Ferran Adrià: la textura del éxito

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Menestra en texturas; ostras con aire de zanahoria; falso caviar de melón; tuétano con caviar; los nitro coulants, es decir, coulants con nitrógeno líquido… Son platos que sólo algunos privilegiados han podido degustar, a un precio no especialmente módico, pero que han permitido a Ferran Adrià convertirse en uno de los cocineros más prestigiosos del mundo. Servir estos platos nunca ha sido rentable para el chef, pero le han dado el reconocimiento suficiente en todo el mundo como para vivir de ellos gracias a conferencias, clases y otros modelos de negocio. Y eso que no llegó a estudiar Ciencias Empresariales, como tenía planeado.

La historia de Adrià es simple. Vio que se tenía que dar, y se podía dar, una vuelta de tuerca a la cocina tradicional y trabajó para conseguirlo. Nacido en Hospitalet de Llobregat, se estrenó en la cocina en 1980, cuando tenía apenas 18 años. El restaurante Playafels de Castelldefels fue su primera experiencia.

Su primer contacto con El Bulli se produjo en 1983, cuando aprovechó el mes de permiso que le dieron en la mili para ir a visitar el restaurante. La experiencia fue tan buena que apalabró su incorporación a la plantilla en 1984. Aquel mismo año, con la inesperada marcha de Jean-Paul Vinay, Adrià fue nombrado jefe de cocina, cargo que aprovechó para empezar a conocer las tendencias de la cocina europea de la época, especialmente la francesa.

Propietarios de El Bulli

En 1990, él y su compañero Juli Soler adquirieron El Bulli a sus fundadores, el matriminio Schilling. A partir de ahí, Adrià se marcó nuevos retos. Gracias a sus investigaciones, conoció a Michael Bras y Pierre Gagnaire, dos de los cocineros más vanguardistas de la época, y decidió hacerles una visita. Los encuentros fueron provechosos porque gracias a ellas nació el Ferran Adrià innovador y deconstructivo. Así, en 1992 le llega el primer reconocimiento al mejor jefe de cocina otorgado por la Academia Nacional de Gastronomía. Y dos años más tarde, en 1994, inventó la menestra de verduras en texturas.

El reconocimiento mediático empezó a llegarle años más tarde. En 1999, es nombrado mejor cocinero del año por Gourmetour y aparece en la portada de El País Semanal. En 2002, El Bulli recibe por primera vez el premio al mejor restaurante del mundo. Y sólo dos años después, The New York Times le dedica 14 páginas de uno de sus suplementos dominicales. Y le siguió el francés Le Monde y luego la revista Time, que le cataloga entre las 100 personalidades más influyentes del mundo en todos los ámbitos.

A partir de ahí, la estrella de Adrià brilla cada día más. Empieza a colaborar con el mundo científico y en 2005 se crea la Cátedra Ferran Adrià en la Universidad Camilo José Cela. Con todo, aquel año, El Bulli aún tiene que ser nombrado mejor restaurante del mundo cuatro veces más. Y todo gracias a las ostras con aire de zanahoria…

Economía Digital

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