5 razones para viajar a la isla de La Palma y vivir un verano a ritmo ‘slow’
Bosques de laurisilva, increíbles cielos estrellados, volcanes, piscinas en el océano y pueblos con encanto conviven en un destino ajeno a las aglomeraciones que respira autenticidad y al que este verano es más fácil llegar gracias a Vueling
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a isla de La Palma no se parece a ningún otro lugar y con eso podría bastar para visitarla pero, además, todo lo que tiene de diferente la Isla Bonita lo tiene también de especial. Un pequeño paraíso en el Atlántico que debe su origen a los volcanes y que conserva bosques que en otras latitudes se extinguieron hace milenios, que ofrece baños refrescantes en piscinas directamente sobre el océano y cuyos cielos abren ventanas a millones de estrellas.
Un pequeño paraíso, además, que ha logrado ese complicado equilibrio entre la hospitalidad y la autenticidad, en el que nunca hay aglomeraciones y sigue manteniendo su esencia y sus tradiciones, donde se come rico y se siente bien. Un lugar que, más allá del viaje, se convierte en una experiencia enriquecedora.
Sostenible, auténtico y tranquilo, si aún no te lo habías planteado como destino, en la conexión directa de Vueling esta temporada desde Barcelona tienes la razón definitiva.
Caminar por la isla de La Palma
Con 706 km de superficie y declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO, la isla de La Palma tiene más de 1.000km de senderos perfectamente señalizados que te permiten acceder a muchos de sus secretos caminando.
Solo entendiendo su historia es posible comprender estos caminos que discurren por laderas imposibles y barrancos escarpados y que, distribuidos por toda su geografía, permiten ver desde entornos volcánicos a frondosos bosques de pinos o laurisilva, pasando por acantilados y playas de arena negra.
Con nombre propio, la Ruta de los Volcanes, de 28 km, conecta el Refugio del Pilar con las Salinas de Fuencaliente, y regala vistas como las que se divisan desde Las Deseadas, a 2.000 metros de altura, seguramente entre las mejores panorámicas de la isla (y desde donde, en días claros, llegan a verse Tenerife, La Gomera y El Hierro).
Rutas entre bosques como los del Cubo de Galga, Los Tilos o Las Tricias, y rutas de agua, como el espectacular sendero Marcos y Cordero, que atraviesa 13 túneles de agua en apenas 12,5 km de recorrido entre tupidos bosques de laurisilvas y profundos barrancos, son otras de las opciones.
Con un 25% de su superficie cubierta por laurisilva, la isla de La Palma es una de las pocas reservas del mundo de este antiguo bosque
Por nada hay que perderse caminar en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, una espectacular hendidura de ocho kilómetros de diámetro y hasta uno y medio de profundidad, cubierta de densos bosques de pino canario y surcada por profundos barrancos es un oasis de paz para el caminante.
Piscinas literalmente dentro del Atlántico
Más conocida por el verde de sus frondosos bosques, la isla de La Palma es también una isla azul, con opciones de playa tan increíbles -y con poca cantidad de bañistas, lo que permite ir relajadamente a cualquier hora sin temor a no poder plantar la toalla- como La Zamora, bajo un acantilado en el municipio de Fuencaliente.
En la costa de Fuencaliente están las playas de Echentive, también conocida como Playa Nueva o la del Faro. En la costa de Villa de Mazo el agradable entorno de la Salemera, con una pequeña piscina natural, sólo existente cuando sube la marea y todo el tipismo de un pueblo pesquero tradicional.
Bajamar, al este de la isla de La Palma y muy cerca de Santa Cruz de la Palma, es una de las playas más visitadas por la población local durante todo el año.
Nogales, al noroeste de la isla, es una extensa playa virgen en la que hay que tener especial precaución por sus corrientes y oleaje. Un enclave de gran belleza natural.
Otra opción para bañarse son las piscinas naturales, casi spas naturales, donde el mar salta entre las rocas y permite bañarse sin oleaje, como las de Charco Azul o La Fajana.
Turismo de estrellas
Basta caminar en la noche y mirar al cielo para entender de lo que hablamos. La oscuridad de la isla y la calidad (protegida) de su cielo pone las estrellas más cerca de nuestro alcance.
No por casualidad la isla alberga el Observatorio Astrofísico del Roque de los Muchachos, uno de los mejores del mundo, con una amplia batería de telescopios de diversos países.
Pero incluso sin los magníficos telescopios que usa la comunidad científica para estudiar el universo, la isla de La Palma, catalogada como Destino Turístico Starlight, es un paraíso para la observación de estrellas con infraestructuras como miradores y centros de visitantes y todo tipo de propuestas como tours, talleres de astronomía y de fotografía nocturna, festivales de cine o carreras nocturnas.
Una isla que se come (y se bebe)
De los vinos que conquistaron a Shakespeare (malvasía) a las plantaciones de caña de azúcar, de aguacate y plataneras, la gastronomía de la isla de La Palma derrocha sabor y diversidad.
La elaboración artesanal es una seña de identidad de la gastronomía palmera que ha permitido llegar hasta nuestros días técnicas ancestrales como la fermentación de vinos en barrica de tea (madera de pino canario) o la elaboración de quesos.
A la mesa, no hay que dejar de probar los chicharrones con un toque de gofio, el queso asado con mojo picón, platos de cuchara como las garbanzas, la sopa de picadillo o el potaje de trigo, la carne de cabra en salsa, las costillas con mojo y piñas (mazorcas) y los platos de pescado como el alfonsiño frito o el patudo (atún rojo) a la plancha, todo acompañado de papas arrugadas con mojo (rojo para la carne, verde para el pescado).
Vinos palmeros con denominación de origen y dulces como los marquesotes, la rapadura, de forma cónica y elaborada con miel de caña, gofio, azúcar, canela, almendra y limón, el bienmesabe, o el Príncipe Alberto, de chocolate, almendras y bizcocho, completan el menú.
Además, curiosos museos como los del Plátano, el Gofio o la Casa del Vino, festividades en honor a los sabores palmeros (La Vendimia, en Fuencaliente o el Almendro en Flor, en Puntagorda) y mercados locales donde adquirir productos directamente a los agricultores hacen de la gastronomía otra apetecible razón para viajar a la isla de La Palma.
Experiencias que transforman
Que en la isla de La Palma se vive a otro ritmo lo descubrimos nada más bajar del avión. Y cuesta muy poco adaptarse a su estilo de vida gracias a sus pueblos pequeños y encantadores, sus alojamientos con encanto, su hospitalidad o la atención a los pequeños detalles que aquí es una constante.
Reservar un tiempo para fotografiar el famoso mar de nubes o la cascada de colores en La Caldera de Taburiente; visitar pueblecitos de cuento como El Tablado o Las Tricias; enamorarse de un atardecer en el Mirador del Time o el Mirador de los Llanos del Jable; o llenar el carrete del móvil con fotografías del impresionante contraste del negro volcánico con el blanco de la sal en Las Salinas de Fuencaliente son solo algunas de la inabarcable lista de experiencias aparentemente sencillas pero transformadoras que reserva La Palma.
Este verano Vueling conecta Barcelona con la isla de La Palma con dos vuelos semanales que permiten llegar al paraíso en menos de cuatro horas y olvidarse del mundo.