiero en redes sociales. Un relámpago de noticias que avanza tan rápido como lo hace su libro, que va ya por la décima edición, además de ocupar los primeros puestos de ventas.

Ángel Martín ha escrito ese libro que él mismo no encontró mientras estuvo loco en aquel verano de 2017

La vida de Ángel Martín parece que se mueve a la velocidad que lo hacen las partículas dentro de ese anillo subterráneo llamado Gran Colisionador de Hadrones del Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN), en la frontera franco suiza, muy cerca de Ginebra.

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No es otro libro más sobre la locura

Planeta, como hacen otras grandes editoriales, vio en el nuevo éxito de Ángel Martín gracias a este informativo una buena ola para proponerle que les escribiera un libro. Llevaba tiempo sin trabajar en televisión, medio en el que había copresentado programas como Sé lo que hicisteis…, Órbita Laika y WifiLeaks.

Inciso: Ángel Martín es un cómico reconvertido porque le surgió la posibilidad de trabajar en televisión, pero que no estaba en sus planes. La televisión es un medio que cuenta que es un sinvivir, “entras ahí y cruzas los dedos para que todo el mundo quiera que tú sigas ahí”.

A Ángel Martín no le apetecía escribir un libro recopilatorio de sus monólogos ni nada parecido, así que les dijo que no. Qué a gusto se queda uno cuando dice tanto en tan poco espacio y con tan pocas letras. Un adverbio de negación que pronto se convirtió en un sí, cuando pensó que llevaba tiempo queriendo escribir ese libro que no había encontrado mientras estuvo loco en aquel verano de 2017.

“Supongo que, al final, la diferencia entre loco y enfermo mental es que si no eres amigo de esa persona no puedes usar la palabra loco”

Ángel Martín

Sí, había estado loco, ingresado en el ala de psiquiatría de un hospital madrileño y muy poca gente lo sabía. Y así tenía que seguir siendo, le dijo al pequeño equipo de Planeta con el que se puso a trabajar en un libro en el que casi nadie de la editorial sabía sobre qué trataba.

Un libro que escribió a partir de la notas que había tomado al salir del hospital. Notas que el autor cuenta que le ayudaron a reconectarse exactamente con aquel momento. Tenía imágenes, emociones, sensaciones en su cabeza y grabadas a fuego en su cuerpo.

Ángel Martín. Foto: Jotxo Contumaz Studio.

Loco, no enfermo mental

La publicación del libro Por si las voces vuelven ha supuesto que por primera vez Ángel Martín conceda entrevistas relacionadas con un proyecto suyo y no en relación a un proyecto en el que él colabora.

A la pregunta de por qué cree que a los medios les ha interesado tanto su historia responde que primero tendría que saber si dicho interés vino antes de leer el libro o después.

Si el interés es desde antes de leer el libro imagina que parte puede ser por algo de morbo. Un tío que ha salido en la tele, al que le fue muy bien en un programa y que le pasa esto…, argumenta Martín, quien continúa con su argumentación, “Si es interés viene después de leer el libro, entonces, probablemente sea por el lenguaje, por la historia en sí misma, por lo reciente que ha sido y porque lo he contado a bocajarro”.

“Escuchando a Ángel Martín, leyendo su libro, la locura escapa del estereotipo en el que se le suele encerrar”

Galo Martín Aparicio

En el libro en cuestión no hay eufemismos. El autor se refiere a sí mismo como loco, en vez de como enfermo mental. La explicación que da al respecto del uso del lenguaje por el que ha optado en su libro es que necesitaba que la gente leyera el libro y tuviera la sensación de estar con un colega tomándose un café mientras le cuenta su historia por si a él le sirve. A lo que añade, “Supongo que, al final, la diferencia entre loco y enfermo mental es que si no eres amigo de esa persona no puedes usar la palabra loco”.

Los límites de la cordura y la locura

Loco es una palabra que a los primeros periodistas que le entrevistaron les costaba mucho decir. Ángel Martín notaba su incomodidad, una incomodidad similar a la que tienen los sanos cuando hablan con los enfermos.

También a los compañeros periodistas les costaba mucho referirse al consumo de marihuana y éxtasis que Ángel Martín menciona en el libro. “Estaba loco y me drogaba” exclama y añade que tenía que romper el hielo porque necesitaba que la gente pudiera hablar con tranquilidad.

Ángel Martín. Foto: Jotxo Contumaz Studio.

Del mismo modo que los periodistas han ido ganando en confianza a medida que se sucedían las entrevistas, Ángel Martín cuenta que se ha encontrado con la sensación de que la gente no sabe si tiene que cambiar su comportamiento hacia él cuando les dice que ha estado loco.

Escuchando a Ángel Martín, leyendo su libro, la locura escapa del estereotipo en el que se le suele encerrar. ¿Cuáles son los parámetros que miden la locura y quién dice qué esos son los parámetros de la locura?

Habrá quien diga que expresar ideas extrañas puede ser un parámetro y que son los médicos los que dictaminan la locura. Con lo de los médicos es difícil estar en contra pero, ¿qué ideas son extrañas y cuáles no? Ángel Martín, aplicando su experiencia, dice que, generalmente, nos damos cuenta que alguien está loco cuando sucede algo trágico.

Es raro que pensemos, por ejemplo, que alguien está loco si todos los días le hace un regalo a su abuela. Ese motivo no tiene peso para que uno piense que, a lo mejor, esa persona que hace esos regalos a su abuela lo hace porque está escuchando una voz que le dice que lo haga.

A su vez, no solemos considerar como algo trágico, violento, negativo, el hecho de que discutamos tanto, entre padres e hijos, matrimonios, entre compañeros de trabajo, con el jefe el empleado no suele discutir, hay que estar muy loco para hacerlo. Luego, “o se cruza una línea muy salvaje o es muy complicado percatarnos de la locura del otro”, dice Ángel Martín, quien también añade otra variable, por ejemplo, que uno decida cambiar su manera de vivir, su forma de pensar y eso a los demás les parezca una locura, cuando, a lo mejor, ese cambio uno lo ha hecho de forma consciente. Al final, concluye que cada uno decide donde pone su límite de lo que es estar cuerdo y qué es estar loco.

El trato con un loco

Más que la cordura es la imposición de la misma la que es una limitación. Para Ángel Martín la locura es mucho más liberalizadora, permite analizar cosas desde otros lugares y no todo está mal. “A medida que nos vamos haciendo mayores convertimos nuestra cabeza en un Excel. La locura, en cambio, llega y te dice, oye, que esto es una tabla de pintar, ponte ahí a hacer mierdas. La locura te permite es ruptura”, añade.

Una locura que puede hacer que rompas con la gente que te rodea si esa gente no entiende que mientras uno está loco, en este caso, nada de lo que se diga y haga es personal.

A la pregunta de cómo se ayuda a un loco, Ángel Martín responde que entendiendo que esa persona no está loca. Entendiendo que lo que él ha vivido es real y, de repente, nada de todo eso está. Entendiendo que esa persona está viviendo en un mundo completamente distinto al que estaba viviendo hacía muy poco. Es un trabajo duro que requiere paciencia y empatía.

Ángel Martín ha tenido a su lado a Eva, su novia, sus padres y unos pocos amigos, otras personas desaparecieron. Esa decepción la ha desterrado, la ha convertido en sorpresa. Le sorprendió que hubiera gente que desapareciera en ese momento, justo cuando más falta le hacía. Pero se queda con esa otra gente, con la que sabía que tenía una unión, pero que jamás hubiera sospechado que esa unión era tan salvaje.

Con unos y con otros, con la gente que le ha sorprendido su ausencia y con la gente con la que tiene esa unión tan salvaje, ya no se corta a la hora de hablar por miedo a que crean que vulve a estar loco.

Lo que sí se le ha quedado para siempre en él y se ha acentuado mucho a raíz de escribir el libro ha sido el tratar de pensar muy bien lo que dice, que se entienda muy bien lo que dice para que no se pueda malinterpretar. Trata de escuchar todo lo que puede para saber exactamente lo que le están preguntando y trata de responder de la manera más certera posible para que sirva de algo. Igual que a Andrew Dufresne le sirvió escuchar música clásica en su cabeza mientras estaba en la cárcel, luego ¿Qué más da que Mozart no esté tocando en directo para ti si tu cerebro cree que sí? Se pregunta el exloco de Ángel Martín.

a.
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