Fermín Solís, un dibujante versátil

El historietista presenta 'Medea a la deriva', una novela gráfica que actualiza el trágico mito griego y lo convierte en un soliloquio sobre la soledad, el feminismo, el aislamiento y el ecologismo

Fermín Solís. Foto: cortesía del autor.

Fermín Solís (Madroñera, 1972), que estudió Magisterio porque no le admitieron en Bellas Artes, dice que no tiene formación ni como dibujante ni como escritor. Desde hace algo más de veinte años se gana la vida ilustrando libros en los que también rellena bocadillos con palabras certeras y, el próximo 7 de octubre, la editorial Extravertida publicará su primera novela, Algún día dejaremos de hacer sombra.

No descarta que a partir de ahora le dedique más tiempo a la escritura que al dibujo. Y es que dibujar ha dibujado mucho. Los diez años que le han llevado terminar su último libro, Medea a la deriva, publicado por Reservoir Books, se los ha pasado dibujando encargos de agencias y colecciones de cómics infantiles, libros que apenas tienen repercusión en los medios y pasan muy desapercibidos, se lamenta Fermín.

Él es autor de Astro-Ratón y Bombillita, publicados por Bang&Mamut Comics, y La tribu chatarra, publicado por Beascoa, así como las novelas de la serie Harry y Cerdón, publicado por Montena. Es lo que tiene no cobrar un anticipo que le permita centrarse en un libro y trabajar en él durante un año. De esta manera ha tenido que alternarlo con otros y relegar a Medea a su tiempo libre o cuando tenía ganas para continuar con él.

Medea a la deriva. Imagen: ©Fermín Solís | Reservoir Books.

Del orden a lo contrario

Su rutina de trabajo ha pasado de un horario de oficinista, de 9 a 14 y de 17 a 20, a un caos que coincidió con el estreno de la película de animación inspirada en su cómic Buñuel en el laberinto de las tortugas, publicado por Reservoir Books, inspirado en los viajes del director Luis Buñuel para la creación de su famoso documental, Las Hurdes, tierra sin pan.

A partir de ese momento empezó una vorágine de viajes y presentaciones que le comían y comen el tiempo para trabajar. Ahora trabaja cuándo, dónde y cómo puede. La suerte que tiene es que su estudio es la pantalla del Ipad de 13 pulgadas que usa para dibujar. Ahí lo hace y tiene todo.

Medea es un cómic que mantiene la tensión con un soliloquio crudo en cada página y un atrezo mínimo

Galo Martín Aparicio

Desde ese mismo dispositivo envía sus trabajos a sus editores y sus dibujos viajan desde Cáceres a Francia, Estados Unidos y Canadá. Fermín, a esos libros suyos que se pueden comprar en todo el mundo, los denomina “libros de Carrefour”, porque se venden a granel. Son bonitos, pero tantos que la personalidad de los mismos se diluye.

Fermín Solís. Foto: cedida por el autor.

La mitología como inspiración

Medea es un cómic que mantiene la tensión con un soliloquio crudo en cada página y un atrezo mínimo. Apenas cuatro colores; blanco, negro, gris, azul y algo de rojo, reservado para los momentos álgidos. Fermín (fermin__solis) cuenta vía Zoom, desde su estudio en Cáceres, que estaba cansado de los colorines y optó por hacer un libro con muy pocos colores. Una decisión basada en la comodidad más que en las sensaciones, confiesa el autor.

Y, sin embargo, hay más colores que personajes en este cómic. Una mujer mítica que, condenada por sus actos, acaba vagando sola en un bloque de hielo que se deshiela a la vez que su vida se alarga. Una prisión a la deriva desde la que le habla a unos fantasmas que nunca le responden. Una eternidad aislada y en soledad es lo que le queda por delante a la Medea de este autor cacereño.

Lo que empezó como la actualización de un trágico mito griego acabó por convertirse en un cómic que aborda tragedias de hoy

Antes que Medea, Fermín dibujó el bloque de hielo. Mientras esperaba en un camerino su turno de aparición en un programa de Isabel Gemio leyó una noticia, en un periódico antiguo, que contaba cómo un bloque de hielo se había desprendido en el Ártico con unos científicos sobre él. Mientras el hielo se derretía iba a la deriva y sus tripulantes o polizones corrían el riesgo de morir o de hipotermia o ahogados. Al final les rescataron. A Fermín esa angustia le llamó la atención y se convirtió en el punto de partida de su novela gráfica. Sólo le faltaba colocar a alguien relevante en ese bloque de hielo que a cada rato mide menos pasos.

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El propio autor se extraña de que se valiera de la mitología para inspirarse. Él, que viene de hacer un cómic costumbrista, cotidiano, se vio bebiendo de fuentes tan dispares como la Medea del director danés Lars von Trier. Una película claustrofóbica en la que la extranjera Medea, a los ojos de los griegos, mata a sus hijos de otra manera a la del mito, ahorcándoles en un árbol. Árbol que Fermín ha incluido en su cómic a modo de homenaje.

Del mismo modo que el real y espeluznante asesinato de un niño a manos de la mujer, que en ese momento era la pareja del padre de la víctima, le hizo pensar que su historia de Medea es muy actual.

De la soledad al feminismo y ecologismo

Lo que empezó como la actualización de un trágico mito griego acabó por convertirse en un cómic que aborda tragedias que se repiten hoy en día.

Medea a la deriva. Imagen: ©Fermín Solís | Reservoir Books.

En el cómic, además de los guiños, como el del árbol, en relación a la película de Lars von Trier, también hay una denuncia medioambiental, que no estaba planificada, sugerida por ese deshielo presente en casi todas las viñetas.

Y, aunque no estaba en sus planes, el tema del feminismo está muy presente en todo el libro, algo de lo que se dio cuenta al terminarlo. Las viñetas de este cómic se convierten en un altavoz de las mujeres desterradas y extranjeras, como lo era Medea, que provenía de Asia Menor y no de la civilizada Grecia.

Está por ver si Medea mató a sus hijos por su amor loco a Jasón. En una de las viñetas Medea dice que “Amar, sin duda, ha sido la mayor de mis faltas”; en otra que “El amor se mide por lo que se está dispuesto a renunciar por él”. Amar es gloria y tragedia.

Por otro lado, cabe la posibilidad de que fueran los corintios los autores de aquel infanticidio por su rechazo a una mujer que no era de los suyos y la convierten de este modo en un chivo expiatorio. Siempre hay unos cuantos a los que la diversidad se les atraganta. Los prejuicios, el miedo y la hipocresía hacen parte de la cultura, incluso de una tan elevada como lo era la helena.

Cuenta Fermín que, en realidad, al principio, el tema de libro iba a ser la soledad y que todo es finito. Qué va a pasar cuándo el bloque de hielo se derrita es algo que el lector se puede preguntar tras las primeras páginas. De alguna manera el trasfondo de la muerte está presente en la historia de Medea. Ella, que está sentenciada a una eternidad con una piel arrugada y sin fuerzas, no deja de implorar a los dioses del Olimpo su muerte.

El reto

Si el gran reto de Medea es morirse, el de Fermín, a la hora de contar su historia, ha sido el de que un solo personaje mantuviese la tensión y la atención del lector. Lo que no quería era que el lector creyese que esa historia no iba a ninguna parte.

Que en el soliloquio de Medea todo sean picos y no haya valles es fruto de un trabajo en el que Fermín muchas veces se atascaba y se veía obligado a tomar distancia respecto del libro. La historia transcurre en un espacio muy reducido, apenas hay escenario.

Por eso cuenta que trató de que con cada paso de página ocurra algo, haya alguna sorpresa. No quería que el libro resultase ni aburrido ni pretencioso. Lo que sí barruntaba es su capacidad para adaptarse a otros formatos y acabar siendo representado como una obra de teatro. Algo que sucederá a final de año en Santander. Que Medea a la deriva se haya publicado en este momento y no hace diez años parece un designio del propio Zeus.

a.
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