Los Pujol, hartos de poner la otra mejilla

La familia del ex presidente catalán estudia una cambio estratégico que les saque del pozo del escarnio personal, político y económico en el que han caído de bruces

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp

La familia del ex presidente catalán Jordi Pujol tiene claro que llegado a este punto conviene salir de la trinchera en la que permanecen cobijados, unos junto a otros, a la espera de inciertos acontecimientos. Esa trinchera se llama… silencio.

Los Pujol saben, de sobra, que para romper esa discreción –que en los últimos 10 meses no ha mitigado el alud de denuncias, acusaciones y desaires vividos– precisan de tres pilares estratégicos que actúen de forma conjunta y con idéntica firmeza: el político, el mediático y el jurídico.

La familia saldrá del armario

Y, según ha podido confirmar Economía Digital, se han puesto manos a la obra.

El punto de inflexión aparece tras la comparecencia de la familia en la comisión del Parlament que investiga el fraude y la corrupción en Cataluña.

Entonces, los Pujol tomaron conciencia de que la política del silencio o de lanzar pelotas fuera comportaba un devastador efecto boomerang.

Pujol y el frente político: primer asalto

Pujol mantiene intacta su agenda de contactos y de relaciones no públicas ni oficiales. Goza de la lealtad y el apoyo explícito, personal y reiterado del presidente de la Generalitat y del partido, Artur Mas.

Mantiene reuniones periódicas con relevantes empresarios, politólogos, tertulianos, locutoras de radio, catedráticos y ex colaboradores de confianza a los que sondea –como sólo él sabe hacer– sobre el actual estado de las cosas.

Lo escucha todo, habla poco

Pujol habla poco y escucha mucho. Ni el transcurso inexorable del tiempo y de los acontecimientos le han mermado. A sus interlocutores les reitera de forma recurrente un par de ideas entrelazadas: «¡Aún no sé por qué me acusan, ni de qué me acusan!» Quienes le escuchan, algunos con torpe disimulo, tratan de calmar los ánimos de quien fuera líder político como si se tratase de un vulgar ancianito que hace afirmaciones intempestivas y al que, en una especie de misericordia mal entendida, le hablan con mimos y medias verdades para hacerle menos indigesta su decrepita situación.

El ex presidente sabe que algunos le empiezan a tratar como si fuera idiota; él calla y, a pesar de ello, escucha. Otros, los menos, le aportan información objetiva, puntos de vista razonables y razonados, chismes no siempre bien fundados pero a menudo, y a la postre, aprovechables.

Las anotaciones de Pujol: su verdadera biografía

Tras el pertinente centrifugado de la información, Pujol pone negro sobre blanco unas notas que escribe cada día y que sólo lee él. Reflexiones, conclusiones, veredictos, sentencias, frustraciones, soluciones.

Al albor de Pujol, se creó y expandió un ejército de chantajistas profesionales. Pero él no lo sabe ser. Por lo tanto, sus notas son, de momento, sólo anotaciones que va acumulando en el primer cajón de su mesita de noche, ese lugar donde –según explica él mismo– guarda, envueltos en un pañuelo, recuerdos y rencores que no quiere divulgar pero que conserva probablemente porque no ha sabido tirarlos al cubo de la basura del olvido.

El rencor le mantiene vivo

No sólo eso; los guarda y, en ocasiones, cuando los necesita por motivos que quizá ni él mismo alcance a entender, cuando nadie le ve, desata el pañuelo, los observa, piensa y lo vuelve a guardar con esmero en el cajón. No quiere que esos recuerdos y rencores se volatilicen. De alguna forma, le mantienen vivo.

Pujol sabe que ya no es impune. Pero hubo un tiempo en que lo creía. Todo el país lo creía. Y ahora, rodeado de su cohorte, busca resortes políticos que pongan fin a las tierras movedizas que desestabilizan los pilares de su trayectoria y, ahora también, la de su propia familia.

Los abogados, a minimizar los daños

En el ámbito jurídico los servicios de limpieza están, lógicamente subcontratados. El maestro de ceremonias es, ni más ni menos, el poderoso, glosado y referenciado –por lo tanto, igualmente envidiado y últimamente odiado–, Cristóbal Martell. De su mano, un no menos reputado Albert Carrillo, buen conocedor de la trastienda de las finanzas y la política de este país y defensor de renombrados prohombres de la comunidad, algunos de ellos, relacionados con delitos de cuello blanco.

Ambos (por cierto, nada nacionalistas) sugieren que, efectivamente, la familia tiene que salir del escondite. Eso, en términos jurídicos, significa hablar. Y, naturalmente, hacerlo ante jueces, fiscales, tribunales con información que avale o justifique (habrá que ver hasta qué punto) las numerosas imputaciones y las no menos numerosos sospechas de podredumbre ética y política.

La familia lo ve claro, menos Oriol

En este punto del debate jurídico-estratégico se diría que hay tres líneas de opinión en la familia. Por un lado, el que lidera Jordi Pujol Ferrusola, el único que parece no haber entendido aún que se acabó el tiempo de la impunidad. Va por libre, al volante de sus ostentosos coches de lujo, y aparece como un elemento disonante dentro del grupo.

El resto de hermanos no le llegan a temer pero mantienen con él una inequívoca distancia, tanto en lo personal como en lo estratégico. Por otro lado, Oriol Pujol, que sabe que se sentará en el banquillo de los acusados por el caso ITV, observa, desquiciado, cómo cada vez que abre la boca para aportar a su señoría información, ésta se gira en su contra y engrandece la carga acusatoria contra él. A Oriol no le defiende ni Martell ni Carrillo, sino el penalista de cabecera de CDC, Xavier Melero.

Y, en el último grupo se alinea el resto del clan familiar, incluidos, en primera fila, Jordi Pujol y Marta Ferrusola.

La familia quiere romper un círculo vicioso

Este amplio sector del clan cree que el silencio les perjudica, o, al menos, se presta a debatir sobre ello. Saben que las acusaciones de oscurantismo hacen cada día más grande la bola del descrédito y están dispuestos a cambiar de estrategia.

Se diría, pues, que el ex presidente puede, a partir de ahora y en cualquier momento, poner sobre la mesa de la juez de instrucción número 31 de Barcelona datos o papeles, quizá sobre el origen de la fortuna, quizá sobre otra cuestión. 

Estrategia militar

Con perspectiva, da la sensación de que los Pujol y sus concienzudos abogados han aguantado el chaparrón durante casi un año agazapados en la trinchera. Que están a la espera de que el enemigo gaste toda su munición, y así actuar después sin excesiva resistencia y con armas, hasta el momento, enterradas en algún lugar.

En términos de análisis militar, ésta es una estrategia recurrente por exitosa en cientos de contiendas bélicas a lo largo de la historia. En el caso de los Pujol, esta lógica se truncaría de forma dramática y quizá definitiva para ellos sí el enemigo no ha agotado toda la munición incriminatoria. Así se sospecha (y anhela) en el domicilio del ex presidente y en los despachos de sus abogados.

Oriol se lo piensa

En definitiva, la familia sopesa un cambio estratégico que rompa una inercia y un círculo vicioso del que quieren salir aunque sea haciendo lo que menos les gusta: ruido.

El único que no lo ve claro es Oriol. Su experiencia personal ha sido negativa y contraproducente en lo jurídico.

En el último piso está el plano mediático. Ése, tratándose de los Pujol, es el terreno más complejo. Porque aquí la injerencia estratégica de los abogados es determinante y resulta muy difícil cuadrar la estrategia procesal con una hoja de ruta mediática que recomponga la amoratada cara de la familia.

Pujol y la prensa: sigue el divorcio

Además, conviene recordar que Jordi Pujol sigue teniendo una especie de fobia mal disimulada a la prensa en general. Históricamente no ha dudado en acusarla de traidora y de responder a intereses  «anticatalanes»; es decir, «antipujolistas».

A Jordi Pujol i Soley no le gustan los peloteos ni los pelotas, salvo que de oficio sean periodistas.   

Una persona muy cercana a la familia Pujol, que les conoce muy bien –sabe de sus números y finanzas, y hace apenas unos días participó en el cónclave familiar– ha confesado a este medio que «la vida política de Jordi Pujol es una enorme sábana blanca con una muy fea, pero pequeña, mancha negra».

La clave: salvar los muebles

Los Pujol van a hacer ruido (o al menos, romperán su silencio cómplice) para blanquear su pasado. Todavía, sin embargo, no saben cómo.

Sí se ven en el fondo del pozo, pero confían en que todo lo que llueva a partir de ahora, lo hará sobre mojado. Y saben –porque probablemente es lo que rezuma de verdad en este debate estratégico– que salir del armario, colaborar y hacer ruido quizá les permita salvar el reloj de oro que aún llevan en la muñeca y que no ha sido engullido, como el resto del cuerpo, por las tierras movedizas.

Mientras, la familia se apiña alrededor del padre. Le observan esperando un gesto, un indicio, una pauta. Y el viejo ex presidente se refugia en sus notas personales mientras languidece con la crueldad de algunos grandes mitos, envejeciendo por momentos y formulándose preguntas que nadie sabe responder.

Economía Digital

Recibe nuestra newsletter diaria

O síguenos en nuestro  canal de Whatsapp