En defensa de la gran coalición

Se necesitan mayorías mucho más amplias de las que con los anteojos de hoy se observan en los pronósticos electorales para llevar a cabo las profundas reformas que urgen a este país

Seamos honestos, queridos lectores: no existe en el horizonte de ninguna empresa demoscópica la posibilidad de una mayoría parlamentaria suficientemente amplia para abordar las profundas reformas que a este país le urgen.

Y, sin embargo, nuestra arquitectura institucional necesita como el comer ese lavado reformista, máxime tras dos años ya de dura pandemia.

No. No hay ninguna expectativa de esa mayoría política y, si me apuran, social, que pueda garantizar esos profundos cambios de calado que requiere España.

Por lo visto hasta ahora, los sondeos auguran insistentemente victorias o bien del denominado bloque de izquierdas o bien del de derechas por unos resultados tan ajustados que inhabilitan a futuro cualquier proyecto que requiera unas mayorías cualificadas. Al contrario, obligan al Gobierno resultante a cambalaches continuos de dudosa calidad democrática.

Las encuestas vienen pronosticando en unos casos una nueva mayoría Frankenstein, donde se unen partidos con un proyecto de España con otros que quieren su disolución junto a unos terceros que apenas aspiran a sacar su pequeña tajada. Poco bagaje para ambiciones reformistas de futuro.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, durante la reunión que han mantenido este jueves, antes del inicio del Consejo de Ministros extraordinario para aprobar los Presupuestos Generales del Estado de 2022. EFE/Javier Lizón

En otros, avanzan una posible victoria electoral de una denominada mayoría de derechas con un peso creciente de un partido como Vox, a menudo con más proyecto de pasado que de futuro. Una oferta poco atractiva para sus oponentes.

Con ese empate técnico en el Congreso, además, los partidos sólo encuentran incentivos en mantener ese status quo denigrando al rival y movilizando cada vez con propuestas menos racionales, menos constructivas, a sus propios seguidores.

Panorama altamente desalentador por la polarización

Esa paralizante polarización puede resultar suficiente y rentable para determinadas camarillas políticas, pero convendrán conmigo en que configura un panorama altamente desalentador para el resto de la ciudadanía.

Pero, como decíamos unos párrafos más arriba, el país necesita imperiosamente una reforma en profundidad de su andamiaje democrático, un escenario que resulta imposible de abordar sin un amplio consenso.

España pide a gritos cambios en su sistema electoral y un marco económico que empuje la productividad de nuestra economía

Con carácter enunciativo, que no limitativo, sería fácil coincidir en que España pide a gritos cambios en su sistema electoral, una nueva relación entre sus tres poderes -ejecutivo, legislativo y judicial- y un marco económico que empuje la productividad de nuestra economía.

Para meter mano a ese desafío se necesitan mayorías mucho más amplias de las que con los anteojos de hoy se observan en los pronósticos electorales que escupen las empresas de sondeos más prestigiosas.

España urge un cambio político, de inicio en su sistema electoral, que reinvierta la deriva peligrosa hacia el cantonalismo al que parece abocada. Hay que evitar que los intereses nacionales se supediten a los egoísmos particulares, porque ello nos disgrega como nación. Y, por lo que parece, en ese camino vamos.

España urge un cambio político, de inicio en su sistema electoral, que reinvierta la deriva peligrosa hacia el cantonalismo al que parece abocada

La ausencia de un liderazgo central fuerte, de una mayoría guiada por los intereses generales de España como colectivo, refuerza las baronías locales y la política -los presupuestos, los órganos de control de los diferentes poderes…- se convierte enn un mercado persa.

Les recomendamos, en este sentido, la lectura de mEDium #7, la publicación de pensamiento de este grupo editorial. Un gobierno, como el actual, huidizo de sus responsabilidades, sólo está acelerando ese proceso que ya se viene advirtiendo desde hace tiempo.

En este sentido, es necesario repensar el Estado de las autonomías. Y es forzoso hacerlo no desde el estéril debate entre centralización-descentralización, sino desde el más prometedor de la eficacia de nuestras instituciones, aunque será obligatorio poner coto a la multiplicación de entes administrativos y sus consiguientes reinos de taifas.

España precisa nuevos mecanismos que mejoren la relación entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, reforzando su independencia y su papel en el control recíproco de sus decisiones. Esa es la base de la democracia actual.

España precisa nuevos mecanismos que mejoren la relación entre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, reforzando su independencia

Sin esa independencia, el ejecutivo tiende a la concentración de poder y posiblemente a su abuso. Ese dominio acaba extendiéndolo comunitaria del país. Sin esa separación de poderes no hay transparencia, ni rendición efectiva de cuentas de unos a otros, etc., etc.

Y, por ir acabando, este país necesita urgentemente cambiar sus caducas estructuras económicas y el ineficiente mercado de trabajo porque nuestros índices de competitividad están alcanzando ya niveles peligrosos.

No es posible abordar esas reformas -urgentes, inevitables, imperiosas…- desde mayorías parlamentarias limitadas, frágiles y contradictorias. Como, por ejemplo, la cosmética contrarreforma laboral recién aprobada, las dificultades para renovar los órganos de poder judicial o la lucha contra la pandemia han demostrado.

No es posible abordar esas reformas -urgentes, inevitables, imperiosas…- desde mayorías parlamentarias limitadas, frágiles y contradictorias

España se enfrenta al dilema reforma o palabrería. Si opta por lo segundo, entraremos seguramente en una nueva etapa de oscuridad en nuestra historia, con apenas algunas luces europeas alumbrándonos. Si elige lo primero, necesita altura de miras, generosidad y voluntad política para enhebrar una mayoría -acuerdo, coalición…- que lidere una nueva transición.

Seguramente, llegados hasta aquí, ustedes puedan concluir que los párrafos anteriores no dejan de ser un ejercicio de ingenuidad, una wishful thinking ajena completamente a la realidad política vigente en nuestro país. Tal vez. Pero ello no disminuiría, desde nuestro punto de vista, la validez de las afirmaciones reseñadas.

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