El exoesqueleto de Salvador Illa

El independentismo ha logrado detectar el punto débil de la apuesta de Iván Redondo y volverá a gobernar. Al menos, Sánchez podrá humillar al PP y Ciudadanos

El exoesqueleto de Salvador Illa ha funcionado. Ya saben, esa especie de armadura que la ciencia ha desarrollado para suplir las debilidades del cuerpo humano. Un esqueleto mecánico que concede a quien se lo pone un poder superior al normal. Con él se superan impedimentos, limitaciones y se pueden llegar a mover pesos de cientos de kilos sin esfuerzo.

Pedro Sánchez había construido, en la factoría Moncloa que dirige Iván Redondo, un exoesqueleto a la medida del candidato del PSC. Tan a la medida que ni la pandemia del Covid-19 podía frenarlo con el aplazamientos de las elecciones.

De entrada concedió al armazón la fuerza de un ministerio con una proyección mediática que ni él mismo sospechaba. Reforzó sus articulaciones con el material de unas encuestas que solo un alquimista como Tezanos es capaz de cocinar y le colocó baterías cargadas en exclusividad con la energía que generan las instituciones y los medios públicos. Y al prototipo lo llamó “efecto Illa”.

Parecía imparable. Capaz de gobernar por mayoría o de pactar con cualquiera después de negar que fuera a hacerlo. Un coloso que no podía fallar, porque estaba dotado con todos los elementos para ser lanzado hacia Cataluña como se lanzó al Apolo 11 hacia la Luna. Su misión consistía en entrar en la Generalitat y reforzar el colchón de intereses sobre el que descansa el gobierno de España. Los intereses, en definitiva, de Sánchez, Iglesias y Junqueras.

Pero por lo visto el exoesqueleto tenía un punto débil, o varios. Y los independistas, expertos en hacer que se tambalee todo lo que les rodea, le ha atado los pies con el cordón de siempre para que caiga con todo su peso y no se levante. El cordón que hará que los independentistas vuelvan a formar gobierno argumentando que sus fuerzas (ERC, JxCat y las CUP) son mayoría. Y es cierto, si bien la mayoría, afortunadamente y pensando en el futuro, está representada por una abstención que deslegitima a cualquiera que hable en nombre de la sociedad catalana.

Sánchez puede estar satisfecho tanto por el resultado del PSC como por las derrotas del PP y Cs

Estas eran las elecciones de Pedro Sánchez, y el presidente del Gobierno puede estar satisfecho tanto por los resultados del PSC como por la severa derrota de los candidatos del PP y Cs, a los que podrá humillar en los próximos días. Pero esto no impide que ahora se le abra un serio problema en un territorio donde aspiraba a mimetizar un ejecutivo como el suyo. Y aunque los números den, también dan para una coalición independentista. Y esta es una mala noticia para la “estabilidad” del ejecutivo PSOE-Podemos.

Un Puigdemont crecido, envalentonado, puede incluso tener la tentación de retar de nuevo al Gobierno y llevarlo a los tribunales. Con lo que eso supondría de enfrentamiento entre Sánchez e Iglesias si el primero aceptara retarse con el fugado. Sin olvidar que un pacto nacionalista en la Generalitat haría de ERC un socio tan incómodo que dejaría de contar para futuros acuerdos a nivel nacional.

Cataluña seguirá en un callejón sin salida, ahondando en el deterioro social, político y económico

Cataluña, parece claro, va a seguir en su particular callejón sin salida. Ahondando en un deterioro social, político y económico que no encuentra solución. Porque lo que está en juego es la democracia. Y no pasa por la discusión de si es mejor un gobierno nacionalista o uno de izquierdas, si no por un ejecutivo que acepte la legalidad y la defienda. Ese debe ser el eje del debate. Respetar y hacer respetar la ley.

Todo lo demás será deslizarse peligrosamente por la pendiente de la confrontación social.

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