Política y ciencia

El buen nombramiento de Josep María Argimon en Cataluña pone sobre la mesa el poco valor que la política española da al conocimiento científico

No hay duda de que el catalán del año, como me comentaba un amigo, es Josep Maria Argimon, secretario de la agencia de salud pública de Cataluña, que ha conseguido, con sus informes, entrevistas, comentarios y opiniones, dotar de sentido y orientación a las decisiones sanitarias en Cataluña.

No puedo obviar felicitar a la consejera de Sanidad, Alba Vergés, por el hecho de haberlo nombrado y haber dado un paso al lado para dejar que un profesional de la sanidad se convierta de facto en el portavoz de la conserjería en lo que concierne a la gestión de la pandemia.

La decisión ha permitido que hoy sepamos, sin los excesos de emotividad de meses anteriores, lo que debemos hacer en cada nuevo escenario que plantea la crisis de la Covid 19. Podría ser nombrado el catalán del año, porque sus intervenciones no alteran el curso de los acontecimientos con manifestaciones apocalípticas sobre el futuro.

Podría serlo porque permite vislumbrar en el horizonte que la gestión de las crisis sanitarias debe dejarse en manos de los profesionales de la sanidad y comunicación. De poco o nada sirve el político preocupado, desbordado e incapaz de acometer una labor que necesita disponer de los datos y del conocimiento suficiente para poder valorarlos convenientemente y asumir la responsabilidad y el compromiso profesional para establecer un riguroso método de previsión y actuación frente a la pandemia.

La buena labor de Josep Maria Argimon permite subrayar la problemática relación entre la política y la ciencia. Nuestra cultura, también en el resto de España, nunca ha considerado necesario definirse, desde el siglo XVIII, desde el punto de vista de la ciencia. Mientras que en otras culturas, como la alemana, la ciencia ha estado presente en las preocupaciones de grandes pensadores, como Goethe, Ernst Jünger, Martin Heidegger o Max Weber.

Incluso la cancillera alemana Angela Merkel tiene un doctorado en ciencias. En España, la posición de pensadores e intelectuales se ha limitado, si exceptuamos a Ortega y Gasset, Eugeni d’Ors o Eugenio Trías, a analizar el mundo con herramientas literarias pero no científicas. Sin embargo, se han otorgado dos premios Nobel de medicina en España, a Santiago Ramón y Cajal y a Severo Ochoa.

En España, la posición de pensadores e intelectuales se ha limitado a analizar el mundo con herramientas literarias pero no científicas

Nos sentimos más cómodos opinando hacia dónde va el mundo que conociendo cómo funciona. Nos identificamos mejor con la comprensión poética de la existencia que con la científica. Por esta razón, no es extraño que tengamos más información sobre los asuntos políticos derivados de la gestión de la crisis sanitaria que con los avances científicos inherentes a ella. La asignatura pendiente que tiene España con la ciencia se desvela ahora como uno de los grandes errores cometidos, aunque se cuente con excelentes profesionales en el campo de la medicina.

El consejero de Sanidad debería ser médico

Legislatura tras legislatura, la inversión destinada a la ciencia no ha sido ni sostenida ni suficiente. En ninguna entrevista a los candidatos a la presidencia del gobierno de España se plantea una sola pregunta relacionada con la ciencia, lo que permite observar lo alejada que está la sociedad española de los debates científicos, tan presentes en otras culturas. La buena gestión de Josep Maria Argimon debería ponernos sobre la pista de la importancia de nombrar al próximo consejero o consejera de sanidad a un profesional de la medicina capaz de abandonar la política de partidos para afrontar una gestión política que revierta en logros sanitarios.

Poco importa el hecho de ser o no ser independentista, de izquierda o de derecha.  Lo esencial es que pueda y esté dispuesto a combatir con eficiencia el virus desde criterios científicos, priorizándolos frente a las cuestiones meramente políticas. El gobierno de la Generalitat ha acertado con el nombramiento de Josep Maria Argimon porque no ha sido una cuestión política sino con un criterio determinante: que su experiencia profesional lo acredita para su cargo.