Comparaciones pertinentes

Quitar importancia α las similitudes con el asalto al capitolio puede llevarnos a la confusión

La defensa de la Constitución que el Rey hizo en sus dos comparecencias navideñas, como origen “de la legitimidad de todos los poderes”, y la obligación de todas las instituciones del Estado de respetarla, han cobrado este año aún mayor trascendencia.

Estamos atravesando un momento político delicado. En unas circunstancias en las que el equilibrio institucional está siendo socavado desde una parte del Gobierno. La erosión de los principales pilares de Estado democrático se puede manifestar con el intento de copar los órganos judiciales, el marcaje a la jefatura del Estado o la obsesión por el control a la libertad de prensa. Y con presiones callejeras promovidas por movilizaciones populistas que, en nombre de la libertad de expresión, intentan boicotear el normal funcionamiento de la democracia representativa.

El asalto al Capitolio, que ha sido un ataque a la democracia más antigua del mundo, fue el último golpe de Donald Trump. El político populista más caprichoso y supremacista de los que han tenido los EE.UU. ha recordado, al jalear a las turbas que invadieron el Parlamento, otros capítulos similares en nuestra historia más reciente. No por los resultados, sino por las intenciones.

Mucho más reciente que el ‘tejerazo’ del 81 fue ese intento de golpe a la Constitución desde el poder autonómico que se vivió en Cataluña con el procés en 2017, por ejemplo.  Y esas algaradas callejeras con brotes de asalto a los parlamentos que se produjeron en Andalucía, Cataluña y Madrid. Episodios vergonzantes en los que si sus promotores no llegaron hasta el sillón presidencial de la Cámara (como lo hizo en el Capitolio el disfrazado de bisonte con aspecto de David Crockett en el Álamo ) fue gracias a la actuación policial que lo impidió.

Los CDR en 2018 intentaron asaltar el parlamento catalán , alentados de forma más ostentosa que  Trump, por Quim Torra que los había jaleado con su “apreteu, apreteu”. Y la cosa terminó en una batalla campal con la policía. El plan de los exaltados de ocupar el Parlament quedó en agua de borrajas.

Pero seis años antes, en 2011, Artur Mas tuvo que acceder a las dependencias en helicóptero mientras otros diputados eran insultados y cercados.  Los concentrados pretendían evitar la votación de los presupuestos. Muy democrático, todo. 

Los CDR en 2018 intentaron asaltar el parlamento catalán jaleados por Quim Torra con su “apreteu, apreteu”

Tampoco tuvo una investidura tranquila Juanma Moreno en el parlamento andaluz. Una multitud, entre la que se encontraba el PSOE junto a Podemos, se arremolinó frente al hemiciclo para protestar contra el pacto de centro derecha. Ni Rajoy, que en su investidura tenía en la calle al actual vicepresidente Pablo iglesias ‘rodeando’ el Congreso con los manifestantes que protestaban por el resultado electoral.  Episodios en los que la deslegitimación de las elecciones y las instituciones fue el motor de aquellos ‘rodeos’ a los parlamentos.

Trump ha dado finalmente su brazo a torcer sobre todo porque buena parte de los dirigentes republicanos han terminado por abandonarlo, aunque la mitad de sus votantes apoyaran los actos vandálicos. Tendrá que rendir cuentas ante la Justicia. Lanzó a las turbas al asalto al Capitolio para luego pedir calma mientras insistía en el fraude electoral. A la vergüenza que tantos hemos sentido por el capítulo más abominable de la historia reciente de EEUU se debería añadir la indignación por los escándalos domésticos.

La invasión en el capitolio fue un acto sedicioso

La invasión del Capitolio fue un acto sedicioso agravado por su carácter violento contra la soberanía nacional. Un intento de secuestrar la voluntad popular que ya había hablado en las urnas. Un intento desesperado de alterar el orden establecido.

Pero en Cataluña tenemos condenados por sedición. Y están cumpliendo pena de cárcel.  Circunstancia que no retrae a los votantes que situarán al partido de Oriol Junqueras, ERC, como la primera fuerza de Cataluña, mientras el gobierno de la Moncloa prepara indultos y reformas del Código Penal.

Hacer comparaciones no nos ayuda, sostiene la ministra González Laya. Pero quitar importancia a las similitudes puede llevarnos a la confusión. No es un problema de extrema derecha o extrema izquierda sino de populismo contra democracia. Y hay que empezar a saber identificar a los populistas en nuestro país. Y a los autoritarios, claro ¿Quién de nuestros políticos se parece más a Trump? Hagamos un repaso riguroso. Con declaraciones en la mano. Con las actitudes de presión que hemos visto. Pues eso. Que luego vienen los lamentos.