Apuntes de un Gobierno que llegó tras una mala oposición y de otro que no deja de serlo

 

Del Gobierno central

Al Gobierno que preside Mariano Rajoy le pesa como una losa la oposición que llevó a cabo contra Zapatero para alcanzar el poder; tanto más, diría yo, que el desgaste que sufre por la devastadora crisis económica que azota al país. Sobre todo en su propio electorado. Algunos dirían que en el pecado lleva la penitencia.

No hay prácticamente medida que adopte que sus contrincantes políticos no aprovechen para ponerle ante el espejo y le echen en cara que hace lo contrario de lo que decía y prometía apenas unos meses antes. Ya sea por la subida del IVA, ya sea por una nueva ley penitenciaria que beneficiaría a determinados presos de ETA, o cualquier otra de las muchas que ha puesto en marcha. El problema, sin embargo, no está quizás en lo que hace ahora, sino en lo que dijo antes y tan bien le sirvió para alcanzar La Moncloa.

Azuzar contra el entonces Gobierno de Zapatero a las víctimas de terrorismo y sembrar permanentemente la sospecha sobre posibles negociaciones con el entorno etarra no era un argumento honesto, y ni siquiera inteligente, aunque como es obvio se reveló muy útil a los intereses partidistas del PP. Si alguien no puede participar en una solución al terrorismo, que siempre implicará una parte de negociación, son las víctimas a las que desgraciadamente nada más se les puede ofrecer que todo el cariño y apoyo que seamos capaces de darles, nunca un protagonismo político y menos una interlocución directa en el punto y final de la violencia. El error lo está pagando hoy y de qué manera el ministro Fernández Díaz.

Oponerse de raíz a cualquier subida de impuestos en una crisis fiscal como la actual y prometer que nunca se tomarían medidas en este sentido fue una actitud demagógica, aunque reportó sin duda un buen número de votos. Pero el error estuvo en esa posición tan tacticista y poco leal de entonces y no en las subidas que se están decretando en estos momentos, porque no hay más salida que aumentar la recaudación si se quiere cumplir el objetivo de déficit, una meta sin la cual no es que no haya paraíso sino que sólo hay un infierno absoluto. Y no nos engañemos, se pueden recortar gastos con la correspondiente crispación social que se genera, pero nunca se irá al ritmo que hoy se requiere. No hay otra salida, como no la había entonces, que echar mano de los impuestos.

Se equivoca en muchas cosas el actual Gobierno y toma medidas que evidentemente están en las antípodas de lo que desearía una parte de la población, pero si somos serios aceptaremos el poco margen que tiene. Lo que estuvo mal fue lo que dijo cuando era oposición y no lo que, en general, hace ahora.

Por cierto, y abundando unas líneas más sobre el tema, me gustaría saber dónde se esconden ahora los que teorizaron en su momento que tras la caída del muro de Berlín y el finiquito de la lucha de clases, la política ya no podía tener ideología. La política debía ser exclusivamente gestión de lo público y que en la aptitud para esa tarea y en los resultados que se obtuvieran de ello estaría la disputa de los votos y no en el color político de una determinada ideología. Me gustaría que salieran a la luz y poder abrir un debate en estos momentos en que el Gobierno valenciano acaba de reconocer su incapacidad para gestionar la sanidad pública, para cuya salvación se encomienda al sector privado.

Del Govern

Hay que reconocer que nadie como CiU para hacer de la necesidad virtud. En la misma semana en que se han conocido las cuentas públicas (malas) de los dos primeros meses del año, de lo que hemos discutido es si Catalunya sería intervenida o no por la administración estatal. Chapeau! Ni un sólo debate sobre los resultados de la política de austeridad del Gobierno que preside Mas. Nada. Sólo sobre si Rajoy y Montoro tenían en cartera o no una hipotética intervención.

Claro que, esa forma de hacer, no sale gratis. Se ha extendido como un buen rumor el movimiento #novullparar, una convocatoria a no pagar en los peajes de las autopistas que inmediatamente ha sido encabezado por el independentismo. Los coches se plantan ante la barrera del peaje que sea y se manifiesta la voluntad de no pagar. Así, con un par. Ante el atasco y la tensión creciente que se va generando, los operarios optan por levantar las barreras. ¡Victoria!

No creo que ningún grupo político parlamentario apoye tales actos, ni siquiera los que pudieran mostrarse más comprensivos, pero permítanme que les diga que hay una cierta responsabilidad que no pueden obviar. Cuando todos ellos cuestionan la autoridad del Tribunal Constitucional por una sentencia que no beneficia; cuando algunos, y de niveles elevados de responsabilidad, hablan sin reparos de expolio fiscal desde el Estado, es decir, del órgano que representa la organización del consenso democrático que hemos alcanzado para convivir, más allá de que lógicamente no todos lo veamos con igual simpatía; cuando esto ocurre, cómo no entender que un grupo equis pueda sentirse legitimado para violentar la autoridad de una simple concesionaria.

Las discrepancias, incluso profundas, sobre el rumbo que debe tomar el Estado español sólo pueden solucionarse desde el absoluto respeto a la autoridad de sus instituciones y actos. Y para poder cambiar ese rumbo y hacer que gobiernen nuestras tesis exige ganar la opinión pública, conquistar su apoyo a nuestras posiciones y no su complicidad en el descrédito a las de la mayoría contraria.

De otros

No suelo comentar los sueldos de empresas privadas por razones evidentes. Una, por supuesto, es porque habitualmente carezco de la información necesaria para poder hacer una mínima evaluación. Otra, por ejemplo, porque allá cada cual. Dicho esto, me gustaría dejar plasmada aquí, a vuelapluma, mi sorpresa por la noticia que han publicado estos días diversos medios y según la cual Juan Luis Cebrián, consejero delegado del grupo Prisa, cobró el año pasado 8,2 millones de euros en concepto de retribución fija, variable y compensaciones extraordinarias por la recapitalización de la empresa para la que trabaja. El año pasado, el 2011, Prisa perdió 451 millones de euros, unas seis veces más que el año anterior. Mi sorpresa aumenta al saber que ese mismo año Florentino Pérez, presidente de ACS, una empresa multinacional, con buenos beneficios, ganó en concepto de sueldo y aportación a su plan de pensiones seis millones.