Calviño, el Vaticano y Bruselas

La derrota de Calviño certifica que el papel de España ha menguado en los últimos años: en Bruselas hay que picar piedra cada día para hacerse un hueco

Felipe González cerró la entrada de España en las Comunidades Europeas (CEE) de la mano de Mitterrand y Kohl. En un momento iniciático de presencia española en las instituciones europeas hubiera sido arriesgado que España intentara tener política propia en Bruselas. Nos fue bien, los fondos europeos regaron nuestras infraestructuras y España se modernizó. 

Luego llegó Aznar, España llevaba ya 10 años en Europa y el muro había caído. La alianza económica nacida del acuerdo del carbón y acero tenía ambición política: expandir la democracia, moneda única más allá del ECU, adiós fronteras. Fue la época dorada de la UE, vientos de libertad, el espíritu de Vaclac Havel, Walesa, Antall… Revitalizaba Europa.

Aznar abandonó la política exterior de González tutelada por Francia y Alemania. La ampliación abría el Consejo, la Comisión y el Europarlamento a un montón de países medianos y pequeños como Polonia, Hungría… y España podía aliarse con ellos para frenar el exceso de poder del eje París-Berlín.

España pierde fuelle en Bruselas

La negociación del tratado de Niza y la dura negociación de Aznar sacó de quicio a las potencias europeas: España tenía perfil propio. La controvertida foto de las Azores es el culmen de una política exterior española con acento propio.

ZP renunció a los logros de Aznar en Niza, las reformas de la Constitución europea tras los reveses del tratado en los referéndums nacionales y la crisis económica del 2008 hicieron el resto. Europa envejecía a gran velocidad y el euroescepticismo se apoderaba de países que pocos años antes suspiraban por huir del yugo soviético.

Una España ensimismada en sí misma debido a los problemas económicos generados con ZP y resueltos por Rajoy debilitaron la posición española en Bruselas. La urgencia era negociar cuestiones económicas, como el rescate bancario, no influir en las instituciones europeas.

Tras la Vicepresidencia de la comisión de Almunia, la cartera de Arias Cañete era menor, la actual de Borrell en exteriores, un gigante con pies de barro dado que cada país tiene su propia posición en política exterior. España ha ido de más a menos en Europa.

Nadia Calviño aspiraba a la presidencia del Eurogrupo, un lugar óptimo desde el que influir en los criterios para el reparto de fondos de reconstrucción de la Europa postcovid. Pedro Sánchez no acabó de entender que en Bruselas se celebra un cónclave papal diario. La inspiración del voto de cada país es un secreto que solo sabe el Espíritu Santo.

Jactarse de tener algo garantizado en Bruselas es un error. Creer que las alianzas son estables es una bisoñez. Podrá decirse que España fue traicionada por algún pequeño país, pero ha sucedido más que eso.

Jactarse de tener algo garantizado en Bruselas es un error. Creer que las alianzas son estables es una bisoñez

Europa es un entramado político muy complejo. Merkel, líder, no formal pero si total, del Partido Popular Europeo (PPE) apoyaba a una socialista como Calviño para presidir el Eurogrupo pero el ganador ha sido un correligionario irlandés de Merkel al que ha votado más de un socialista.

Merkel ha construido en el PPE el más magnifico entramado político que hay en Bruselas, ningún otro grupo político transnacional como los socialistas (S&D) o los Liberales (Europa Renew) alcanzan ni de lejos la organización, coordinación y capacidad política del PPE de Merkel. Quizás por eso son la primera fuerza de la UE y presiden la Comisión, tienen el control del BCE y dentro de un año, el Parlamento.  

Quizás haya correligionarios de Merkel díscolos o quizás Merkel no se empleó suficientemente para garantizar la victoria de su patrocinada. Al parecer, Macron y Conte tampoco. Tantos fallos en cadena no son habituales en Bruselas. La cuestión fundamental es si España tenía perfil propio para garantizarse esa victoria o hemos vuelto a la casilla de salida en Europa, el papel subsidiario de Berlín y París que ocupábamos con Felipe González y Morán como ministro de Exteriores.

La derrota de Calviño no implica que las condiciones de las ayudas económicas que España espera –y necesita con urgencia– vayan a ser más duras que antes de perder la votación. Como en los cónclaves papales en Bruselas cada negociación, cada votación, parte de cero. Lo que sí marca la votación del Eurogrupo es que los crupiers que repartirán las cartas de la negociación no están todos alineados en el mismo sentido y lo que para España, Italia y Francia tenían que ser unas condiciones laxas, o lo que es lo mismo, con potestad para gastar con criterio nacional el dinero que llegará de Bruselas, ahora pueden ser unas condiciones más estrictas y eso tendrá consecuencias en la política y la economía española.

La tensión entre PSOE y Podemos crecerá sin las condiciones para acceder a los fondos son más estrictas dado que los de Iglesias son euroescépticos y amantes del gasto público desaforado pero los españoles debemos celebrar todo control y cortapisa que Bruselas imponga al gasto de los fondos de reconstrucción dado que ese dinero lo deberemos pagar nosotros vía impuestos. 

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