El toque de queda es sólo el principio

Se avecina un largo y funesto invierno en España, el más negro en décadas

El mismo presidente del Gobierno que, eufórico, anunciaba el pasado julio que España había “vencido al virus” decretó el pasado domingo el segundo estado de alarma a nivel nacional en apenas siete meses.

Aunque las nuevas restricciones son más suaves que las impuestas en marzo, siendo, además, más flexibles, dado que las comunidades autónomas tendrán margen para modular las medidas en función de su situación epidemiológica, lo cierto es que, a la vista de los datos, todo apunta a que se endurecerán de forma sustancial en las próximas semanas.

Lo primero que cabe señalar al respecto es que, a diferencia de lo que pregona el Gobierno, España no está sufriendo una segunda ola, a imagen y semejanza del resto de Europa, sino la tercera.

Los graves errores cometidos tras el desconfinamiento, junto con la ausencia de planes eficaces para controlar los contagios y los irresponsables mensajes lanzados por Pedro Sánchez, animando a la gente a hacer vida normal, causaron los rebrotes acaecidos durante el verano. Y ahora, con la llegada del frío, comienza una tercera ola, cuyas consecuencias ya empiezan a ser preocupantes.

La confirmación de que el coronavirus se transmite por aerosoles convierte a los lugares cerrados y con mala ventilación en el principal foco de infección, con o sin mascarilla, con lo que cualquier concentración de personas, por mínima que sea, puede hacer crecer el número de casos.

Esta es la razón por la que, ante la bajada de temperaturas, se disparan los contagios y el Gobierno, que sigue sin entender la naturaleza de la pandemia y la receta adecuada para combatirla eficazmente, ha tenido que aprobar un nuevo estado de alarma.

Sin vacuna, la única receta disponible hasta el momento es el aislamiento social

Las restricciones, por el momento, se limitan a implantar un toque de queda nocturno generalizado, entre las 23 horas y las 6 de la mañana, si bien las regiones podrán modificarlo, al tiempo que los presidentes autonómicos podrán cerrar su territorio o parte de él a la entrada y salida de gente en función de las circunstancias, así como prohibir las reuniones de más seis personas.

El objetivo inicial es prolongar estas medidas durante seis meses, hasta que vuelva el calor y con él la posibilidad de realizar actividades al aire libre. El problema, sin embargo, es que casi toda España ha caído ya en el temido contagio comunitario, de modo que resultará muy difícil doblegar la curva sin la aplicación de un confinamiento mucho más duro, tal y como están haciendo otros países europeos.

El plan que acaba de decretar Italia bien podría avanzar los pasos que se seguirán aquí en las próximas semanas. Roma ha impuesto durante un mes el cierre de bares y restaurantes a partir de las 18.00 horas, así como de cines, teatros, gimnasios y salas de conciertos y conferencias.

Además, en Italia se implanta la educación online, salvo en infantil y primaria; se prohíben las fiestas, tanto en interiores como al aire libre; se fija un número máximo de seis personas en las reuniones; y se recomienda no salir de casa, salvo para lo indispensable.

En definitiva, un confinamiento más estricto que el que prevé Sánchez, aunque sin llegar al cierre total adoptado en marzo. Ante la ausencia de una vacuna o un tratamiento realmente eficaz contra la Covid-19, la única receta disponible hasta el momento es el aislamiento social. Y este aislamiento, a su vez, se puede lograr por dos vías: individual o colectiva.

La primera es la que han puesto en marcha, básicamente, los países asiáticos, consistente en realizar test masivos para localizar a los infectados, mecanismos de rastreo para controlar sus contactos estrechos y cuarentenas efectivas de todos los contagiados, bajo amenaza de fuertes multas y sanciones.

La segunda, por desgracia, es la que ha primado en Europa y, especialmente, en España, con el cierre de negocios y el confinamiento de la población. Los resultados de unos y otros saltan a la vista en cuanto a volumen de muertes y destrucción de riqueza. Se avecina un largo y funesto invierno en España, el más negro en décadas.

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