Galicia y su dinamismo empresarial (1)

Los territorios han de ser capaces de desarrollar estrategias de innovación para la construcción de ventajas competitivas a partir de su particular configuración de recursos, competencias y capacidades. Y las empresas deben buscar un posicionamiento diferenciado. Por eso, un territorio debe apostar por aquel conjunto de actividades en que pueda destacar. Y ello es posible bien por unos activos específicos en que pueda descansar el atractivo del territorio; bien por el tipo de actores que puedan desarrollar ese tipo de actividades; y, finalmente, por el modo de conexión del territorio con respecto al exterior. No obstante, conviene que previamente a este posicionamiento estratégico, el propio territorio identifique los grandes desafíos que para él se derivan del estadio de desarrollo en que se encuentre.

Los territorios, en consecuencia, atraviesan tres grandes etapas de desarrollo competitivo y en cada una de las cuales se establecen los principales desafíos. En la primera, cuando el nivel de desarrollo es bajo, se compite fundamentalmente en factores y en estrategias donde prevalecen acciones basadas en el bajo coste. La segunda etapa, un estadio intermedio, se fundamenta en actuaciones referidas a sus niveles de inversión y de eficiencia. En la tercera etapa, correspondiente a territorios más desarrollados, se compite por la innovación.

En este sentido, las estrategias de los territorios se basan en: a) impulsar el deepening o la profundización y especialización en aquellas actividades y servicios en que se poseen ventajas; b) impulsar la capacidad de shifting o de adaptación a los cambios y la reinvención de uno mismo; y c) constituirse en innovating region, o sea, buscar nuevos activos ligados a una base de investigación.

La economía gallega suma varias tendencias: discreta evolución de la productividad; los costes por unidad de trabajo aumentan más que la productividad; y se constata una pérdida de competitividad de las empresas. Es evidente que este patrón de crecimiento ha llegado a su fin.

Resulta preciso adoptar un nuevo modelo productivo que debe basarse en mejoras sustanciales tanto en la productividad como en la competitividad. Esto es, hacer que la base del modelo sea más eficiente y apostar por reorientar la producción hacia el exterior para poder resolver nuestras necesidades de financiación. O sea, un modelo basado en la productividad, la competitividad y en la capacidad para generar demanda interna sostenible; y no basada en endeudamientos externos y crecientes.

Las fortalezas que posee la economía gallega se delimitan por tres elementos: las infraestructuras y el posicionamiento; el capital humano; y el liderazgo de las empresas. Sin embargo, no conseguimos ser el foco geográfico estratégico de la economía mundial. De una parte, apenas nos hemos concentrado en desarrollar modos de transporte multimodales que permitan la inserción en las redes globales de las cadenas de valor. Tampoco hemos logrado ser un lugar atractivo para la formación y el desarrollo de la investigación, asistiendo a una relevante fuga de cerebros hacia otras latitudes. Y, finalmente, las empresas gallegas en su conjunto no están integradas en el comercio internacional, al punto que nuestra participación en los flujos mundiales del comercio es menor que la ponderación que representamos en la producción global del planeta. Nos falta, pues, diplomacia económica que satisfaga nuestras necesidades y demandas.

Conclusiones del capítulo de presentación del quinto tomo de Economía de la serie Proyecto Galicia, del que es coordinador Fernando González Laxe, catedrático de Economía Aplicada de la Universidade da Coruña

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