Amnistía por el artículo 33 

Desde la época franquista hasta hoy, el artículo 33 vuelve a la escena política, desencadenando debates sobre la amnistía, el nacionalismo radical y las consecuencias electorales

Es posible que los más jóvenes no conozcan la expresión “hacer algo por el artículo 33”. Pero los que peinamos canas desde hace años e incluso vivimos y crecimos durante la etapa final del franquismo, sabemos muy bien lo que supone tener que acatar algo en aplicación de ese artículo.

Durante la dictadura, en concreto en el año 1945, se definieron los Fueros de los Españoles como “el conjunto de deberes y derechos de los ciudadanos”. Eran 36 artículos y el número 33 dejaba claro que “los derechos solo podían ejercerse si no atentaban contra la unidad espiritual, nacional y social de España”. En resumen, si no atentaban contra el régimen y lo acataban a pies juntillas.   

Así que para zanjar cualquier discusión, el pueblo comenzó a utilizar el “hacerlo por el artículo 33” como la fórmula mágica y definitiva. Ante esa sentencia, que ha llegado tal cual hasta nuestros días, no caben recursos, aunque la mayoría piense lo contrario. Es como un “se hace porque lo digo yo y punto”,  pero envuelto en el celofán de un articulado que le confiere una apariencia de legalidad casi indiscutible.

Hacerlo por el artículo 33 como la fórmula mágica y definitiva

Algo así es lo que ha hecho el senador de Junts, Josep Lluis Cleríes cuando, haciendo referencia a la Ley de Amnistía, dijo en la Cámara Alta “que al que no le guste, que se aguante”. Hombre, es verdad que una de las definiciones de lo que es democracia recalca que es un sistema político que, entre otras cosas, consiste muchas veces en aceptar lo que no nos gusta. Pero no por el artículo 33. Ese pertenece a otra época que seguro que su señoría conoció bien. Aunque no fuera más que por edad. 

Tenemos, por lo tanto, una Ley de Amnistía elaborada, redactada y aprobada por quienes van a ser amnistiados. Un artículo 33 que el Gobierno tiene que acatar si quiere seguir siendo eso, Gobierno. De la misma manera que en 1945 y posteriores un ciudadano español tenía que someterse al Fuero franquista, ahora nos vemos obligados a someternos al desafuero independentista. “Y al que no le guste, que se aguante”. Pero este “Gobierno progresista” necesita de los votos de quienes pusieron Cataluña patas arriba y al conjunto de los españoles al borde de la mayor crisis democrática de la historia reciente.  

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EFE/ André Coelho

Más allá de la posible o imposible aplicación de esta amnistía a Puigdemont y toda su banda, del papel más o menos activo que adopte la justicia tanto en España como en Europa, la sumisión del Gobierno de Sánchez a los intereses del nacionalismo más radical y retrógrado deja a la sociedad española indefensa ante quienes quieren cuestionarnos como colectivo de ciudadanos libres e iguales. Porque con esta ley  desaparece la igualdad. Desaparece ese principio que Pedro Sánchez vende a  su electorado más ingenuo cuando dice eso de “caiga quien caiga”, en referencia al culebrón de corrupción que tiene ya a su mujer como una de las estrellas invitadas. 

Nada de lo que se dice desde el Gobierno es cierto. Y lo saben. Lo sabe el ministro Félix Bolaños cuando quiere vender la ley de amnistía como un logro democrático sin precedentes. Se niegan a sí mismos. Saben que todo lo hacen porque para seguir gobernando necesitan al prófugo y a quienes malversaron. Nunca antes contemplaron amnistiar a nadie e incluso invocaban a la Constitución cuando ni imaginaban verse en esta tesitura. Ahora sitúan en el mismo pack el perdón de los pecados separatistas y los próximos Presupuestos Generales. Gobernar es el objetivo “caiga quien caiga”, en este caso sí. 

Gobernar es el objetivo ‘caiga quien caiga’, en este caso sí

En poco más de un mes veremos las primeras consecuencias de la aprobación de la amnistía. El auge del radicalismo en las elecciones vascas del 21-A puede aupar a Bildu a ser la primera fuerza. Si la suma del PNV y el PSE no alcanza a gobernar, el PP puede acabar teniendo la llave de Ajuria Enea. Nadie entendería, sin embargo, que los de Javier De Andrés prestaran su apoyo a quienes han sacado adelante una ley de amnistía que también va a favorecer a muchos etarras. Que a nadie le extrañe, por mucho que ahora lo nieguen, un pacto de los socialistas con Bildu a semejanza del de Navarra. 

Entonces sí que se iban a enterar algunos lo que es gobernar “por el artículo 33”.   

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