Como sucede a menudo con los ejecutivos gloriosos, su paso a la miseria puede ser igual de cruel en magnitud que su ascenso al Olimpo del poder. Sería el caso del que fuera presidente de Catalunya Caixa, Adolf Todó. Tras pilotar la entidad durante unos años, primero como director general y más tarde como máximo responsable del consejo de administración, la nacionalización de la caja de ahorros acabó poniendo al Gobierno, a través del Frob, al mando de la nave.
Todó se fue, pero además se llevó en la mochila los asuntos judiciales que sobre su sueldo y su gestión aún planean en algunos tribunales y que ocupan parte de su tiempo. ¿Pero qué hace Todó desde entonces? El que fuera plenipotenciario responsable de la caja fundada por la Diputación de Barcelona en la recta final de su existencia se dedica ahora a intermediar operaciones mercantiles.
Sobre todo, Todó está acompañando a fondos de inversión con ganas de invertir en empresas españolas. Una tarea discreta, que le permite estar alejado de los focos mediáticos, y bien remunerada.
