48 horas en Ginebra: arte, viñedos y estrellas Michelin a las puertas de los Alpes

Paseos ribereños, parques y callejones animados del casco antiguo se alternan en Ginebra con museos, elegantes boutiques y restaurantes de altura bajo la mirada de los Alpes y el Jura

Muy cerca de Francia, en el punto en el que el Ródano sale del Lago Lemán y entre los picos cercanos de los Alpes y el macizo del Jura, encontramos Ginebra. La cosmopolita sede europea de la ONU, entre otras organizaciones internacionales, y ‘capital de la paz’ por acoger el hogar principal de la Cruz Roja y la Media Luna Roja se extiende a ambos lados del lago. 

En la orilla derecha, saludan grandes hoteles y muchos restaurantes. Sobre la izquierda, el casco antiguo de la ciudad, la Vieille-Ville (Ciudad Antigua, que además es el casco histórico más grande de Suiza) dominado por la catedral de San Pedro. En medio del lago, el inconfundible Jet d’Eau, el famoso chorro de agua que es también uno de los iconos de Ginebra. 

Cuna calvinista, capital financiera, ciudad de diplomáticos, sede de grandes corporaciones y símbolo mundial de la relojería de lujo, Ginebra es también una metrópolis a pequeña escala donde conviven más de 200 nacionalidades, con gusto por el arte y el diseño y tesoros gastronómicos que encontramos desde en tradicionales establecimientos que sirven fondue a los más sofisticados restaurantes con estrella Michelin. 

Un destino muy próximo con aerolíneas como Vueling que ofrece 2 vuelos directos diarios durante la Semana Santa.

Un paseo por el casco histórico de Ginebra

Las callecitas adoquinadas del casco histórico de Ginebra son testigo de más de 2.000 años de historia que se cuenta a través de plazuelas, edificios, museos y pasajes casi secretos

Nos situamos en la Place du Bourg-de-Four, considerada como la plaza más antigua de la ciudad en la que antaño se celebraba el mercado (y hoy poblada por terrazas), y ponemos rumbo a la Grand-Rue, la calle que vio nacer a Jean-Jacques Rousseau.

Antes de quedar embelesados ante los tentadores escaparates de la Rue du Rhône hay que dedicar algún tiempo a buscar los túneles secretos y caminos subterráneos que, desde la época medieval, permitieron prevenir ataques, espiar al enemigo o servir de vía de escape. El más famoso es el de Monetier (Rue Perron, 19), marcado con un escudo de armas de Ginebra y que solo se abre al público una vez al año, en las Fiestas de la Escalada que se celebran en diciembre y que rememoran la victoria de Ginebra frente a las tropas del Duque de Saboya en 1602.

Place du Bourg de Four. Foto: Turismo de Ginebra

Por supuesto, hay que hacer parada en la catedral de San Pedro, construida en el siglo XII y símbolo de la reforma protestante. 157 escalones nos separan de la cima de la torre, un esfuerzo que merece la pena para divisar las vistas panorámicas. En el otro extremo, el subterráneo del templo oculta un sitio arqueológico.

Seguimos por la Place de Neuve, epicentro del arte en la ciudad que alberga el Gran Teatro (la ópera), el Museo Rath y el Conservatorio de Ginebra, a pocos pasos de la Maison des Arts de Grütli, que acoge todo tipo de eventos culturales antes de un merecido descanso a la sombra de los árboles del Parc des Bastions, el primer jardín botánico de Ginebra.

Ciudad de la paz y ‘capital’ del mundo

En la ciudad de las relaciones internacionales, hay que visitar el Museo Internacional de la Cruz Roja y la Media Luna Roja (Avenue de la Paix), un espacio de reflexión renovado en 2013 que no solo presenta la historia de esta institución humanitaria, sino que busca enfrentarnos a los desafíos globales del mundo de hoy y la importancia crucial de la ayuda internacional.

Se organiza en torno a tres áreas temáticas: Defensa de la dignidad humana, Reconstrucción de vínculos familiares y Reducción de riesgos naturales. En la Cámara de los Testigos, 12 hologramas dan vida a la exhibición “Aventura humanitaria”.

Qué se come en Ginebra

En constante evolución y con una nutrida comunidad internacional, la escena gastronómica de la ciudad ofrece una enorme diversidad.

Desde la taberna de barrio hasta los grandes restaurantes con estrella Michelin, pasando por los restaurantes a la última y los gastrobares, Ginebra es un buen lugar donde tomar el pulso a la cocina europea.

Si te apetece un bistró clásico, en el distrito de Eaux-Vives, muy cerca del lago, puedes parar a comer en Max o en el cercano Coin du Bar de excelente bodega y su cocina tradicional reinventada. Muy buena relación calidad-precio en una ciudad que no se distingue precisamente por ser económica tenemos La Belle Excuse, con cocina casera y platos del día.

Entre los astros del firmamento Michelin destaca Le Chat-Botté, en el Hotel Beau-Rivage y con el chef Dominique Gauthier al frente, en la famosa guía roja desde 2010. Entre los últimos en incorporarse al firmamento Michelin está L’Aparté, mucho más íntimo y original tanto en su propuesta como en su servicio con capacidad para tan solo 15 comensales.

L’Aparte. Foto: Turismo de Ginebra.

Para degustar especialidades suizas como fondue o rösti, puedes ir al Gruyérien, casi una institución en la ciudad, o a los Bains des Pâquis, con vistas al lago Léman. Para comer una raclette en ambiente tipo ‘chalet’, entre los mejores está Auberge de Savièse.

En el casco antiguo, algunas buenas referencias son Armures, el l’Hôtel-de-Ville y la Cave Valaisanne-Chalet Suisse.

También destaca en la escena ginebrina la cocina italiana, con referencias como Kytaly (mejor pizzería suiza en 2020), Champel Osteria Zaza con deliciosas recetas de pasta, y Tosca, con estrella Michelin.

Merece la pena hacer unos pocos kilómetros para acercarse al Domaine de Châteauvieux, en el corazón de la región vitivinícola de Ginebra, donde el chef Philippe Chevrier, interpreta la cocina francesa en un edificio del siglo XVI.

Las mejores vistas

Empezamos el segundo día con vistas. Algunas de las mejores de Ginebra se obtienen desde Le Salève o la montaña de Ginebra. Aunque realmente está en suelo francés, es un estupendo destino para una excursión corta que, además, se realiza en teleférico. 

Saliendo desde la animada villa de Carouge se toma un teleférico que en menos de cinco minutos nos deja en la montaña, a una altura de 1.100 metros, desde la que disfrutar de una panorámica muy especial de la ciudad, el lago Lemán, la cordillera arlpina, el Jura y el Montblanc. 

Explorar el Lago Lemán

De vuelta en la ciudad, es la hora de explorar el Lago Lemán.

Además de observar el famoso chorro de 140 metros que lo preside recorriendo el paseo de alrededor de 3 km que lo rodea y de tomar una mouette, una especie de taxi acuático que permite navegar de una orilla a otra, hay diferentes barcos que ofrecen cruceros en esta masa de agua, la más grande del sur de Europa. 

Otra fantástica manera de admirarlo pasa por sobrevolarlo en un recorrido en globo.

Un tour de relojes

Seas o no amante de los relojes, Ginebra, la ciudad que te da la hoy de mil y una formas, es el destino perfecto para aprender algo sobre la historia de la relojería, que floreció aquí a mediados del siglo XVI, cuando en medio de la austeridad de la reforma protestante, Juan Calvino prohibió el uso de joyas en Ginebra.

Los orfebres de la ciudad se reorientaron a la relojería y comenzaron a usar sus conocimientos para adornar sus relojes con piedras y otros materiales preciosos, poniendo los cimientos de la relojería de lujo que hoy se puede rastrear en boutiques, ferias internacionales y talleres, así como museos e, incluso, monumentos.

Entre los últimos destaca el famoso reloj de flores, ‘Horloge Fleuri’. Para verlo hay que poner rumbo el Jardín Inglés (Englischer Garten), uno de los parques más bellos de Ginebra, creado en 1854. A orillas del lago y repleto de senderos para pasear, su rincón más fotografiado es este reloj creado con miles de flores y arreglos que cambian según la estación.

Además de hermoso, el reloj también indica la hora con precisión suiza y su segundero, de 2,5 metros de largo, es el mayor del mundo. Justo al lado, La Potinière es una de las terrazas más apetecibles de la ciudad, con vistas al Jet d’Eau.

Foto: Patek Philippe Museum.

Si estás preparado para saber más sobre la industria relojera ginebrina, reserva entrada para el Museo Patek Philippe de Ginebra. Sus cuatro pisos albergan más de cinco siglos de historia de la relojería en 2.500 piezas y dos colecciones diferenciadas: una de antigüedades a partir del siglo XVI (incluye el reloj más antiguo jamás fabricado, pero también autómatas o miniaturas) y la colección Patek Philippe de 1839 en adelante.

Un recorrido guiado, Watch Tour, reúne los tesoros relojeros de la ciudad.

¿Viñedos en Ginebra?

El vino es una industria importante a orillas del lago Lemán y también uno de sus atractivos, con viñedos que se despliegan en terrazas con las montañas como telón de fondo. 

Festivales, visitas guiadas y recorridos por las bodegas son buenas opciones para conocer un poco más los vinos suizos en bodegas como Cave de Geneve en Satigny (una de las fincas vinícolas más grandes del cantón de Ginebra), Domaine des Curiades en Lully o Domaine des Molards en Russin. 

Además, dos de las denominaciones Grand Cru más prestigiosas de Suiza, Dezaley y Calamin, se encuentran en la región vinícola más emblemática del país, Lavaux. Su paisaje de viñedos cultivados desde el siglo XII son Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y cuenta con rutas de senderismo que permiten combinar la actividad física con el vino.

Dos museos inesperados

Hay mucha cultura por descubrir en Ginebra, empezando por el Modern and Contemporary Art Museum (MAMCO), la Fundación Martin Bodmer, la Fundación Baur, especializada en arte asiático y el Museo Internacional de la Reforma.

Menos conocidos, quizás, son el Museo Barbier-Mueller, con una colección de arte precolombino y precolonial de América, África y Asia considerada uno de los más importantes del mundo en su género. Actualmente se combina con el trabajo del fotógrafo Steve McCurry en una muestra que explora la idea japonesa de Wabi-sabi, o ‘Belleza en la Imperfección’.

La segunda opción es pasar por la CERN, la Organización Europea para la Investigación Nuclear, que opera el laboratorio de física de partículas más grande del mundo. Establecida en 1954 en el noroeste de Ginebra, ofrece un viaje entre bambalinas a su trabajo, para entender lo que está sucediendo, por ejemplo, en el Gran Colisionador de Hadrones (el mayor acelerador de partículas del mundo).