De cómo los periodistas vivimos del postureo de nuestros políticos

Mariano Rajoy sobrevive con respiración asistida de Rivera y toda la política española se resigna a la espera de una respuesta

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La política española está encriptada y nadie tiene la máquina enigma que proporcione la respuesta a los desafíos que afronta España con unas alternativas capaces de suscitar ilusión. En realidad, los periodistas vivimos apenas del postureo de nuestros líderes.

Las noticias o efemérides más relevantes de los últimos días han sido el invento liguïstico de Irene Montero con su «portavozas» y el rechazo de Pedro Sánchez a la candidatura de Luis de Guindos, argumentando que es una decisión machista por no haber propuesto a una mujer. No ha dicho si tenía un nombre que poner encima de la mesa, reduciendo su exigencia al sexo de quien debiera ocupar el cargo de vicepresidente del BCE. Algo es algo.

La oferta estrella de la semana es que será más fácil rescatar los fondos de pensiones. Pero habrá que esperar hasta el año 2025 que parece la fecha de otra entrega de Blade Runner.

La propuesta de endurecimiento del código penal con la ampliación de la condena máxima es recurrente. El ministro de Justicia ha avalado la propuesta del Partido Popular en una reivindicación ciudadana al calor del brutal secuestro y asesinato de Diana Quer. No es una novedad en la derecha española que ya ha procedido a otras subastas del Código Penal. España es el único país de la Unión Europea que cambia su legislación penal como si fuera el reglamento de la junta de vecinos. No ha habido gobierno desde el inicio de la transición que haya renunciado a introducir cambios en el Código Penal durante el ejercicio de su mandato.

Gracias al contencioso catalán sabemos que hay gobierno en España, que en general se remite únicamente a trasladar a la Justicia cada iniciativa de los golpistas. Pero poco más. Ni siquiera tenemos noticias ciertas de qué ha encontrado el artículo 155 debajo de las alfombras de la Generalitat.

Rajoy no tiene fuerzas siquiera para intentar un impulso

Hay una primera explicación para esta inanición del gobierno de Mariano Rajoy, que se reduce al envío al congelador las iniciativas legislativas de la oposición con la discreta colaboración de Ciudadanos.

Rajoy sobrevive con respiración asistida y es Albert Rivera quien tiene en su mano la válvula que le suministra oxígeno imprescindible para vivir. Solo la dosis para mantener al enfermo sedado sin posibilidad de recuperación. Ni siquiera se especula que vaya a haber una crisis de gobierno si Luis de Guindos abandona el cargo para marcharse a Europa. Pareciera que Rajoy no tiene fuerzas siquiera para intentar un impulso, clásico, con cambios en su ejecutivo. Resignación en la espera.

Rivera no tiene prisa por poner al cobro las expectativas que le conceden las encuestas. Nada de precipitaciones. Cree que Ciudadanos se tiene que consolidar e incluso crecer. Necesita tiempo también para reclutar y organizar cuadros con que alimentar los puestos institucionales a los que aspira. Casi no tiene desgaste de gobierno y sus alianzas son eclécticas y poco comprometidas. Su fórmula a la hora de gestionar el pacto con Rajoy es cómoda. No le comprometen demasiado la ejecución, casi inexistente, del pacto de gobierno y lo desgasta todos los días con sus críticas.

Ha demostrado dos condiciones políticas importantes. Es capaz de aprender y juega en distancias largas. Once años en Cataluña para pasar del anonimato a la victoria. Pero Inés Arrimadas no se ha vuelto loca con ese triunfo espectacular y ha ralentizado su presencia política evitando las frustraciones derivadas de una investidura fallida. Es conocedora de que su victoria es más simbólica que real. Por lo tanto, no someterla a prueba es inteligente.

Si el último CIS reflejaba el crecimiento ya innegable de Ciudadanos, la reciente encuesta de Metroscopia para El País le declara vencedor de unas hipotéticas elecciones si se celebraran ahora. Pero el entusiasmo del periódico madrileño por el líder naranja no se queda ahí. Refleja que el 62 por ciento de los votantes del PP –de los que le quedan– son partidarios de que Mariano Rajoy se jubile y el PP tenga un nuevo líder.

Rivera estudia detenidamente la fórmula de Macron en Francia

Si como parece, Rivera va a mantener al moribundo gobierno en la UCI hasta después de las elecciones municipales, autonómicas y europeas, lo que queda de legislatura será sencillamente un compás de espera, con el viento de la economía aparentemente favorable y sin apenas actividad legislativa. Mientras tanto, el líder de Ciudadanos estudia detenidamente la fórmula de Enmanuel Macron que le permitió asaltar el poder en Francia, mantiene una discreta actividad internacional y trabaja en un programa político que dé la sensación de un proyecto nacional y europeo.

Rivera también ha demostrado que tiene cintura para girar 180 grados sobre sí mismo. Nada menos como para sentarse con Podemos a pactar una reforma constitucional, dentro de la actual Constitución, para mejorar la proporcionalidad en el reparto de escaños, sobre todo en las circunscripciones más pequeñas y despobladas, que es donde el PP siempre tiene mejores resultados por la aplicación de la Ley D´Hont. El PSOE se ha puesto de perfil y exige que el PP participe en esa reforma. Todo esto en realidad, insisto, es postureo, porque la aritmética parlamentaria no da para ninguna de estas medidas.

Hay parálisis en la búsqueda de respuestas políticas a la gran crisis catalana. Pero no solo eso, la financiación autonomía languidece. El proyecto histórico del PSOE de impulsar una reforma constitucional está desaparecido. Y la comparecencia de los padres de la Constitución en el Congreso no ha suscitado precisamente entusiasmo en las virtudes de una reforma.

¿Qué hacen mientras tanto los otros dos líderes de los grandes partidos nacionales?

Empecemos por Pedro Sánchez. Tal vez la razón de haber abandonado proyectos estrella, como la reforma constitucional, es que ya no sabe cómo enfocar la «España plurinacional», a la vista del hartazgo de muchos ciudadanos con el contencioso catalán. Es posible que el esfuerzo deba dirigirse a frenar una recentralización que aparece como exigencia latente. Insistir en que cada comunidad autónoma es una nación en potencia puede ser letal para su partido. Los resultados de Miquel Iceta en Cataluña deben inspirarle prudencia en todos estos asuntos.

El líder socialista tiene otro hándicap que cada día se hace más evidente. No está en el Congreso de los Diputados por decisión propia, cuando lo abandonó para no tener que abstenerse en la investidura de Rajoy. La portavoz en el Congreso, Margarita Robles, no es precisamente un imán de adhesiones. El papel lo hubiera vestido mucho mejor José Luis Ábalos, como demostró en el debate de la fallida investidura de Pablo Iglesias. Sin duda, las intervenciones públicas del secretario general del PSOE son las más sólidas de sus dirigentes públicos.

El PSOE está cada vez más desconcentrado del PSOE histórico que gobernó durante 21 años

El estancamiento a la baja del PSOE en las encuestas, demuestra que los españoles no perciben un proyecto político global en el bagaje de Pedro Sánchez. En una Europa expectante ante las iniciativas de Macron y la nueva gran coalición alemana, del PSOE sobre Europa sólo sabemos que está indignado porque la candidatura española a la vicepresidencia del BCE no esté ocupada por una mujer.

Las iniciativas deslavazadas del PSOE se diluyen por la ausencia de un cuerpo programático y, además, gracias al «congelador» del PP y Ciudadanos no pasan el filtro de la Mesa del Congreso. Cada vez más desconectado del PSOE histórico que gobernó España durante 21 años, no se dibuja el traje de alternativa de gobierno en las actitudes de Pedro Sánchez, como si estuviera apenas centrado en no descender un peldaño más en la próxima cita electoral.

Y, ¿qué decir de Podemos? No dispongo de un contador de apariciones públicas de Pablo Iglesias. Al principio aparecía en cada telediario. Hoy hay que esperar hasta la sección de deportes, y tampoco.

La última declaración que recuerdo de él es la referida a la propuesta lingüística de Montero: «No voy a utilizar portavoza, pero lo veo positivo». Sabemos que incluso está reflexionando, en sus conversaciones con Alberto Garzón, sobre la posibilidad de cambiar el nombre de Podemos. Incluso insiste menos en la necesidad urgente de sacar a Rajoy de La Moncloa, pero estamos sumidos en el desconcierto sobre sus proyectos políticos. De todos. De los de toda España y también de los específicos de Cataluña, en donde En Comú Podem sigue desaparecido, dando la sensación de que se siente cómodo en la irrelevancia. Incluso la gran revelación que significó Ada Colau se limita a retar a la oposición a una moción de censura al no haber podido aprobar los presupuestos.

Con estos mimbres es difícil gobernar un país. Salvo que sea cierto que la inercia ha permitido a portaviones más grandes arribar a puerto sin necesidad de que haya alguien en el puente de mando y en la sala de máquinas. Incluso la decadencia del Imperio Romano fue un proceso muy largo.

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