Formentera se encuentra a solo tres kilómetros de Ibiza, pero pareciera estar en otro mundo. Esta isla, la hermana menor de las Islas Baleares, es un paraíso para los amantes del turismo slow, para los que buscan desconectar y evitar la parafernalia del glamour y la diversión sin fin. Es una isla donde el respeto a la biodiversidad es tan estricto que la única vía de comunicación con el exterior es por medio del transporte marítimo hacia Ibiza, donde Vueling tiene conexiones directas con 11 destinos.
Sus carreteras permiten el paso de un número limitado de coches y se promueve la movilidad sostenible, indican en la Agencia de Estrategia Turística de las Illes Balears.
Nada más desembarcar en Formentera se siente que todo transcurre más lento, sin prisas. Es un territorio pequeño pero lleno de grandes sorpresas, como el ambiente amigable de sus pueblos, el pasado de las torres de defensa, el encanto de los molinos de viento, la belleza de sus costas y de la laguna S’Estany des Peix.
En la isla persisten manifestaciones musicales como las ballades y las cantades, que se han transmitido de generación en generación, y fiestas populares donde la tradición de la vida marinera se conjuga con el fervor religioso.