Barcelona se encuentra en la encrucijada

Barcelona, que siempre ha sabido reconvertirse para mantenerse como una ciudad brillante y líder económicamente tiene ante sí una gran oportunidad con los Fondos Next Generation que deberá saber aprovechar

Imagen de archivo de Barcelona | EFE

Barcelona se encuentra en una encrucijada. La ciudad metropolitana, la de los cinco millones, se enfrenta su tercera reconversión en 60 años. La primera se produjo entre 1960 y 1992. Barcelona asentó una cierta base industrial y de servicios a partir del plan de estabilización.

Fue pionera en el acercamiento a Europa, supo transformar la industria y sustituir el textil por sectores claves como el automóvil, la química y la electrónica. Se atrajo una parte importante de la inversión directa extranjera destinada a España, especialmente de la Unión Europea pero también de Japón y Corea.

Era la época de los “Som Sis Milions” y “La feina ben feta no te fronteres”. La economía se abrió y se multiplicaron las compañías exportadoras. Supimos también aplicar la dosis necesaria de “dèria”, y así conseguimos los JJOO de 1992. A partir del 92 se abre una segunda etapa de casi 30 años, que damos por acabada con el Covid.

Una reconversión de éxito

En estas tres décadas, Barcelona se ha reconvertido, de nuevo con bastante éxito, por segunda vez. Ha perdido fuerza industrial, cierto, pero se ha convertido en un hub de servicios turísticos, culturales y tecnológicos, además de un nudo de transportes de mucha relevancia, el segundo de España. Barcelona y Catalunya han ganado población y diversidad.

Se ha abierto a la inmigración, absolutamente necesaria dada la crisis demográfica actual. Y ha mantenido el peso de su PIB en relación con el PIB total español, que se mantiene aproximadamente en el 19% desde hace 80 años. Pero, por el contrario, ha perdido competitividad. Los nuevos sectores no son tan productivos como los anteriores, y perdemos posiciones en PIB per cápita, alejándonos de las regiones europeas y españolas más pujantes.

Hemos perdido empuje y ambición. El conflicto político más una infra financiación hace el resto. Hoy, 60 años más tarde, Barcelona y Catalunya deben reinventarse una vez más. Pero esta vez, esta necesidad nos coge en medio de la mayor crisis sanitaria, económica y social conocida. Y con el conflicto político en medio de un bucle ya demasiado largo, diez años.

Hemos perdido empuje, ambición y el conflicto político más una infra financiación hace el resto.

Ante esta realidad, de la respuesta que hoy y ahora demos a esta crisis va a depender la Barcelona del 2030. En un momento además donde el buen uso de los Fondos Next Generation van a transformar territorios, saliendo algunos como ganadores y otros como perdedores de esta crisis.

¿Dónde caerá la pelota en el caso de Barcelona y Catalunya? Pues depende únicamente de nosotros, de los catalanes. De nuestra capacidad de adaptación a los nuevos tiempos, de nuestra capacidad de anteponer el pragmatismo a la ideología, de nuestra capacidad para abandonar conceptos como la unilateralidad o desobediencia, y también de nuestra capacidad de negociación con el estado español mejoras en aspectos como la financiación o la inversión directa en infraestructuras.

Una posibilidad de un futuro brillante

De darse todo lo anterior, el futuro es brillante, abriéndose una nueva época dominada por la economía del conocimiento, la ciencia, la innovación, la digitalización, la industria de las ciencias de la vida, la industria 4.0, el llamado “Green Deal”. En todo ello Catalunya está bien situada, tiene las bases, los mimbres, para de nuevo recuperar el liderazgo económico español. Ello exige sin embargo pragmatismo y buena política.

Tampoco ayudará a consolidar 30 años de prosperidad y más cohesión social si no abrazamos la colaboración público – privada y ponemos en valor la iniciativa privada. Un país líder es un país con una política de calidad, como hemos mencionado, con unos servicios públicos excelentes, con una búsqueda constante de una mayor cohesión social, pero dentro de las llamadas democracias liberales, aquellas que tienen de aliada a una sociedad civil fuerte, emprendedora e innovadora.

No hay fórmulas mágicas, no hay atajos. Hay matices pequeños y grandes, hay alternancia ideológica en todos los países, hay cambios legislativos, pero el sistema se mantiene. Y el sistema es la democracia liberal europea. Barcelona y Catalunya se han de acercar a Europa y enmarcar sus políticas en el “mainstream” europeo.

El peligro de los extremos

Catalunya se está deslizando peligrosamente hacia la resolución de los problemas desde los extremos, a menudo sin contar con la opinión de los actores privados. Los problemas que tenemos, graves, no se van a solucionar desde los extremos.

Es más, las soluciones desde los extremos a menudo deslegitiman un certero diagnóstico de los problemas, generan más conflicto a medio y largo plazo y casi siempre acaban provocando todo lo contrario a lo pretendido. Son las famosas consecuencias no previstas de nuestros actos propios.

No hay quizás en Europa una ciudad y un país que pueda decidir su prosperidad futura con la claridad de Barcelona y Catalunya. Lo tiene todo para triunfar, el viento le viene de cola al centrarse los Fondos Next Generation en sectores donde ya es tractor, ya es líder.

Una oportunidad de oro, que quizá sea la última

Y cuenta con una población comprometida con su país. Cuenta con mucho talento. Pero todo depende de nosotros. Lo podemos aprovechar, o podemos perder esta oportunidad. Y si la perdemos, sí que creo que no habrá otra en muchos años, quizás décadas, y sí, entonces podríamos entrar en una decadencia, cuyos efectos se verán a medio y largo plazo.

Soy optimista por naturaleza, y quiero creer que sabremos aprovechar esta oportunidad y que los próximos treinta años veremos esta tercera transformación de Barcelona.