Un viaje a Menorca en clave ‘SloMo’

Pasadas las masificaciones del verano, la isla balear exhibe su verdadero ritmo. Hoteles, restaurantes, sorprendentes monumentos neolíticos o increíbles paisajes: así se disfruta Menorca a cámara lenta

Los mejores refugios de Menorca para disfrutar a ritmo lento. Foto: Menorca Experimental.

Ciutadella y Mahón, las dos capitales, la histórica y la actual, se suelen quedar con la mayor parte de los visitantes de Menorca fuera de la temporada estival. Pero lo cierto es que esta isla balear ofrece reclamos de lo más variado más allá de esos atractivos núcleos urbanos.

Sobre todo en la zona sur, en torno a Alaior, Son Bou y Cala en Porter. El triángulo formado por esta tres localidades está salpicado de lugares idóneos para una escapada en modo slow, sin prisas y sin más objetivo que descansar y disfrutar de la belleza, entendida ésta en sus más diversas acepciones.

Menorca fuera de temporada

Ese concepto “sin prisas” es el que procuran trasladar los propietarios parisinos del hotel Menorca Experimental a sus huéspedes en cuanto éstos ponen un pie en su bonita propiedad. Ésta se encuentra muy cerca de Alaior, entre bosques naturales, campos de cultivo y cientos de metros de “pared seca”, es decir de esos históricos setos menorquines, construidos con una técnica reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

El hotel ocupa un edificio con varias vidas. Foto: Menorca Experimental.

Parte de las 43 habitaciones de este hotel están en el edificio de lo que fue una antigua residencia campestre del siglo XIX, reconvertida después en cuartel del Ejército español. Y el resto están repartidas entre jardines, con su infinity pool, incluidas las nueve estancias independientes que disponen de piscina propia.

Todas lucen decoradas con tonos claros, madera, detalles de artesanía menorquina tradicional y actual y también con obras de arte realizadas por artistas emergentes del panorama nacional e internacional, a los que el hotel ofrece residencias creativas.

Uno de ellos es el francés Carlo Amen, que ha creado para el hotel varias pinturas y piezas de cerámica, cocidas y esmaltadas en el taller Es Fangueti de las ceramistas Bàrbara Pons y Joana Muñoz. Este taller está en un auténtico símbolo de la isla: el molino de Xoriguer, el que aparece en la etiqueta de la botella de esa popular ginebra menorquina.

La artesanía y el diseño están muy presentes en el hotel. Foto: Menorca Experimental.

Bàrbara y Joana elaboran piezas decorativas poco convencionales tanto para catering, como para menaje, decoración y souvenirs, con series tan atractivas como la de las nadadoras o la de motivos marinos.

La artesanía está también muy presente en el menaje del restaurante de Menorca Experimental, con platos muy mediterráneos y menorquines y algún que otro alarde fusión. Y es así con la clara intención de crear lazos de interconexión entre los huéspedes y esta tierra, su cultura y sus tradiciones.

Calas que atrapan la mirada

También con su naturaleza. Y en este sentido resultan muy inspiradoras las sesiones dirigidas de yoga sobre la plataforma de madera instalada junto a la Cala Llucalari y que se ofrecen como actividad complementaria a los huéspedes de este alojamiento.

Yoga frente al mar. Foto: Menorca Experimental.

Esa cala, de complicado acceso a pie, regala imágenes y baños de ensueño entre acantilados de roca arenisca cubiertos de pinares y aguas de un intenso y transparente verde esmeralda.

Con independencia de si hace tiempo o no para bañarse, contemplar el Mediterráneo a pie de playa o desde cualquiera de los miradores situados sobre esos acantilados es algo que despierta los sentidos y una saludable sensación de paz.

Ocurre algo similar en las vecinas calas Turqueta, Es Talaier y Macarella. Esta última, además, es uno de los mejores puntos de Menorca desde donde contemplar el cielo estrellado. Porque, conviene mencionarlo, la isla está considerada como Reserva y Destino Starlight desde el año 2019, en consideración a la escasa contaminación lumínica.

Cala Llucalari. Foto: Menorca Experimental.

Menorca mágica y mística

Pero si se tiene la oportunidad, admirar el cielo nocturno junto a alguno de los complejos talayóticos de Menorca es algo que trasciende el concepto slow para penetrar ya en el terreno de lo espiritual, incluso de lo mágico.

Uno de los más completos y, sin duda, el más grande de Baleares entre ese tipo de yacimientos de origen neolítico, es Torre d’en Galmés, situado entre Alaior y Son Bou.

En este poblado se puede admirar desde la zona pública, en lo más alto de la colina, con tres talayots (construcciones megalíticas) y el recinto de taula (con función ceremonial y religiosa), a los restos de las viviendas circulares, éstas situadas en la zona sur del complejo.

Poblado talayotico Torre d’en Galmes. Foto: Turismo de Menorca.

Atardeceres en la playa

Antes de que llegue la noche, la costa que baña esta zona suroeste de Menorca regala atardeceres de postal. Por ejemplo desde la playa de Son Bou, que con sus 3 kilómetros de longitud es el arenal más grande de la isla y que tiene una agradable parte no urbanizada, donde es habitual tirar la toalla, cerveza en mano, para disfrutar ese mágico momento.

El mejor atardecer de Menorca se atrapa en la Cueva d’en Xoroi

Pero, lejos ya de las afluencias del verano, ‘el lugar’ donde contemplar la puesta de sol en la isla en la Cueva d’en Xoroi. Un espacio entre lo natural (se trata, efectivamente de una cueva natural a mitad de acantilado) y lo mundano, donde el día se despide entre cócteles, copas, música chill out y unas impresionantes panorámicas al Mediterráneo y a la vecina isla de Mallorca (en días claros).

El mejor atardecer desde Cova d’en Xoroi. Foto: Turismo de Menorca.

Xoroi, como espacio de ocio, lleva ahí casi 60 años, haciendo las delicias de amantes de la buena música llegados de los más remotos lugares del planeta. Fuera de la temporada alta es también un lugar en el que paladear con calma y copa en mano la belleza del mar menorquín.

S’Albufera des Grau

Un mar que baña el más importante de los espacios naturales de la isla, el Parque Natural de S’Albufera des Grau. En este magnífico lugar, no muy lejos de Alaior (aunque en este caso en la zona noreste), se pueden pasar horas y horas observando su población estable e itinerante de avifauna, con especies como la focha común o el águila pescadora. Una laguna de agua dulce en precario equilibrio con los habituales aportes salinos que llegan del Mediterráneo y en donde habitan también una importante colonia de plantas acuáticas.

La singularidad y riqueza de S’Albufera des Grau, como el resto de espacios naturales protegidos de Menorca, contribuyó de forma clave en la declaración de Menorca como Reserva de la Biosfera desde 1994.

S’Albufera des Grau. Foto: Turismo de Menorca.

Una isla para comérsela

Y otra declaración internacional más de importancia. Durante 2022 la isla ha celebrado su año como Región Europea de la Gastronomía, aplazada por causa de la pandemia. Muchos de sus restaurantes han contribuido a este reconocimiento, entre los que se podría destacar, gracias a su apuesta por el producto local y los sabores del Mediterráneo, Es Molí de Foc.

Situado en un molino de arroz del siglo XIX del pueblo de Sant Vicent, su especialidad son los arroces, preparados al modo valenciano, como su propietario Vicente Vila, que lleva en la isla desde hace casi tres décadas.

Pero si hablamos de concepto slow food y de comida de kilómetro 0 en Menorca, entonces hay que mencionar a Silvia Anglada y Tono Tarra y su restaurante Es Tast de Na Silvia, único reconocido con ese sello en la isla.

Foto: Es Tas de Na Silvia.

Un local situado en plena Ciutadella donde el producto local se hace delicia pura en platos que cambian en función de las existencias del mercado. Aunque no suelen faltar los canelones de payés, las cocas o los higos con sobrasada (en temporada). Ni, por supuesto, el delicioso queso de D.O. Mahón-Menorca, quizás la máxima expresión gastronómica del buen saber hacer menorquín en materia de autenticidad y de elaboración en ‘modo SloMo’.

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