Mayoría de rebote

Sánchez gobierna como si le sobraran apoyos; lo que le mantiene en el poder es el miedo a la derecha

Pedro Sánchez sabe a qué juega. Con las cifras en la mano, su gobierno es extraordinariamente frágil. Los diputados socialistas no llegan a la mitad de los que se precisan para ganar votaciones.

El PSOE sólo cuenta con 84 escaños. Hasta los 176 de la mayoría simple le faltan 88. Raro. Pasmoso. Casi absurdo. Al revés de las catedrales, su poder se sostiene en los contrafuertes exteriores, no en la propia columna.

Los partidos que le auparon a la presidencia forman lo contrario de un bloque. Podemos se sacrificó para echar a Rajoy y deja de suspirar por su gran objetivo, el sorpasso.

Las pérdidas serán cuantiosas

Aún se ignora el volumen de sus pérdidas, pero serán cuantiosas. Los independentistas catalanes ven a Sánchez ven como un mal menor. El PSOE no cuenta con apoyos, beneplácitos, alianzas o connivencias.

Lo que se ha fraguado en la España de hoy es algo insólito en los anales de la política democrática: una mayoría de rebote.

Mayoría de rebote

Sánchez en una rueda de prensa/ EFE

Por eso Sánchez gobierna como si le sobraran apoyos. Ha validado en un plis plas su toma de control de RTVE por la misma, llana y sencilla razón por la que le votaron el día de la moción: Rajoy era peor; el PP es peor; Rivera es mucho peor. Menos por menos es más. O en mi purgatorio o con el diablo. No hay alternativa.

Un bloque: el miedo a la derecha

Lo que ha aupado a Sánchez, lo que le mantiene y le mantendrá en el poder, es el miedo a la derecha. No su programa. No su talante. La derecha cuenta con muchos más apoyos por arriba.

El PP dispone de mayoría absoluta en el senado. De nada sirven. El rechazo es palmario. Cualquier cosa antes que “esos”. Un “esos” que alcanza por igual a PP y Ciudadanos.

A tal punto llega el horror a la derecha y el subsiguiente rebote, que Sánchez no está obligado a negociar como cualquier otro gobierno en minoría.

 Sánchez sólo debe ser menos antipático

No tiene la menor obligación de ganarse el montonazo de votos que le faltan porque la derecha los empuja hacia él. No debe caer simpático sino simplemente menos antipático. No es muy difícil. Basta con darse cuenta y actuar en consecuencia.

Tras la tremenda sacudida del otoño catalán, el miedo ha cambiado de bando. Los que, dentro y fuera de su partido prohibían a Sánchez que aceptara votos independentistas han cambiado de opinión. Tal bandazo se debe a dos razones.

La primera, que pasó el peligro de secesión. Tal vez vuelva algún día. Es incluso posible que en un futuro no muy lejano sobrevenga otro episodio de máxima tensión, con incierto resultado.

 El soberanismo catalán no cejará en su empeño, pero sus posibilidades de alcanzar una mayoría más sólida disminuyen si gobierna Sánchez.

El Estado ha logrado frenar el independentismo

El independentismo no ha muerto, la misma determinación anida en su interior, pero el estado le ha puesto una camisa de fuerza. No es de esperar que babee agradecido por las dádivas gubernamentales, pero es evidente que se retuerce con menor ahínco en la estrechez de sus ataduras. Si Sánchez se las afloja un poco, pues menos da una piedra.

La segunda razón es la deriva derechista provocada por el ascenso de Ciudadanos, que arrastró a Rajoy y al PP hacia posiciones mucho menos centristas de las admisibles en una sociedad, la española, más madura y tolerante de lo que muchos pretenden.

C’s, el mayor fracaso de Aznar

La moción de censura marca un antes y un después en las posibilidades de derechizar el país. El batacazo de Rivera es el mayor fracaso de Aznar. No es de esperar que C’s cambie, porque anda encabritado por la oportunidad perdida.

Por ahora, ni Soraya ni Casado pareen dar crédito al rechazo o calibrar adecuadamente su magnitud. Tiempo al tiempo.

La victoria independentista del 21-D propició la caída de Rajoy

Si en las elecciones del pasado diciembre en vez revalidar el independentismo su mayoría absoluta, la llega a perder, Rajoy seguiría gobernando. Pesaran a quien pesaran, y cuidado que pesan, las sentencias por corrupción. La victoria independentista del 21-D, a contracorriente del 155, propició el cambio de gobierno.

Sánchez no necesita ni adhesiones ni complicidades. Seguirá gobernando mientras la derecha no deje de meter un miedo atroz. Cuánto más tiempo consiga aguantar, mayor será su posterior cosecha electoral. Y más a fondo deberá replantearse entonces el PP sus posiciones maximalistas.