Ese algo del caso Koldo

Más allá de las apariencias, la sociedad se cuestiona si la figura de Ábalos es solo la punta del iceberg en un caso de corrupción que persiste en las instituciones, desviando la atención del fraude de las mascarillas a un escándalo político

Dicen que si le quitas las gafas a Koldo, uno descubre que es Ábalos; sin embargo, si le colocas las gafas a Ábalos, este sigue siendo él mismo. Esta observación, en forma de ocurrencia, revela que a los espectadores / ciudadanos les interesa más dejarse llevar por su intuición que por la causa judicial o la confrontación política.

Ha habido tanto ruido por este escándalo que se ha dejado de hablar del fraude de las mascarillas para centrarse en el fraude de Ábalos como político. Ahora todo se focaliza en saber cuántos Abalos hay implicados en el caso y, sobre todo, si hay otro Ábalos en el PP o en cualquier otra formación política.

El exministro José Luis Ábalos. EFE/ Zipi Aragon

La ocurrente observación de algunas personas de que Koldo no es más que Ábalos con gafas, pero no a la inversa, ofrece la posibilidad de ampliar la afirmación a toda la causa. Si seguimos estirando de la imagen de un Ábalos que a la vez son muchos otros, se podría llegar a la conclusión de qué gran parte de los responsables que permitieron el supuesto fraude fueron mimetizados por Ábalos hasta el extremo de ocupar su lugar y su físico en la administración.

La cuestión nunca ha sido si hay o no corruptos, sino si hay una corrupción sistémica tolerada

A diferencia del hombre camaleón capaz de adoptar diferentes aspectos, el hombre Ábalos desplaza y controla la voluntad de toda persona con la que se cruza para conseguir sus propósitos. Pero, más allá de las ocurrencias, debemos preguntarnos cuál es la razón por la que la política y las instituciones públicas siguen sometidas al influjo de los Ábalos / Koldo o Koldo/Ábalos, pues cada cierto tiempo se descubre un nuevo caso de características parecidas.

La cuestión nunca ha sido si hay o no corruptos, sino si hay una corrupción sistémica tolerada que solo es revelada cuando ya no es posible ocultarla. Hay corruptos en todos los países del mundo, pero no en todos los países se parasitan de igual modo en las instituciones. Esta es la razón por la que todo gira alrededor de Ábalos: porque los ciudadanos empiezan a descubrir que nadie sabía nada, aunque todos sospechaban que algo ocurría. Ese algo que sobrevolaba en las conversaciones, que se respiraba y se atisbaba, llamémoslo sensación, prejuicio, instinto, es lo que hace que la corrupción en España sea distinta a la de otros países; en España, ese algo que está en el aire, casi siempre acaba confirmándose.

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