Barcelona paga el pacto

Barcelona se convertirá en moneda de cambio entre los súbditos del sanchismo y sus socios. No obstante, la historia demuestra que, quien con ERC se acuesta, fracasado se levanta

Barcelona lleva un año sin Ada Colau. El Partido Popular liberó la ciudad de su peor alcaldesa y, al mismo tiempo, consiguió que el gobierno municipal no cayera en manos del separatismo. “Ni Ada ni estelada” era la promesa de un Daniel Sirera al que las urnas le habían otorgado el derecho a vetar ambos populismos.

Y lo ejerció. Cumplió con la palabra dada, aunque el precio a pagar fuera sufrir un alcalde socialista. La política es así. No hay opciones perfectas. La responsabilidad obliga a elegir un mal menor, como escribiría Michael Ignatieff, flamante Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales.

Varias personas en la estación de Renfe y Metro ‘La Sagrera’ en Barcelona. Foto: Lorena Sopêna / Europa Press

En todo caso, la decisión del grupo popular permitía abrir la puerta a un gobierno que dialogara con todos los grupos y gobernara para todos los ciudadanos. Abría la puerta a la esperanza. Sin embargo, un año después, Jaume Collboni ha cometido el peor error de su carrera política y ha optado por el mal mayor.

La traición a sus votantes llevaba tiempo fraguándose en los despachos para ser anunciada ahora, justo ahora, pasadas las elecciones catalanas y europeas. Esta alevosía ya es tradición en la casa del sanchismo. Con todo, había otras opciones. La primera y mejor: seguir gobernando en solitario y perseguir, con honestidad y generosidad, acuerdos con el resto de los grupos municipales. 

Otros socios también eran posibles. Tanto Junts como Comunes estaban deseando entrar en el gobierno municipal. Colau y Xavier Trias se lo rogaban al alcalde en cada pleno -¡denos cargos, por favor!-, pero, al final, el PSC ha querido poner la ciudad en manos de la peor síntesis, la que forman lo peor del partido de Carles Puigdemont -conflicto separatista e inseguridad jurídica- y lo peor del partido de Colau –empobrecimiento económico e inseguridad ciudadana-. Esta síntesis tóxica se llama Esquerra Republicana y es una antítesis de los valores de la mejor Barcelona -convivencia y libertad-. 

¿Cómo afectará este pacto a la vida de los ciudadanos? Sufriremos más delitos y tendremos menos oportunidades. El gran problema de Barcelona es la inseguridad. No es sólo una percepción. No es una paranoia inducida por discursos demagógicos. Es la triste realidad de nuestras calles y nuestros barrios.

La degradación es palpable y es estadísticamente demostrable. Cada año se perpetran más de 200.000 delitos. Y, lo que es peor, los delincuentes multirreincidentes campan a sus anchas para la desesperación de las policías y el empobrecimiento de los comerciantes. 

Reformar el Código Penal

Para recuperar una Barcelona segura es condición necesaria una mayor dotación de recursos policiales y judiciales, pero también una reforma del Código Penal que haga más eficaz la lucha contra el crimen. Sin ir más lejos, el PP acaba de presentar la propuesta en el Congreso de los diputados y no se imaginarán qué grupo votó en contra de esta reforma fundamental para la seguridad de los barceloneses. Exacto: ERC (también Bildu y Sumar). 

Y es que, para algunos, no hay que perseguir al ladrón, sino a la víctima, al pobre turista al que le han birlado el reloj de su muñeca y, claro, nunca más volverá a pisar esta catalana tierra. Ahora los concejales de ERC podrán cumplir sus sueños colauistas e impulsar políticas turismofóbicas; también podrán empeorar toda esa mala regulación que dispara los precios y los alquileres de las viviendas; y, en promoción económica, podrán imponer el decrecimiento (de la clase media).

«Y, lo que es peor, los delincuentes multirreincidentes campan a sus anchas para la desesperación de las policías y el empobrecimiento de los comerciantes»

Éstas son las áreas gubernamentales que les ha cedido Collboni. Esto es lo que nos espera a los barceloneses. El pacto no saldrá barato al bolsillo de los barceloneses. Los comunes no entrarán en el gobierno, pero se mantendrán las subvenciones a toda la red clientelar del colauismo. Y a ésta se sumará la red clientelar del separatismo.

Ya han pactado la creación de chiringuitos políticos con la excusa del catalán. Pobre catalán. Pobre lengua usada como arma de una agenda política cada vez más alejada de la realidad social. Es la latinización: es la lengua del poder, pero no de los jóvenes, ya que éstos se rebelan ante a un nacionalismo que, durante décadas, ha despreciado la libertad y el pluralismo de la gran ciudad. Ahora, gracias al PSC, nos darán dos tazas de asfixia identitaria, una desde cada lado de la plaza Sant Jaume.  

Fracaso

El pacto entre el PSC y ERC es una buena noticia para Pedro Sánchez y Salvador Illa, pero, definitivamente, será una ruina para los barceloneses. La ciudad pagará el pacto. Barcelona se convertirá en moneda de cambio entre los súbditos del sanchismo y sus socios. No obstante, la historia demuestra que, quien con ERC se acuesta, fracasado se levanta.

A la tradición golpista, este partido le suma una pasión desenfrenada por la inestabilidad y el caos. La amnistía no ha apaciguado a nadie. Puigdemont, el impune, renace y lidera el bloque separatista, y los republicanos, mermados y divididos, parecen virar hacia su cobijo. Así pues, aún vamos a sufrir más giros de guion en el ayuntamiento de Barcelona.